El 1 de mayo 2004 la Unión Europea vivió un de los hitos más importantes de su historia: culminó el proceso de anexión de 10 nuevos países con 75 millones de nuevos ciudadanos que para la Unión significó 455 millones de personas, 21 idiomas oficiales e incontables nuevas tradiciones, costumbres y culturas que han enriquecido el patrimonio común.
Los principales objetivos de esta ampliación fueron el económico y la superación definitiva del totalitarismo que muchos de los nuevos Estados miembros habían sufrido en el pasado. Excluyendo a Malta y Chipre, todos los demás países habían formado parte del bloque soviético: Polonia, Letonia, Estonia, Lituania, República Checa, Eslovenia, Eslovaquia y Hungría y una de sus aportaciones más relevantes fue sin duda el acercamiento de la Europa Oriental y la Occidental.
El proceso de ampliación no se detuvo ese día, en 2007 se añadieron también Rumanía y Bulgaria, y el 1 de julio de 2013, con la adhesión de Croacia la UE alcanzó su forma actual con 28 países. En el horizonte está la probable entrada de Islandia y Turquía, que en este momento parece muy lejana, al igual que las de los otros candidatos Montenegro y Macedonia o las de Kosovo, Serbia, Bosnia y Herzegovina y Albania; La futura entrada de Ucrania se ve cada vez más difuminada.
Tratando de hacer una comparación entre la situación actual y la de hace diez años, hay que admitir que la euforia que acompañó a aquel "big-bang" de la ampliación, con sus previsiones económicas, políticas y estratégicas parecen muy lejanas. Los grandes logros obtenidos en su momento, con el crecimiento en pocos años de 175 mil a 500 mil millones de euros y alrededor del 50% de aumento del PIB de los nuevos miembros, ahora parecen cosa del pasado.
Por supuesto, en ese momento la UE estaba en ebullición: un año antes, en 2003, había entrado en vigor el Tratado de Niza, se había celebrado el décimo aniversario del mercado único, se firmó el Pacto de seguridad entre la UE y la OTAN y el 16 de abril el Tratado de Atenas que permitió el ingreso de los nuevos Estados miembros.
Durante estos diez años, sin embargo, sobre todo después del inicio de la crisis económica en 2008, las cosas han cambiado drásticamente. Los Estados miembros y las instituciones europeas han tenido graves problemas para gestionar la crisis y este contexto ha abonado el terreno para el populismo que ha brotado en Europa en los últimos años. Se ha producido un fuerte aumento de los partidos de extrema derecha en muchos de los países miembros, (Amanecer Dorado en Grecia, el Partido de la Libertad en Holanda y Austria, el Frente Nacional en Francia), y han aparecido nuevos movimientos xenófobos y anti-europeos.
En un informe del Eurobarómetro, en el que evaluó a posteriori, la entrada de los 10 nuevos países: el 66% de los encuestados cree que una Europa tan amplia es difícil de manejar, y el 56% que la adhesión ha llevado a una pérdida de puestos de trabajo en los 15 «antiguos» Estados miembros. La mitad de los encuestados dijeron que había aumentado el grado de inseguridad en la UE. A pesar de estos datos negativos, una mayoría considera la ampliación como una gran oportunidad para viajar, moverse y trabajar libremente en los nuevos países miembros.
El hecho es que los ciudadanos europeos son cada vez más escépticos en materia de seguridad, economía y estabilidad política de la Unión. En el fondo, se piensa, que la UE todavía tiene que asumir los efectos de las recientes ampliaciones, tratando de preservar la estabilidad, la paz y la seguridad en el continente.
Las prioridades de los ciudadanos europeos se definen en otra encuesta del Eurobarómetro, según la cual para el 40% de los europeos es prioritaria la solución de los problemas económicos. Los otros objetivos son controlar la inmigración (25%) y resolver los problemas culturales y religiosos (21%). Sólo para el 14% de los encuestados es más importante garantizar el papel de la UE en el mundo y mantener la estabilidad de las fronteras europeas.