«Hay diversas tecnologías para salvar y crear nuevos glaciares», nos dice el glaciólogo chileno Cedomir Marangunic.
Esto suena como una dulce promesa para Chile, un país minero que posee al menos 3.100 glaciares y la mayoría de ellos muestran un retroceso evidente, según datos oficiales.
Estas grandes masas de nieve y hielo recristalizado guardan el 69 por ciento del agua dulce del planeta. Se forman cuando la acumulación de nieve caída en las nevadas anuales excede sobremanera la cantidad que se derrite en verano, juntando enormes cantidades de material en un período geológico corto.
Pero, si se trata de una obra humana, el tiempo de creación de un glaciar depende de cuánto se invierta, dice Marangunic. El plazo mínimo para que una acumulación de nieve suficiente se transforme por completo en hielo es de tres años, añade.
«Se debe simular el proceso natural, vale decir que la acumulación invernal sea mayor que la fusión veraniega. Y esto no es difícil de lograr, lo importante es poder hacerlo al mínimo coste y de manera ambientalmente sostenible», asegura Marangunic, geólogo de la Universidad de Chile y doctorado en glaciología en la Universidad Estatal de Ohio, Estados Unidos.
Las técnicas que ha probado «apuntan a reducir la fusión en la superficie del hielo o la nieve, o bien a incrementar la acumulación de nieve», señala.
En las pruebas realizadas en Chile se cubrió con detritus rocosos un depósito artificial de hielo, reduciendo la ablación (pérdida de masa por derretimiento u otras causas). a un cuarto o un quinto de lo normal, nos explica el experto.
Marangunic, director de una empresa que realiza proyectos e investigaciones en glaciares, nieve y avalanchas, también hizo experimentos trasladando una masa de hielo de un lugar a otro en 2007.
Con camiones mineros, se movieron en un día 30.000 toneladas de hielo a un sitio ya preparado. Mientras en su lugar original el hielo retrocedía unos 15 centímetros por año, en su segunda ubicación se redujo 30 centímetros el primer año, pero luego la pérdida se hizo más y más lenta, tal como se esperaba. En 2012, el hielo solo retrocedió tres centímetros.
El especialista probó transformar un campo de hielo en un pequeño glaciar, construyendo una valla, como las que se usan para la protección de avalanchas o en las canchas de esquí, y modificándola para alterar el tránsito del viento durante las tormentas. Eso permitió duplicar la acumulación de nieve.
Entre las técnicas más empleadas «destaca cubrir parte de la superficie de un glaciar con una manta de material geotextil, que reduce la ablación desde la superficie», explica el glaciólogo.
Marangunic advierte de que hay que tomar precauciones, por ejemplo, cuando un glaciar es impactado «se agrega agua a su cuenca por la fusión acelerada de la masa de hielo, pero luego se resta durante la acumulación artificial».
Todo el proceso, reconoce, «puede afectar al ecosistema local, que debe manejarse para evitar dañarlo».
Para el director de Greenpeace Chile, Matías Asun, se trata de un estudio no concluyente, que no posee «base alguna para señalar que esa sea una tecnología viable, suficiente, exitosa, efectiva en costes y, menos todavía, posible de realizar en todos los perímetros donde hay zonas glaciares».
En un invierno seco, por ejemplo, no habría nieve suficiente para la acumulación que necesita un nuevo glaciar. Y, por el cambio climático, todo indica que habrá más y más inviernos secos, dice Asun.
«No dudo de que hay muy buenas intenciones en quienes quieren intentar desarrollar estrategias de protección de glaciares, porque en efecto, parte importante de los riesgos podrían minimizarse», dijo Asun. «El punto central es proteger los glaciares que existen de manera efectiva. Los glaciares están ahí y deberían seguir ahí», sentencia.
En América Latina, el 82 por ciento de las reservas de agua dulce en glaciares están en Chile, según Greenpeace. Pero una buena parte de los glaciares chilenos están o estarán amenazados por el cambio climático y las faenas de la gran minería.
«Son una reserva estratégica de agua y también una parte importante del patrimonio de la región, y hoy en día no están protegidos por ley», como en la vecina Argentina afirma Asun. La actual legislación permite que un proyecto productivo afecte a un glaciar, si el impacto es explicitado en el estudio de impacto ambiental y compensado de alguna forma.
En una reciente intervención ante el parlamento, el glaciólogo Alexander Brenning, de la Universidad canadiense de Waterloo, aseguró que la magnitud de las intervenciones en glaciares de Chile no tiene parangón en el mundo e instó a evaluar sus efectos acumulativos.
El Poder Legislativo estudia un proyecto de ley que incluiría una definición clara de lo que es un glaciar y un catastro permanente.
Para Marangunic es esencial que esa definición no cierre parte importante del territorio a todo tipo de actividades, como turismo o proyectos de desarrollo, «sin aportar nada a la persistencia de los glaciares».
Se debe establecer el dominio de los glaciares, principalmente los que están ubicados en un terreno privado, observó.
«¿Se podrán adquirir y vender, como ocurre con los derechos del agua?», cuestiona el experto, recordando el Código de Aguas de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), que transformó ese recurso en propiedad privada.
Proyectos mineros como Los Bronces, de la empresa Anglo American, Andina 244 y Escalones, de la estatal Corporación del Cobre de Chile, y Pascua Lama, de Barrick Gold, son la principal amenaza para varios glaciares de este país, indican los ambientalistas.
Para Marangunic, en cambio, si bien «alguna minería» daña los glaciares, «la contaminación ambiental en grandes urbes, como Santiago, o el humo de la quema de pastizales y de bosques» también dejan sus huellas en esos hielos. Por eso, a su juicio, la futura ley debería aplicarse por igual para todos. «¿Cómo podrá castigarse a Santiago por producir la contaminación que afecta a los glaciares de la cordillera?», cuestionó.
Lograr que cese el retroceso de un glaciar puede conseguirse en un año, si se trata de uno relativamente pequeño. «Pero conseguir que se recomponga a sus dimensiones históricas uno que ha estado reduciéndose durante décadas o siglos, seguramente tomará un tiempo similar», que podría acelerarse con una alta inversión, dijo.
Para Asun, «la urgencia hoy no es esperar miles de años para poder reproducir otro glaciar a ver si resulta, sino proteger lo que hay».
Jugando a ser Dios «ya vimos lo que pasó con Jurassic Park. Si los glaciares están ahí, protejámoslos», concluyó.