El 17 de abril de 1996, un grupo paramilitar acribilló a balazos a 19 campesinos y campesinas que defendían el uso de su tierra de cultivo en Brasil. Desde entonces, la fecha conmemora la lucha de todos aquellos campesinos y agricultores que defienden su derecho a seguir trabajando la tierra con justicia y libertad frente a las presiones del mercado y las grandes multinacionales.
Hoy, el Día Mundial de la Lucha Campesina coincide con la celebración de la V Semana Estatal contra los Transgénicos y por la Soberanía Alimentaria, una iniciativa respaldada por asociaciones agrícolas (COAG, Plataforma Rural, SEAE...), la Confederación de Consumidores y Usuarios (CECU) y varios grupos ecologistas (Greenpeace, Amigos de la Tierra, Ecologistas en Acción) que denuncian los nocivos efectos sociales, económicos y ambientales de los cultivos transgénicos.
Jerónimo Aguado, de la Plataforma Rural, ha defendido frente al Ministerio de Agricultura español, «la agricultura libre, viva y digna de la gente del campo, que se encuentra amenazada por las enormes extensiones de cultivos transgénicos, un instrumento de las empresas agroindustriales que destruyen el modelo de agricultura social y sostenible y vulneran el derecho a decidir qué comemos y qué cultivamos».
A la pérdida de Soberanía Alimentaria también se ha referido Ana Etchenique, vicepresidenta de CECU, portavoz de los consumidores, que ha destacado la «indefensión del consumidor ante un etiquetado deficiente que no advierte correctamente de la presencia de productos genéticamente modificados en nuestra alimentación».
Etchenique ha recordado que para las empresas sólo es obligatorio poner en la etiqueta el uso de Organismos Modificados Genéticamente (OMG) cuando superan el 1%, una legislación, a juicio de Blanca Ruibal, de Ecologistas en Acción, «absolutamente insuficiente» más aun cuando crecen las evidencias científicas que revelan el lado más oscuro de los transgénicos.
España, el país con más transgénicos de Europa
Esos informes, que plantean serias dudas sobre los efectos a largo plazo de los organismos transgénicos en nuestra salud y sobre su impacto sobre el medio ambiente han llevado a países como Francia, Alemania, Italia, Polonia, Grecia, Bulgaria, Luxemburgo, Suiza, Irlanda, Hungría y Austria ha prohibir estos cultivos en sus territorios. Al mismo tiempo, España concentra el 90% de los cultivos transgénicos del territorio europeo y ya hay más de 76.000 hectáreas de maíz modificado genéticamente en nuestros campos.
«España es el único país europeo que sigue cultivando transgénicos a escala y con gran secretismo, por cierto, porque nadie sabe dónde están y nadie está evaluando sus daños», denuncia la Plataforma Rural.
Además de la lectura del manifiesto, las organizaciones ecologistas y agrarias han entregado a Miguel Arias Cañete, ministro de Agricultura, un álbum con cientos de fotos de personas que muestran su rechazo a los alimentos transgénicos y le han pedido que los prohíba. «Los transgénicos solo están beneficiando a las dos o tres empresas trasnacionales que comercian con sus semillas pero ni se ha demostrado que sean más productivas que otras ni que se estén usando para paliar el hambre, sólo está comprobado que requieren de más productos químicos para su cultivo y que acaban con la biodiversidad de los campos», asegura David Molina, de Ecologistas en Acción.
Para la Sociedad Española de Agricultura Ecológica (SEAE), que se une a la V Semana Estatal contra los Transgénicos y por la Soberanía Alimentaria, cada vez existen más evidencias de que la ingeniería genética y la biotecnología son incompatibles con la agricultura ecológica, con el progreso humano y con la sostenibilidad.
Para la SEAE, los transgénicos no han cumplido ninguna de las promesas que se les asociaban, como solución de problemas globales como el hambre o el equilibrio ambiental, es más, han profundizado las desigualdades entre Norte y Sur y frente a la autonomía alimentaria están generando una peligrosa dependencia de semillas propiedad de unas pocas empresas.
La SEAE, además, denuncia la dificultad que existe en España para cultivar maíz ecológico a causa de la contaminación de los campos vecinos a los cultivos con transgénicos, altamente invasivos, o las consecuencias, todavía imposibles de valorar, de los transgénicos en el suelo, la biodiversidad y las salud de las personas.
Alternativas ecológicas a gran escala
La Federación Internacional de Movimientos de Agricultura Ecológica (IFOAM) quiere ampliar su actuación basada en la agricultura ecológica hacia la agroecología para abarcar no sólo la producción en finca, sino también lograr un desarrollo sostenible de toda la cadena agroalimentaria biológica.
Así lo ha asegurado Eva Torremocha, miembro español de la junta directiva internacional de IFOAM, entidad que engloba a más de 700 organizaciones internacionales de unos 170 países, que con el enfoque agroecológico pretende también incidir en la parte social. Con este nuevo enfoque se está elaborando un código de buenas prácticas para conseguir que todos los eslabones de la cadena agroalimentaria ecológica realicen trabajos lo más sostenibles posible.
«La agricultura ecológica es el sistema más respetuoso con el medio ambiente, pero hay aspectos que aún se pueden mejorar», ha señalado Torremocha. Por ejemplo, potenciar en Europa la producción de piensos ecológicos, que es necesario importar para abastecer a la ganadería, a través del cultivo de forrajes y oleaginosas biológicas, ya que de esta forma, el gasto energético que supone importar un producto se reduciría.
El objetivo es tener listo el código para finales de 2014 y que abarque desde la producción inicial de un producto hasta que este llega al consumidor, para ver dónde se puede incidir y actuar para lograr procesos cada vez más sostenibles y respetuosos con el medio ambiente.
El grupo de trabajo creado al efecto cuenta con la colaboración de agricultores y ganaderos, comercializadores, empresas de distribución eco, investigadores, consumidores, entre otros, para evaluar todas las partes de la cadena.