Colapso del «capitalismo casino», dumping social, la crisis no puede dividir a la UE en dos, o que el paro juvenil en España es una «vergüenza», son algunas de las frases que se han escuchado durante la jornada en Madrid. La sensación es que los sindicatos europeos siguen analizando la coyuntura económico-laboral, pero sin actuar unidos y sin saber «para donde tirar». Ni una autocrítica, pocas propuestas y ninguna mención a la pérdida de credibilidad de los representantes de los trabajadores, que no consiguen movilizar a los ciudadanos, ni siquiera «con la que está cayendo».
Así que la reunión, bajo el lema «Celebrar el pasado mirando al futuro», ha servido más para ver porqué estamos donde estamos, que no para proponer actuaciones concretas. Una de las ideas que han repetido todos los oradores, incluidos comisarios europeos y representantes de la patronal, es que hay que volver a redefinir la política social y económica. Es decir, que volvemos una vez más a la inactividad. Una práctica, por desgracia, demasiado habitual en Bruselas.
«Somos la única región del mundo que no crece, ha dicho el representante de la patronal europea, el alemán -no podía ser de otro país- Markus Beyrer. Ha hablado de reajuste, de la necesidad de definir las cuestiones fundamentales y ha defendido la reindustrialización, de nuevo, del continente para seguir creando empleo y riqueza. De sueldos y de convenios, ni una sola palabra.
«El sistema no puede dejar a los ciudadanos por el camino», es una de las frases que ha pronunciado el comisario de empleo, László Andor. Como si no fuera con él la cosa, Andor ha «radicalizado» su discurso en relación a lo que dijo hace unas semanas en Madrid en un foro empresarial. Ante los sindicatos ha reconocido que la Comisión tiene muchos problemas para alcanzar la estrategia 2020, y que la crisis social y el desempleo está aumentando las diferencias entre los países. «Europa está pagando un precio demasiado alto por la crisis», y ha añadido que, lo peor, es que no es el resultado de un desastre natural sino de las «decisiones desastrosas del sistema bancario».
Ante los representantes sindicales europeos ha defendido como fundamental, la dimensión social de la UE, y ha señalado, igual que los sindicatos, que «debemos redefinir el diálogo social para buscar salidas a la crisis». El político húngaro ha dicho que «crear una moneda única no fue una mala idea, pero se basó en un concepto infantil, porque desestabilizó el propio sistema económico. En la primera década se priorizó la gobernanza política y faltó mantener una gobernanza económica». En un lenguaje calculado, ha hablado de fracaso moral y de que la falta de buenas prácticas son las que nos han llevado hasta aquí».
Luego le ha tocado el turno al presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, que ha mostrado su capacidad de convicción, al menos entre la izquierda. Ha arrancado aplausos cuando ha denunciado que «es una vergüenza que en el continente más rico, la mitad de los jóvenes esté en el paro» y ha denunciado que «hay una lista inacabable de recortes, pero la inversión no vuelve». Schulz, que está a punto de empezar la campaña electoral para las europarlamentarias de 2014, enérgico como siempre, ha dicho que «estoy dispuesto a cambiar la UE para que se regularicen los mercados financieros». «El capital se ha internacionalizado, pero el mundo laboral sigue siendo nacional», ha dicho.
«Mi país está en una situación de desesperación», ha explicado Konstantin Trenchev, y los ciudadanos búlgaros se preguntan «¿Porqué va todo tan mal?. Seguramente no deben de ser los únicos que se hacen esa pregunta. Para Trenchev, presidente de la central sindical «Podkrepa», «los que se quieren enriquecer sólo le tienen miedo a Bruselas y a los sindicatos. Por eso no quieren sindicatos». El griego Yannis Panagopoulos, presidente de GSEE, ha recordado que es el sexto año consecutivo de recesión en su país y que ahora el FMI, reconoce que «se ha equivocado». También ha expuesto sus negros augurios para el futuro en todo el continente, «es una enfermedad contagiosa, ha dicho, que acabará extendiéndose por Europa».
El irlandés David Begg, ha denunciado que «los empresarios no quieren firmar un convenio colectivo porque saben que tienen de su lado las políticas económicas de la Comisión Europea, y eso les da poder para rechazar la firma de posibles acuerdos». A los únicos que parece que les va bien es a los nórdicos, aunque el representante de Finlandia, Mikko Mäenpää, ha recordado las duras reestructuraciones laborales que sufrieron en la crisis de los 90. La danesa Marie-Louise Knuppert, ha recomendado las pautas de sus políticas socio-laborales, en las que «cuando un trabajador se queda en el paro se le reeduca para que pueda adaptarse a otro trabajo». Y si no hay ofertas laborales, ¿qué hacen?
El italiano, Luigi Angeletti (UIL) ha sido concreto «el experimento no ha funcionado» por eso Europa es el continente donde las condiciones de vida de los ciudadanos está empeorando y estamos asistiendo al «derrumbe de la confianza de los ciudadanos» en las instituciones y en la democracia. La Confederación de Sindicatos Alemanes (DGB) ha presentado un Plan Marshall, destinado a promover el crecimiento, la inversión y el desarrollo en la Unión Europea.
El comisario de Asuntos Económicos, Olli Rehn, también ha sorprendido por su compromiso en sentarse más a menudo con los sindicatos para que le expliquen sus puntos de vista. «Europa tiene que acabar con la alarmante pérdida de empleo», ha dicho poco antes de la clausura. Al Reino Unido le ha recordado que «la UE no es una cafetería donde cada uno puede pedir a la carta».
La Confederación Europea de Sindicatos, ha puesto su punto de mira en la falta de funcionamiento democrático de la Comisión Europea. Todos se quejan de que hay decisiones sobre la política de un país, que toman la Comisión y el Consejo Europeo, pero sin que los representantes de los trabajadores puedan hacer, ni decir nada. Como ha dicho el presidente de la CES, el español Ignacio Fernández Toxo, «Europa debe seguir manteniendo el sistema social europeo, aunque haya que modificar cosas». Pero no han aclarado qué se debe modificar.