La charla ha reunido a cuatro personalidades clave de la historia reciente de la UE: Solana, ex Alto Representante de Política Exterior de la UE, Bonnino, ex comisaria y ministra italiana, y Maystadt, antiguo presidente del Banco Europeo de Inversiones. Así, han tratado temas económicos, el desafío de los partidos radicales en la próximas elecciones europeas y la política exterior. Y sobre todo, han elogiado ese 'savoir faire' entre bastidores de Van Rompuy.
Era primer ministro belga, cargo que sólo ostentó unos meses, cuando le surgió la oportunidad de presidir por vez primera en la historia el Consejo Europeo. Debía lidiar con entonces veintisiete países, veintisiete egos. Sin embargo, ha asegurado que por el hecho de ser belga ya está acostumbrado a las negociaciones. Entonces no sonaba como favorito, sino el primer ministro británico Tony Blair. «Si hubiese sido escogido como Presidente Tony Blair, se hubiese prodigado por los medios, diciendo que él era la solución», ha declarado Maystadt.
El belga de origen flamenco, católico –suele retirarse a un monasterio una vez al año para meditar- y amante de los haikus, poemas japoneses muy breves, ahora se va en silencio, con un libro que explica ese método entre bastidores, durante el encuentro ha hablado entre risas y bromas, muy insólitas en sus apariciones públicas. Y ese sistema de actuar con un perfil bajo es inteligente, según palabras de Solana, porque tiene el objetivo de «buscar equilibrio», sobre todo, para lidiar con tantos Gobiernos a la hora de llegar a un acuerdo.
Van Rompuy ha recordado la crisis del euro, las largas noches de mercados alborotados, y países rescatados. Cayó Grecia y no se podía salvar con el presupuesto europeo, «debíamos crear nuevos instrumentos». Sin embargo, también ha subrayado que Europa ha cometido «errores, errores colectivos». En especial, la creación de una moneda común, en la que faltaban estructuras. Ha puesto el ejemplo de España, país que «antes de la crisis, ya tenía un 18% de desempleo». «Luego vino la crisis económica, el PIB cayó rápidamente, y faltó crédito público y privado», ha aseverado.
Cinco años después de ser elegido para ser una de las caras más visibles de la UE, deja su puesto tal y como entró, en silencio y con poco ruido. Deja a una Europa con más desafíos, menos turbulencias económicas, pero con retos en el plano internacional y económico. En el primero, Ucrania y las relaciones con Rusia, muy tensas «y mucha desconfianza mutua», según Van Rompuy. Sin embargo, la política exterior también se ha apuntado otros tantos con la negociación con Irán y Kosovo. Por otra parte, las reformas estructurales en materia económica deben seguir su curso en una Europa que ya no le queda ni cinturón que apretarse. En cinco años Van Rompuy cree que darán sus frutos, pero que ahora hay «una idea menos romántica de esa Europa», que «ha perdido la inocencia» por la crisis económica.