La operación militar en Libia continúa por tercer día consecutivo sin que ahora haya detalles de los objetivos de la coalición internacional. En la noche del lunes, la televisión libia y corresponsales occidentales informaban de nuevos bombardeos sobre Trípoli y otras ciudades del norte del país. Lo que parece descoordinación en la estrategia ha llevado a una división entre los países participantes sobre el papel que ahora debe desarrollar la OTAN.
Las concisas informaciones de los ataques que, en las primeras 24 horas, dieron el Pentágono y los ministerios de Defensa británico y francés se han tornado hoy en confusión sobre qué está haciendo la coalición en Libia. Se habló de éxito en la destrucción de las defensas antiaéreas de Gadafi, pero las ráfagas de ametralladoras siguen sonando, según varios testigos, en diferentes ciudades del país.
Los bombardeos han alcanzado a uno de los palacios residenciales de Gadafi, en el que según fuentes aliadas, existía un centro de control militar. Cuando parecía haber quedado claro que Gadafi no es un objetivo de la coalición internacional, según insistieron el Pentágono y el secretario de Defensa estadounidense, Robert Gates, el ministro de Defensa británico, Liam Fox, dice que sería un objetivo legítimo. El primer ministro británico, David Cameron, ha tenido que desmentirle en los Comunes: «La resolución de la ONU tiene un alcance limitado. No otorga explícitamente autoridad legal de acción para provocar la salida de Gadafi del poder por medios militares.»
Mientras se entra en una ceremonia de la confusión, los partidarios de Gadafi combaten en la ciudad de Misrata, todavía en poder de los rebeldes, y actúan de escudos humanos para evitar las bombas de la coalición internacional. El ejército libio que tuvo que replegarse desde Bengasi hasta Ajdabiya, resiste en esa ciudad el avance de los rebeldes.
La mayoría, a favor del control de la OTAN
La cuestión ahora es quién organiza los ataques aliados y cuáles son los objetivos. Estados Unidos no quiere dirigir la operación y Francia e Reino Unido, no quieren o no pueden. De ahí a considerar que la OTAN asuma el mando y control de los ataques ha sido solo cuestión de horas.
Sin embargo, la participación de la Alianza Atlántica ha provocado una importante fisura en la coalición. El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ha dicho en su visita a Chile, que su país «cederá el mando de la operación en unos días» y que la OTAN desempeñará un importante papel. El británico Cameron lo ha justificado porque en su opinión, «la misión se beneficiaría de poder utilizar su probado funcionamiento en mando y control». A ellos se ha sumado el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi: «Es importante que el mando pase a la OTAN con una estructura de coordinación distinta a la que tenemos ahora». Italia ha amenazado con impedir el uso de sus bases si la Alianza no coordina la operación y Noruega ya ha dicho que no participará en los ataques hasta que no se aclare su misión.
Francia, sin embargo, se opone radicalmente. Según el gobierno de París, la participación de la OTAN impediría que se sumaran los países árabes. El jefe de la diplomacia francesa, Alain Juppé, ha dicho que«los que piden que la OTAN participe son los que piden también que se escuche a los árabes cuando los árabes ya han dicho claramente que no desean una implicación directa de la OTAN». También han rechazado expresamente la intervención de la organización militar Alemania ni Turquía, aunque estos países no participan en la coalición.
Los 28 embajadores de los países de la Alianza se han reunido este lunes pero solo han podido constatar las divergencias, aunque la mayoría está a favor de intervenir en Libia. El ministro de Exteriores de Luxemburgo, Jean Asselborn, parecía resumir la opinión de casi todos: «Mi país como muchos otros, no tiene más que un medio de participar, es en el marco de la OTAN».
El gobierno español no se ha pronunciado sobre el asunto. El presidente Zapatero pedirá este martes en el Congreso la autorización para participar con la misión internacional en Libia por un periodo limitado y prorrogable y propondrá el envío de un máximo de 500 militares a la zona, para proteger la zona de exclusión aérea. España aporta cuatro cazabombarderos F-18, alguno de los cuales ya ha hecho este lunes labores de vigilancia, un avión de reabastecimiento en vuelo y la fragata Méndez Nuñez, que estará en Rota, a la espera de instrucciones del mando aliado.