Más de medio siglo después, el ahora mandatario estadounidense ha asumido el reto de acercarse a su vecino país caribeño, superar enfrentamientos, rencores y tensiones mutuas e iniciar el aún incierto proceso de normalización de relaciones bilaterales.
Este 10 y 11 de abril se encontrará frente a frente en Ciudad de Panamá con el presidente cubano Raúl Castro en la VII Cumbre de las Américas.
El tema central de la VII Cumbre será "Prosperidad con Equidad: El Desafío de Cooperación en las Américas", un objetivo para el que la región necesita más que documentos y declaraciones formales.
Según el Panorama Social de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), por primera vez en esta década se observa un incremento en el número de pobres, lo cual significa que tres millones de latinoamericanos recayeron en la pobreza entre 2013 y 2014 y otros 1,5 millones engrosarán esas filas al terminar 2015.»
Guevara habló en la reunión del Consejo Interamericano Económico y Social de la Organización de Estados Americanos (OEA), el 8 de agosto de 1961, como delegado del gobierno cubano de Fidel Castro, a quien acompañó en la guerrilla que el primero de enero de 1959 derrocó al dictador Fulgencio Batista.
Ese encuentro, realizado en el balneario uruguayo de Punta del Este, fue el último en el que participó Cuba en el concierto interamericano, ya que sería suspendida de la OEA en enero de 1962, una medida que el organismo levantó oficialmente en junio de 2009.
En la Conferencia de Punta del Este, Estados Unidos formalizó la Alianza para el Progreso, una propuesta que el presidente John Kennedy (1961-1963) había lanzado meses antes y que nació para contrarrestar la influencia de la Revolución cubana en la región, tras el fracasado intento de su gobierno de invadir la isla, en abril de aquel mismo año.
Al margen de esa reunión, el argentino Guevara sostuvo, el 17 de agosto, un encuentro confidencial en Montevideo con Richard Goodwin, asesor especial para asuntos latinoamericanos de Kennedy, considerado por medios cubanos como el primer contacto directo de alto nivel entre autoridades de ambos países desde la ruptura de las relaciones bilaterales en enero de 1961.
Cinco días después, la Casa Blanca aseguró en un comunicado que esa conversación fue solo un encuentro casual durante un coctel, en el que Goodwin se limitó a escuchar.
Desde entonces, la historia bilateral registra varios intentos frustrados de acercamiento, hasta que ya retirado del poder Fidel Castro, en 2006, su hermano y sucesor y Obama sorprendieron el 17 de diciembre con el anuncio de su decisión de restablecer las relaciones diplomáticas.
De ahí que buena parte de la atención hacia la VII Cumbre de las Américas se concentre en los dos gobernantes. Obama acude por tercera vez desde 2009 a este foro del que Cuba estuvo excluida hasta ahora y al que llega como resultado de una estrategia diplomática que ha llevado al respaldo unánime por parte de la región a su reinserción y a fraguar el deshielo con Estados Unidos.
El politólogo y ensayista cubano Carlos Alzugaray considera al respecto que también hay que tener en cuenta la creciente autonomía de la región. «Se puede decir que Estados Unidos ha perdido la iniciativa y espacio de maniobra» al sur del río Bravo o el río Grande.
Tras la primera Cumbre de las Américas, en 1994, en la ciudad estadounidense de Miami, estas citas pasaron a exhibir una América Latina cada vez menos proclive a las ofertas de Estados Unidos, con un punto de quiebra en la proyectada Área de Libre Comercio de las Américas (Alca), que protagonizó la primera década de encuentros y quedó enterrada en otro de ellos.
Fue en la IV Cumbre, en la ciudad argentina de Mar del Plata en 2005, cuando el país anfitrión y otros sudamericanos rechazaron el intento de Estados Unidos y Canadá de imponer el Alca en la agenda. Entonces, habían pasado a gobernar en el sur del continente líderes de centro izquierda o izquierda, como el venezolano Hugo Chávez (1999-2013), quien llamó a convertir la reunión en «la tumba del Alca».
Como contrapropuesta, Chávez, junto con Fidel Castro, impulsó la creación en diciembre de 2004 de la hoy llamada Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), integrada por Venezuela, Cuba, Nicaragua, Bolivia, Ecuador, Dominica, Antigua y Barbuda, Santa Lucía, Granada y San Cristóbal y Nieves.
Tres años después nació la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) con la idea de favorecer un desarrollo más armónico, equitativo e integral de la región, conformada por Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Guayana, Paraguay, Perú, Suriname, Uruguay y Venezuela.
Con la excepción de Estados Unidos y Canadá, todos los países del área integran desde 2011 la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). Este foro consagró la plena reinserción de Cuba a la concertación política regional, sin la presencia de Canadá y Estados Unidos.
A este nuevo contexto internacional que arropa a la isla, Alzugaray suma las transformaciones internas que lleva a cabo el gobierno de Raúl Castro desde 2008 para modernizar su modelo socialista de desarrollo y los «cambios globales con la creciente presencia de China, en primerísimo lugar, y de Rusia, en la región».
Pero la Cumbre de Panamá, llamada a satisfacer formalmente la demanda regional del fin de la exclusión de Cuba de la cita de los 35 estados independientes de América y dar un paso significativo en la normalización de La Habana y Washington, tendría que desplazar su atención hacia la crisis entre Estados Unidos y Venezuela.
Obama emitió el 9 de marzo un decreto que declara al gobierno de Venezuela, presidido por Nicolás Maduro, como una amenaza para la seguridad de Estados Unidos, e impone sanciones a algunos de sus funcionarios, en una medida rechazada por la mayoría de países latinoamericanos.
«Ningún país tiene derecho a juzgar la conducta de otro ni muchísimo menos a imponerle sanciones o castigos por su propia cuenta», advirtió el secretario general de la Unasur, el expresidente colombiano Ernesto Samper. En su opinión, el unilateralismo impedirá a Washington mantener buenas relaciones con América Latina.
«En estas condiciones, va a ser muy difícil que Estados Unidos pueda articular una estrategia hacia la región que tenga en cuenta los intereses latinoamericanos y caribeños y la natural adaptación a los cambios», reforzó Alzugaray.
A su juicio, Obama cometió «un grave error» en la antesala de una cita que iba a ser la del reencuentro hemisférico. «La región respaldará mayoritariamente a Cuba y a Venezuela», vaticina.