Del mismo modo, en la actualidad hay dos formas de ver la realidad. Una es el enfoque macroeconómico, el de las cifras globales. De acuerdo con este método, Grecia ha estado progresando, así como España, Italia y Portugal. En esos países los datos macroeconómicos están mejorando. España es citada como ejemplo de un país que tragó la amarga píldora de la austeridad, pero ahora está creciendo a la par de Alemania.
Al hablar con los jóvenes, que encaran un desempleo cercano al 40 por ciento, con los jubilados, o con los que trabajan en los hospitales o en la educación, la imagen es totalmente diferente. Según Cáritas, el número de españoles que viven en la miseria se ha duplicado en los últimos siete años.
El modelo alternativo es Estados Unidos, que a diferencia de Europa, invierte en el crecimiento y no en la austeridad. El crecimiento de Estados Unidos es del 2,4 por ciento, frente a un anémico 0,1 por ciento de Europa. Pero tampoco las positivas cifras macro estadounidenses coinciden con la realidad de las personas. Un ejemplo es el aumento salarial, de 8,9 a 10 dólares por hora, realizado por Walmart, uno de los mayores empleadores de Estados Unidos.
Parece una noticia excelente. Sin embargo, el 60 por ciento de los empleados de la cadena de tiendas por departamentos no trabajan las horas suficientes como para ganarse la vida. Algunos trabajan dos días por semana y ganan 640 dólares mensuales, lo que les mantiene en la pobreza.
Quizá sea solo una coincidencia, pero la tasa de suicidios en Estados Unidos, que era de 11 por cada 100.000 personas en 2005, siete años más tarde ha subido a 13. Más de 40.000 estadounidenses se quitaron la vida en 2012, más que los muertos en accidentes automovilísticos, según la Asociación Americana de Suicidología.
Pero, si analizamos los datos globales, las cosas se vuelven más claras. Las utilidades del sector financiero promedian ahora más del 20 por ciento, el doble del período que va desde la Segunda Guerra Mundial hasta la década de los 70.
Entretanto, desde 1970 el aumento de la productividad se ha reducido a menos de la mitad. Esto significa que la economía real ha crecido solo la mitad del sector financiero, que como consecuencia está frenando al resto de la economía. Un estudio del Banco de Pagos Internacionales muestra que los profesionales destacados están tratando de entrar en el sector financiero, en detrimento de otros sectores de la economía.
Las estadísticas de Europa permiten algunas reflexiones. Estados Unidos tiene 836 multimillonarios, China 213 y Alemania 103. Pero los multimillonarios españoles están en declive, son hoy 21, cinco menos que el año pasado. Su riqueza combinada es de 116.300 millones de dólares, y las ganancias del último año fueron «solo» 500 millones de dólares, poca cosa frente a los 3.200 millones de dólares ganados por Bill Gates, el hombre más rico del mundo.
Sin embargo, 500 millones de dólares corresponden a una media de 35.714 salarios anuales, equivalentes a la población de la ciudad de Teruel, en el centro-oriental español. Mientras, 116.300 millones es el equivalente a 8.307.142 salarios anuales, lo que iguala la población conjunta de las regiones de Andalucía, la mayor del país, y Baleares.
Si observamos la situación desde la microeconomía, se corrobora cómo las dos realidades son divergentes. El problema es que esos dos mundos, que deberían relacionarse a través de las instituciones políticas, el parlamento y el gobierno, se interconectan solo en casos especiales.
Un ejemplo, también en España, donde para vivir es necesario un permiso de residencia, que se obtiene incluso desde el exterior. Basta comprar dos millones de euros de deuda pública, o invertir un millón de euros en acciones, o comprar una casa de al menos 500.000 euros, para convertirse en un residente en ese país.
Desde septiembre de 2013, han adquirido ese derecho 530 extranjeros. Otros países europeos han tomado un camino similar, entre ellos Chipre, Gran Bretaña y Portugal.
Entretanto, decenas de miles de personas que afrontan el Mediterráneo para llegar a Europa, a riesgo de su vida, han vivido una experiencia muy diferente para obtener un permiso de residencia. La aventura desesperada de cruzar el mar se estima que ha causado más de 20.000 muertes.
En Gran Bretaña se discute actualmente sobre una ley de 1914, que excluye a los «nacidos no domiciliados» del pago de impuestos sobre sus ingresos o activos en el exterior. Generalmente, es suficiente para un residente en ese país declarar un domicilio en el extranjero, aunque se trate de un paraíso fiscal, como la isla de Jersey o Suiza, para convertirse en un «non-dom».
Los «non-dom» aumentan rápidamente y se estima que actualmente 130.000 personas tienen ese estatus. Esto es parte de un esfuerzo para reducir los impuestos de las personas ricas a las que se pretende atraer, mediante la creación de lagunas y nuevas regulaciones.
El presidente francés, François Hollande, aprendió a un alto precio lo que puede costar aumentar los impuestos a los ricos. Tuvo que cambiar rápidamente de rumbo, lo mismo que su par estadounidense, Barack Obama. El único líder que todavía habla de impuestos a los ricos es el Papa Francisco.
Un buen ejemplo de la paradoja de Acapulco proviene de Londres. Después de la ira popular que provocaron los sueldos desproporcionados de los banqueros y su responsabilidad durante la crisis recesiva, con recriminaciones públicas del gobierno, la Iglesia de Inglaterra y el Banco de Inglaterra, el reciente anuncio de la mejora de la economía británica, ha dado vía libre para volver a las andadas.
El banco Barclays está aumentando los sueldos un 40 por ciento y durante este años se espera un incremento salarial del 25 por ciento en todos los bancos londinenses.
Un analista financiero recién egresado de la universidad, puede contar con un salario inicial de 100.000 dólares anuales.
Esto elevará las estadísticas del ingreso medio, aunque la renta anual del 10 por ciento de los británicos más pobres se mantendrá a nivel de supervivencia. Probablemente, ellos tendrán una visión de la recuperación económica muy diferente de la de los banqueros.