Antes de dimitir el conservador Borisov, despidió a su ministro de finanzas, prometió reducir los precios energéticos y castigar a las compañías extranjeras por aumentar los precios. Unas medidas insuficientes para los ciudadanos que durante 10 días se han manifestado en las principales ciudades del país. La mayoría de los búlgaros están insatisfechos con los altos costes energéticos, los monopolios en ese sector, el bajo nivel de vida y la corrupción, en el país más pobre de la UE.
Los 25 heridos han sido la gota que ha colmado el vaso. «A partir de hoy el Gobierno no tiene nada que hacer. Cada gota de sangre para nosotros es una mancha. No puedo ver un Parlamento rodeado por tapias», ha dicho el líder populista esta mañána en la Asamblea Nacional.
Las principales compañías eléctricas que operan en el país, la austríaca EVN y las checas CEZ y Energo-Pro, han aumentado las tarifas de la luz un 13 por ciento a principios de año, en un país donde el salario mínimo es de 155 euros, el medio se sitúa alrededor de 350 euros y las pensiones son de 75 euros. Este aumento de las tarifas energéticas se unen al descontento de la población por la crisis económica. La Comisión impuso unas drásticas medidas económicas hace cuatro años que han permitido al gobierno reducir el déficit al 2 por ciento y situar la deuda en el 16 por ciento del Producto Interior Bruto, a costa de aumentar el paro y reducir los servicios públicos.
La difícil situación política de Boiko Borisov, exguardaespaldas del dictador Todor Zhivkov, se inició con el controvertido referéndum sobre la posibilidad de construir una segunda planta de energía nuclear en Belene, cerca de la frontera con Rumanía. La baja participación lo invalidó, pese a que el 60 por ciento de los que habían votado apoyaron la propuesta. El cierre de sus reactores nucleares, ya obsoletos, fue una condición para su ingreso en la UE en 2007.