El Día Mundial de la Ayuda Humanitaria se celebra en memoria de las víctimas del atentado de 2003 contra la sede de las Naciones Unidas en Bagdad, que causó la muerte de 22 personas, incluida la del Representante Especial de las Naciones Unidas en Irak, Sergio Vieira de Mello.
La comisaria europea de Cooperación Internacional, Ayuda Humanitaria y Respuesta a las Crisis Kristalina Georgieva,, se encuentra en Irak, estudiando las necesidades de cientos de miles de civiles atrapados por los combates.
Con ocasión de este día la comisaria ha emitido un comunicado en el que entre otras cosas dice que el mundo está cambiando y no para mejor: «La situación ya no es la de siempre para los trabajadores humanitarios ni aquí ni en ningún otro lugar. El aumento del número y el carácter cambiante de los conflictos hacen aún más frágil nuestro mundo.»
Añade que «En el Oriente Próximo, estamos asistiendo a unos niveles espantosos de violencia, sin perspectivas de que acabe el sufrimiento de los civiles inocentes. A lo largo y ancho de África, desde Mali al oeste hasta Somalia en el este, pasando por el norte de Nigeria, la República Centroafricana y Sudán del Sur, millones de civiles están atrapados en una zona de conflictos alimentados en parte por el odio étnico y religioso. Aportar ayuda y asistencia a los niños, las mujeres y los ancianos se está volviendo cada vez más difícil.»
Todas esas dificultades hacen más peligrosa la tarea de los trabajadores humanitarios. Georgieva recuerda que el número de ataques contra estos trabajadores se ha cuadruplicado desde 2003.
Para la comisaria «El efecto combinado del cambio climático, el rápido crecimiento de la población en lugares como el Sahel y la ola creciente de extremismo provocarán ineludiblemente más conflictos y más hambre y obligarán a más personas a abandonar sus hogares y medios de vida.»
Aumentan los ataques contra los trabajadores humanitarios
Los atentados contra trabajadores humanitarios son cada vez más frecuentes. Según datos de aidworkersecurity.org, en 2013 hubo un número de ataques sin precedentes, 454 de ellos fueron agredidos y más de un tercio de las víctimas (155) perdieron la vida.
Los ataques van dirigidos sobre todo contra el personal nacional y solo una de cada seis víctimas pertenece a los trabajadores humanitarios internacionales (datos de 2013). Afganistán se encuentra a la cabeza de esas zonas más peligrosas, con 400 incidentes entre 1997 y 2013, el doble que el segundo país en la lista, Somalia.
Todos los meses sin excepción, desde mediados de 2010, se producen atentados contra trabajadores humanitarios en Afganistán. En junio de este año, ocho trabajadores de una oenegé encargados de la retirada de minas fueron asesinados y otros tres resultaron heridos mientras trabajaban en la neutralización de un campo de minas.
En Somalia, en diciembre de 2013, cuatro médicos (tres sirios y un somalí) fueron asesinados por hombres armados mientras se dirigían a una clínica. Dos guardaespaldas fueron asesinados y un médico sirio y otro somalí resultaron heridos en el mismo ataque.
La República Centroafricana se ha convertido últimamente en uno de los países más peligrosos para los trabajadores humanitarios. La situación de seguridad se ha deteriorado desde mediados de 2013. En abril de este año, tres trabajadores humanitarios fueron asesinados por miembros del antiguo grupo Seleka durante una reunión con los líderes de las comunidades en la que se debatía sobre la asistencia médica y el acceso a la sanidad. Otras quince personas, todas líderes locales, fueron también asesinadas.
En Siria continúan los ataques contra trabajadores humanitarios. Casi 60 de ellos han sido asesinados desde 2011, los atentados contra ambulancias y vehículos de Naciones Unidas se suceden, así como secuestros de personal humanitario.
La Unión Europea es, en su conjunto, el mayor donante de ayuda humanitaria del mundo. Y la mayoría de los europeos apoya que así sea. Según los resultados de una encuesta realizada el año pasado, nueve de cada diez europeos considera que es importante que la UE financie este tipo de ayuda. Y ocho de cada diez coincide en que la UE debe continuar prestando esta asistencia pese a la crisis económica actual.