Dietas sostenibles

Las dietas deben ser sostenibles, apuntan la FAO y Bioversity, por lo que hay que actuar inmediatamente para mejorar la salud de los seres humanos y del planeta. Hambre o sobrepeso, el mundo se alimenta mal, lo que provoca enfermedades y afecta al medioambiente.

Un hombre ante una selección de platos de comida
Platos variados / Foto: Youtube

«A pesar de los muchos éxitos de la agricultura en las últimas tres décadas, es evidente que los sistemas alimentarios y las dietas no son sostenibles», explica Barbara Burlingame, asesora principal de la Dirección de Nutrición y Protección del Consumidor (FAO), en un prefacio al libro «Dietas sostenibles y biodiversidad».

Burlingame señala que «mientras que más de 900 millones de personas en el mundo sufren de hambre, un número superior - alrededor de 1 500 millones- tienen sobrepeso o son obesos, y se estima que 2 000 millones sufren deficiencia de micronutrientes como la vitamina A, hierro, o carencia de yodo».

El problema de alimentar a la creciente población mundial ha sido visto hasta ahora en gran medida en términos de proporcionar cantidades suficientes de alimentos, pero el ritmo de pérdida de biodiversidad y degradación de los ecosistemas y los problemas de salud que se derivan de ellos, hace que sea urgente planterase la calidad de los sistemas agrícolas y alimentarios. Las dietas insuficientes están vinculadas a un notable incremento de las enfermedades no transmisibles, como la diabetes y las enfermedades cardiovasculares, en todo el mundo.

La agricultura industrial con un uso intensivo de insumos y el transporte de larga distancia han hecho que los hidratos de carbono refinados y las grasas sean asequibles y estén disponibles en todo el mundo, dando lugar a una simplificación general de las dietas y la dependencia de un número limitado de alimentos energéticos. Pero este tipo de alimentos carecen de nutrientes de calidad y conllevan elevadas emisiones de carbono y consumo de agua. Los alimentos baratos y de elevado poder calórico han tenido también un coste en relación a los sabores, la diversidad y las tradiciones culturales.

En la actualidad sólo tres importantes cultivos básicos -maíz, trigo y arroz-, proporcionan el 60 por ciento de la energía alimentaria de origen vegetal a nivel mundial, mientras que, con el aumento de los ingresos en las economías en desarrollo, un gran número de personas están abandonando los alimentos tradicionales de origen vegetal, por dietas ricas en carne, productos lácteos, grasas y azúcar.

El libro sostiene que las dietas y los métodos modernos de producción de alimentos juegan un papel importante en la disminución de la diversidad genética de plantas y animales, con 17.291 especies de un total de 47.677 censadas por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) consideradas en peligro de extinción.

Emile Frison, Director General de Bioversity International, que tiene su sede en Roma, señala que «hay una necesidad urgente de cambiar el paradigma de la producción agrícola con el fin de integrar la dimensión de la calidad nutricional en nuestras decisiones sobre qué producir y dónde». «Esto nos obliga a ir más allá de los alimentos básicos y fijarnos en los cientos y miles de especies vegetales y animales olvidadas e infrautilizadas y que pueden significar la diferencia entre una dieta sostenible y otra insostenible».

En Kenya, por ejemplo, Bioversity ha ayudado con éxito a reintroducir una serie de hortalizas de hoja verde -hasta hace poco consideradas como alimento de personas pobres- en las dietas y los mercados locales. La promoción de plantas tradicionales, como hierba mora, hojas de calabaza, cintas y espinacas de la India, ha aumentado la demanda tanto en los hogares como en el mercado. Los pequeños agricultores también se benefician.

En la India, algunos cereales saludables, como el mijo mayor y el mijo africano se han reintroducido en las zonas donde habían sido abandonados debido a las políticas gubernamentales que promueven la producción de yuca para almidón. También se está trabajando para promover cereales nativos andinos como la quinua el «grano de oro de los Incas», y el amaranto a nivel internacional. Las Naciones Unidas han declarado 2013 como el Año Internacional de la quinua.

Frison defiende que «la transición de las dietas basadas en alimentos energéticos con alto contenido de grasas y azúcares no es inevitable». «Debemos hacer un gran esfuerzo -añade- para garantizar que todas las personas en el mundo no sólo tengan una alimentación adecuada, sino una nutrición que pueda satisfacer sus necesidades». «Nuestros sistemas alimentarios deben ser objeto de transformaciones radicales para una utilización más eficiente de los recursos y mayor eficiencia y equidad en el consumo de alimentos y hacia dietas sostenibles, asegura por su parte, Burlingame.

«Las dietas sostenibles pueden suponer el consumo de alimentos con un menor impacto de carbono y consumo hídrico, promoviendo el uso de la biodiversidad alimentaria, incluidos los alimentos tradicionales y locales, con sus muchas especies y variedades ricas en nutrientes», añade Burlingame. «También pueden contribuir a una transición hacia una agricultura orientada hacia la nutrición y respetuosa con el clima y sistemas alimentarios basados igualmente en la nutrición.»