Hollande ha confesado públicamente que se propone reorientar la política europea, después de ganar las elecciones francesas y revolver la actividad de la UE dando un hipotético contenido a la retórica del crecimiento económico. En frente, tendrá a la canciller Merkel, anclada en la ortodoxia de la disciplina presupuestaria como tótem de la salvación europea. Ambos se medirán en Bruselas con 25 acompañantes que intentan resituarse según intereses particulares.
No se esperan grandes decisiones de esta cumbre, pero sí la posibilidad de deducir hasta dónde es capaz de impulsar el francés un cambio de eje en la perspectiva europea de la crisis. Más allá del replanteamiento político, Hollande tiene poco margen de maniobra. Bajando al terreno de lo concreto, el crecimiento –salvo sorpresas- se reduce a propuestas ya conocidas y, en algún caso, ya en marcha, como crear bonos de proyectos para infraestructuras que atraigan inversión privada o reflotar el Banco Europeo de Inversiones para que actúe como entidad de crédito con suficiente capital, propuestas en las que es fácil encontrar el asentimiento del resto, incluida Alemania.
El proyecto estrella de Hollande, sin embargo, será tomarse en serio el debate sobre los eurobonos, la emisión de deuda conjunta de la eurozona, en el que choca frontalmente contra los intereses de Berlín, porque se trata de favorecer la financiación de los países pobres, a costa de los ricos y ahí se mueven la solidaridad, la estabilidad financiera y el bolsillo, elementos de difícil conciliación.
La retórica del crecimiento
La Comisión Europea, que busca su papel en esta cumbre de Estados, como impulsora de las medidas de crecimiento, mide distancias entre París y Berlín y presenta una propuesta de última hora, con eurobonos a largo plazo mientras se «profundiza la integración económica y política» de la UE. Así se contenta a Merkel, que rechaza frontalmente la idea de los eurobonos para que no reduzca la presión sobre los países con dificultades en sus programas de reformas y considera «inoportuno» acelerar su puesta en marcha. Pero con esta fórmula, Bruselas respalda también a Hollande en su propósito de avanzar más allá de las políticas de ajuste.
En su carta de invitación a los líderes de la UE, el presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy, anima a los jefes de Estado o de gobierno a «debatir de la manera más constructiva posible ideas innovadoras e incluso controvertidas». Las instituciones comunitarias, ninguneadas en cuatro años de crisis económica y financiera, intentan por todos los medios, demostrar que ha habido acción europea e impulso político en este tiempo, a pesar de que la realidad se empeña en desmentirlo.
Tanto la OCDE, como el FMI y la propia Comisión Europea prevén todavía un año de estancamiento económico en la eurozona y solo una levísima recuperación en 2013 que no lo será para todos los miembros de la moneda única. Cuatro años después y con todos los indicadores económicos aún en rojo, Van Rompuy propone a los socios comunitarios que estudien políticas nacionales sólidas, políticas comunitarias que ofrezcan un valor añadido, medidas que mejoren la financiación de la economía y que refuercen la creación de empleo.
Es una retórica conocida que pretende tener cierto contenido ante 25 millones de parados y media Europa empobrecida con una clase política, con Merkel a la cabeza, que se empeña en no reconocer el fracaso del hasta ahora pensamiento único que ha impuesto la reducción del gasto público como única vía de salvación. La relajación de los plazos para cumplir la reducción del déficit o cierta flexibilidad en la aplicación del Pacto Fiscal, que encorseta aún más el margen de actuación de los gobiernos.
A la vista del entusiasmo que ha levantado el «efecto Hollande», la canciller alemana se ha sumado rápidamente a la nueva estrategia del crecimiento y ya se ha mostrado partidaria de aplicar ciertas medidas que impulsen la economía, pero con una premisa sustancial: no quiere que el crecimiento cueste dinero, lo cual cierra la mayoría de las puertas o lleva a una espiral de proponer y no hacer.
Grecia y España: el sur también existe
En cualquier caso, el duelo Hollande-Merkel está servido como escaparate político de medición de fuerzas. Sin embargo, los protagonistas de este Consejo Europeo informal van a tener actores secundarios de relevancia: Grecia y la banca española amargan un debate de más alta política por la premura que exige tomar decisiones al respecto.
La previsible victoria de la coalición de izquierda griega Syriza en las elecciones de junio exige un plan B para Grecia que, hasta el momento, nadie se atreve a aventurar porque cualquier planteamiento se va a entender como injerencia. Ya pasó en la sugerencia de Merkel, desmentida desde Berlín, para que los griegos decidieran en referéndum sobre su permanencia en el euro, que el líder de Syriza, Alexis Tsipras, se encarga de recalcar en su gira europea, en la que reclama una Grecia dentro de la eurozona sin la actual asfixia económica.
Además está España, siempre en la cuerda floja del negado rescate, pero pagando intereses prohibitivos por financiarse y con los bancos, sumados con retraso al agujero financiero europeo, abriendo un nuevo frente sobre la necesidad o no de tener que recurrir a ayuda de los mecanismos de la UE. El presidente del gobierno, Mariano Rajoy, se entrevista con Hollande antes de viajar a Bruselas, donde va a pedir a los líderes europeos que expresen claramente su voluntad de defender el euro, es decir, que el Banco Central Europeo ayude a relajar la presión sobre la deuda española. Rajoy se sumó a la carta que enviaron once líderes de la UE para pedir crecimiento junto a la austeridad. El jefe del ejecutivo español cree que optar entre uno y otra es un «falso debate» porque, asegura, son la misma cosa.
Aquel lema europeo de «Unidos en la diversidad» se ha vuelto una ironía en la que, evidentemente pesa más la diversidad que la unidad. Sin embargo, los líderes de los 27 tienen hoy una oportunidad de, al menos, enviar un mensaje de credibilidad a una opinión pública que ya se ha despegado absolutamente del proyecto europeo.