El alcalde de Londres pedalea a diario, en Holanda el exprimer ministro lo usaba como transporte oficial y en Dinamarca lo usa el gobierno en bloque. Ver una calle hasta arriba de bicletas, es lo normal en Copenhague. En Stenlose, a 35 kilómetros de la capital, todas las viviendas se han construido bajo el concepto de eficiencia energética. Tienen paneles solares, reciclan el agua de la lluvia, tienen aislamiento térmico y acústico...
Todas estas aplicaciones tecnológicas han encarecido un poco el precio de las viviendas, pero el sobrecoste se amortiza en unos años al reducirse los gastos en energía. Mejora la salud, la economía doméstica y de paso luchan contra el cambio climático, porque las viviendas apenas emiten CO2.
Más del 40 por ciento de toda la energía que consume Europa la gastan los edificios, sobre todo en calefacción y aire acondicionado. «Lo absurdo, dicen los responsables medioambientales daneses, es que contamos con la tecnología capaz de reducir en un 80 por ciento ese despilfarro».
Empresas danesas, como Rockwool, son líderes mundiales en ofrecer soluciones para la eficiencia energética y en demostrar que no sólo es cuestión de ahorrar costes. También podría solucionar nuestras maltrechas economías.
T. Nordli, asesor de la empresa, apunta «hay mucho que hacer para acondicionar los viejos edificios y hacer ese trabajo para reconvertirlos a la eficiencia energética supondría la creación de más de 500.000 empleos en Europa.» Casi todos en la construcción, uno de los sectores más afectados por la crisis en España.
A los daneses solo les hizo falta conocer la crisis de 1977 para aprender rápidamente la lección y dejar de ser vulnerables a ese modelo económico. Llevan 40 años de ventaja. Durante ese tiempo han investigado, desarrollado y comprobado los beneficios de las energías renovables. La gran apuesta ha sido la energía eólica que ya genera casi el 25 por ciento de la electricidad que se consume en el país. También se abastecen de energia solar, geotérmica o maremotriz, la fuerza de las olas.
Según el ministro de energía y construcción danés, Martin Lidegaard «nuestros ciudadanos tienen claro que es una inversión y que habría sido más caro no hacerlo». El gobierno calcula que en 2050 podrán independizarse de los combustibles fósiles y ya no tendrán que importar hidrocarburos. Sabemos, dice Lidegaard que «nuestro futuro energético nos permitirá usar nuestros propios recursos naturales y ganar no sólo un futuro más limpio, sino también más seguro y más barato».
Se trata de generar energía, pero también de ahorrarla. Para el gobierno la eficiencia es una de las claves de la independencia energética. En los últimos años Dinamarca se ha convertido en un ejemplo de que las energías verdes no sólo son una cuestión ética , también pueden ser un negocio muy rentable. Los daneses son un referente tecnológico en energías renovables y exportan soluciones al resto del mundo. El gobierno ha mostrado su desilusión porque durante la presidencia de la UE no han podido convencer a sus socios de la necesidad de renovar los sistemas energéticos y conectarlos a una red de distribución común.
Desde el inicio, Copenhague ha intentado ofrecer la apuesta por el crecimiento verde como salida a al crisis. Dyck-Madsendel, del Consejo Ecológico de ese país, se pregunta por qué «hay tanta resistencia en otros países a poner en marcha algo que es tan eficaz y tan inteligente económicamente». El ministro de energía responde «el coste de no hacer nada es probablemente más alto que el de hacerlo» y añade «es el futuro y lo sabemos, por más que los problemas diarios de la crisis europea estén eclipsando una urgente y necesaria agenda».
En la Unión Europea se está negociando la futura directiva sobre Eficiencia Energética, impulsada por la presidencia danesa, y que obligaría a renovar el 3 por ciento de los edificios públicos y a ahorrar un 20 por ciento de energía para el 2020. Pero choca con los problemas económicos de algunos países europeos, que están tratando de rebajar estos objetivos.