Los atletas que más tiempo están en los 12 días de olimpiada son los que participan en deportes de equipo. Los nadadores han acabado sus competiciones (sólo quedan algunas disciplinas) pero entran en acción los corredores. Y no todos los que acaban sus competiciones vuelan raudos y veloces a sus países -con o sin medallas-. Hay muchos que se quedan para disfrutar de la fiesta. Ahí es donde empiezan las desavenencias extradeportivas.
El segundo fin de semana de los Juegos ha marcado una línea divisoria y una repentina transformación de algunos de los hombres y mujeres más dedicados y competitivos en forofos de la fiesta que solo quieren divertirse. La última semana de Olimpiadas tener un remero o un nadador en las cercanías ya no parece una buena idea.
Para ellos, los Juegos han terminado. Sus eventos concluyeron, los oros tienen dueño y ahora es tiempo de unirse a los espectadores y hacer algo de ruido. El remero británico Mark Hunter, campeón olímpico en el doble scull peso ligero en Pekín 2008 y ganador de una medalla de plata el sábado, explicaba como iba a pasar esta semana. «Mucha fiesta y borracheras, son los Juegos Olímpicos, es tiempo de divertirse y socializar en la segunda parte de la semana». Su compatriota Peter Wilson, quien obtuvo un oro en tiro, añade que se iba a «poner muy borracho y tal vez un poco tonto». También los ciclistas se añaden a la juerga. Bradley Wiggins, ganador del Tour de Francia y la contrarreloj olímpica este año, ya publicó en Twitter una foto suya con una botella de vodka y tónica en la mano y con las palabras «Borracho como una cuba en un minuto».
Los nadadores, acostumbrados a horas y horas en la piscina todos los días, tienen una reputación importante cuando se trata de desahogarse y distenderse. Hace 12 años, en víspera de los Juegos de Sídney 2000, el plusmarquista mundial de salto triple y eventual campeón olímpico, Jonathan Edwards, dijo lo que pensaba sobre algunos de sus colegas. «Los nadadores son repugnantes, terminan sus competiciones y se quedan en la villa de fiesta durante el resto de los Juegos». «El 90 por ciento de ellos ya no compiten por las medallas, están ahí para divertirse. Si mi sueño se ve interrumpido por nadadores volviendo de una fiesta a las 2 de la madrugada porque ya terminaron, puedo estar tentado de irme de la villa».
También está el sexo. En los Juegos de Sidney, la provisión de condones se agotó. En Londres, organizadores pusieron a disposición 150.000. Las historias de actividad salvaje, incluso en una villa donde el alcohol no está disponible, son leyendas olímpicas. Los medios no tienen permitido su entradas y, al igual que en Las Vegas, lo que sucede en la villa, se queda en la villa. «Diría que el 70 o 75 por ciento de los deportistas olímpicos», explicaba el nadador estadounidense Ryan Lochte a la revista ESPN antes de los Juegos, cuando le preguntaron cuánto sexo había en la villa.
Asegurarse de que otros competidores no tengan inconvenientes se vuelve un problema para equipos y organizadores. Colin Moynihan, timonel subcampeón olímpico, que compitió en los Juegos de 1980 y 1984 y actual presidente de la Asociación Olímpica Británica, dijo a Reuters que la situación estaba bajo control. Los remeros británicos tuvieron una fiesta el sábado, pero cerca de la sede de competición en la que se hospedaron, antes de mudarse a la villa en el este de Londres el domingo. Moynihan explica que en su experiencia en dos Juegos Olímpicos, «el sábado por la noche de la primera semana es el mayor desafío para los directivos de los equipos». «Volviendo a mi tiempo (de atleta), en Moscú y Los Angeles tuvimos fiestas fantásticas con los nadadores cuando terminábamos. Ahora está todo mucho más organizado. Hay mucha más atención puesta para cuidar al resto de los atletas», remarcó.
Para los británicos, eso significa tener una ubicación dentro de la villa alejada de los centros sociales. Todos los miembros de las delegaciones también firmaron un compromiso de valores, que incluye el respeto por los otros.