Tras los brindis y las felicitaciones de los 27 por el resultado del referéndum en Irlanda, en el que el Tratado de Lisboa se ha visto respaldado por el 67% de los votantes, en la UE se ha pasado la hoja del calendario y se busca la ratificación inmediata de un texto en el que todos confían para dar nuevos bríos a Europa y salir ordenadamente de la crisis económica.
Pasado el susto irlandés, quedan dos piedras en el camino: la firma de los presidentes de Polonia y la República Checa. El polaco Lech Kaczynski no debería ser obstáculo, porque vinculó su firma al resultado del referéndum irlandés, pero el checo Vàclav Klaus juega con más armas.
EL PAÍS editorializa hoy sobre las lecciones de la consulta irlandesa y saca dos conclusiones: que no debe haber ampliaciones de la UE sin las oportunas reformas institucionales y que deben fijarse reglas para poder excluir a un socio desleal, como es el caso del «euroretrógado» Klaus.
ABC pide a Klaus que dimita, en lugar de torpedear el proceso de construcción europea, y avisa de que la crisis económica ha demostrado que «las posiciones nacionalistas resurgen y hemos rozado una frontera extremadamente peligrosa para Europa». El Tratado de Lisboa tiene grandes capacidades y ahora se hace necesario que los líderes estén a la altura.
Precisamente el problema, según LE MONDE, es que «nadie sabe como presionar al presidente checo que podría sacar partido de su aislamiento jugando la baza nacionalista».
Praga representa hoy el problema más inmediato en la UE, porque aún nadie quiere plantearse qué pasará si los conservadores británicos llegan al poder en las próximas elecciones. THE GUARDIAN dice que el líder tory, David Cameron, mantiene una «desesperada lucha para evitar la división en su partido». El ala derecha de los conservadores pide ya un referéndum sobre Lisboa en el Reino Unido, aunque el Tratado entre en vigor y Tony Blair suena cada vez más como el futuro presidente de la Unión Europea. euroXpress