Washington, (IPS) - A última hora del lunes 1, la activista de Wikileaks, Sarah Harrison, entregó en mano 21 cartas a Kim Shevchenko, oficial de guardia del consulado ruso en el aeropuerto moscovita de Sheremetyevo, a favor de Edward Snowden, el denunciante de la estadounidense Agencia Nacional de Seguridad (NSA).
Las cartas eran peticiones de asilo dirigidos a embajadas de 21 países: Alemania, Austria, Bolivia, Brasil, China, Cuba, Ecuador, España, Finlandia, Francia, Holanda, India, Irlanda, Islandia, Italia, Nicaragua, Noruega, Polonia, Rusia, Suiza y Venezuela.
«Aunque no he sido condenado por ningún delito, (el gobierno de Estados Unidos) revocó mi pasaporte de modo unilateral, dejándome en situación de apátrida», dijo Snowden en un comunicado que se publicó en el sitio de Wikileaks.
«Sin orden judicial, el gobierno intenta impedirme ejercer un derecho fundamental. Un derecho que pertenece a todos. El derecho a solicitar asilo», agregaba Snowden.
Washington no oculta su furia porque Snowden publicó decenas de documentos ultrasecretos que prueban que el gobierno viene interviniendo las comunicaciones mundiales de Internet y de sistemas telefónicos a gran escala.
Al menos un billón de documentos se interceptaron en un esquema cuyo nombre codificado es ShellTrumpet. Otro proyecto secreto, Prism, permite a la NSA recolectar información de cualquier ciudadano, alojada en servidores de empresas como Google y Facebook.
Snowden coordinó la divulgación de los documentos desde un hotel en Hong Kong, a fines de mayo, trabajando con dos reporteros estadounidenses, Glenn Greenwald y Laura Poitras, y el diario británico The Guardian. La revista alemana Der Spiegel y el diario Washington Post, de Estados Unidos, también recibieron algunos materiales.
Por estas revelaciones, el exempleado de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) es ahora un hombre buscado. El gobierno de su país lo acusó de espionaje, según una orden judicial emitida el 14 de junio con la firma del juez John Anderson, y canceló su pasaporte.
Cuando supo que las autoridades chinas le permitirían partir sin problemas, Snowden voló de Hong Kong a Moscú, el 23 de junio, con la asistencia legal de Harrison, quien llegó con un salvoconducto emitido por el funcionario consular ecuatoriano destacado en Londres, Fidel Narváez.
Snowden y Harrison están varados ahora en la capital rusa, porque Ecuador canceló poco después el salvoconducto.
Las solicitudes de asilo reflejan la frágil situación de Snowden, pues el gobierno de su país se puso al teléfono para pedir a sus pares de todo el mundo que le impidan escapar.
Rusia ha dicho que no lo deportará, pero también ha rechazado darle asilo, a menos que Snowden acepte cesar la filtración de documentos.
«Rusia jamás entrega a nadie y no pretende hacerlo ahora. Si él quiere irse a algún lugar y alguien lo aloja, no hay problema», dijo el presidente de Rusia, Vladimir Putin, en una conferencia de prensa en Moscú. «Si quiere quedarse aquí, hay una condición: debe cesar su actividad destinada a dañar a nuestros socios estadounidenses», agregó.
El presidente de Ecuador, Rafael Correa, también se distanció de Snowden tras recibir una llamada telefónica del vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden. Correa argumenta ahora que Narváez cometió un error al entregarle el salvoconducto. «El cónsul, en su desesperación, firmó el salvoconducto sin validez, sin autorización y sin que nosotros lo supiéramos», dijo Correa al Guardian. «Fue un error de nuestra parte».
La mayor esperanza de Snowden ahora es Venezuela, que ha expresado interés en su caso. «Si este joven es castigado, nadie en el mundo se atreverá a decir la verdad», indicó el presidente de ese país, Nicolás Maduro, de visita en Rusia. Pero el mandatario eludió la pregunta sobre si le prestaría asilo.
Snowden permanece en el limbo. Pero no llegó a esta situación extraordinaria sin cierta reflexión.
Este joven de 30 años, un programador informático que no asistió a la universidad, trabajaba para la CIA en Ginebra cuando tomó conciencia de la enorme red de espionaje de telecomunicaciones de la NSA, y decidió hacer algo al respecto.
Varios meses atrás, Snowden solicitó un empleo de «analista en infraestructura» a la empresa de inteligencia Booz Allen Hamilton, con sede en Virginia, con el fin de obtener documentos que probaran las actividades que llevaba a cabo la NSA.
Lo contrataron en marzo con un salario anual de 122.000 dólares y lo destinaron a una estación de la NSA en Hawai. Allí permaneció hasta fines de mayo, cuando voló a Hong Kong. «Mi cargo en Booz Allen Hamilton me dio acceso a listas de máquinas de todo el mundo que la NSA había hackeado», dijo Snowden al diario South China Morning Post.
Más aun, encontró pruebas de que la NSA almacenaba desde hace cinco años enormes cantidades de datos, haciendo uso de una interpretación secreta de las leyes. Armado con esos documentos, partió hacia Hong Kong el 20 de mayo, tras decirle a su jefe que debía ausentarse para recibir tratamiento médico para su epilepsia.
Ahora tiene ante sí un futuro incierto. Pero se manifiesta «indoblegable» en sus convicciones y confiado en quienes lo apoyan para batallar contra la NSA y la Casa Blanca.
«La administración de (Barak) Obama no teme a informadores como yo, Bradley Manning o Thomas Drake. Estamos en condición de apátridas, presos o impotentes», decía en su comunicado del lunes 1.
«No, la administración Obama les teme a ustedes. Tiene miedo de un público informado y furioso que reclame el gobierno constitucional que le fue prometido, y que debería tener».