La dictadura cubana se enfrenta a una situación internacional cuyas consecuencias seguramente no fue capaz de evaluar correctamente. Al dejar morir al disidente Zapata ha dado una muestra, una más, de la crueldad intrínseca de todo régimen que priva de libertad a sus ciudadanos.
Los españoles deberíamos tener buena memoria de cómo una dictadura en agonía se esfuerza en mantenerse a toda costa incluso sobre la sangre de sus ciudadanos/prisioneros. Como en Cuba, también el régimen dictatorial español ejecutó en sus últimos años a algunos que se atrevieron a desafiarle. En diciembre de 1975, el régimen franquista ejecutó a tres militantes del FRAP y a dos de ETA, faltaban tan solo dos años para la muerte del dictador. Su vejez no le hizo más clemente ni le impidió firmar las sentencias de muerte. También en Cuba la crueldad de un jefe militar viejo y enfermo ejecutó abril de 2003, o sea hace tan sólo seis años, a tres cubanos que secuestraron una embarcación, con varias personas a bordo, para huir de la isla.
La dictadura es un crimen contra la Humanidad porque priva a los seres humanos de su bien más precioso después de la vida, la libertad y a veces también de la vida. Por eso no existen diferencias entre las dictaduras de izquierdas (¿progresistas?) y las de derechas. No son más libres los ciudadanos de Corea del Norte de lo que lo fueron los de la Rusia soviética, del Chile pinochetista o de la Cuba castrista. Y todas intentan perpetuarse al margen de la voluntad de sus ciudadanos, pasando el testigo de la opresión a un hijo o a un hermano o al delfín designado. La voluntad del pueblo no cuenta para un dictador porque él asume esa voluntad, con lo que rebaja a sus conciudadanos a la categoría de súbditos mentalmente infantiles, incapaces de decidir por si mismos.
La Unión Europea adoptó en diciembre de 1996 un documento en el que se plasmaba la que sería la Posición Común de la UE hacia la dictadura cubana esperando con ello estimular al régimen a una evolución democrática. En su primer artículo el documento afirma que: El objetivo de la Unión Europea en sus relaciones con Cuba es favorecer un proceso de transición hacia una democracia pluralista y el respeto de los derechos humanos y libertades fundamentales, así como una recuperación y mejora sostenibles del nivel de vida del pueblo cubano. Es muy probable que la transición sea pacífica si el régimen actual inicia por sí mismo o hace posible dicho proceso. La política de la Unión Europea no contempla provocar el cambio mediante la aplicación de medidas coercitivas que tengan por efecto incrementar las dificultades económicas del pueblo cubano.
No todo el mundo coincide en que las sanciones o los boicots empujen a los dirigentes de regímenes autoritarios a abrirse al sistema democrático. No había acuerdo general para el boicot frente a la Sudáfrica blanca de Pieter Botha. No lo hay frente a China y no lo hay frente a Cuba. Pero los países que, afortunadamente, configuramos este espacio de libertad y respeto a los derechos humanos que es la Unión Europea debemos dar alguna muestra del rechazo y el dolor que causa a nuestros ciudadanos la pervivencia de estos regímenes, que no es exagerado calificar de crueles e inhumanos. Crueles e inhumanos porque ahogan el libre desarrollo de cada individuo que tiene la desgracia de vivir bajo su opresión, impidiéndole ser todo aquello que su propia naturaleza y ambiciones le permitiría en un ámbito de libertad.
Más adelante, el propio documento de la UE reconoce la existencia de un régimen de privación de dichos derechos y libertades fundamentales al afirmar que la Unión Europea: ...alentará la reforma de la legislación nacional en lo referente a los derechos políticos y cívicos, incluidos el código penal cubano, y por consiguiente, la supresión de todos los delitos políticos, la liberación de todos los prisioneros políticos y el final del hostigamiento y de las medidas represivas respecto a los disidentes...
Cuando se habla de presos políticos olvidamos que, en una dictadura, presos políticos lo son todos los ciudadanos, incluso aquellos que afirman estar de acuerdo con el régimen. Son tan prisioneros, cuando menos mentalmente, como todos los demás, porque ¿Cómo saber si se está de acuerdo con algo si no se conoce nada más? ¿Cómo saber que el régimen que nos gobierna es el mejor, o el que preferimos, si no se nos permite conocer ni comparar? Si no se nos permite elegir.
Está bien esforzarse en mejorar las condiciones de vida de quienes están aún más privados de libertad que el resto de sus conciudadanos, o de quienes están enfermos y encarcelados, pero no hay que olvidar que el fin no debe ser la liberación de algunos sino la libertad para todos.
La cualidad que distingue al ser humano de otras especies es precisamente la capacidad de conocer, analizar y decidir. De dirigir su propio destino, tomar sus propias opciones. Quién priva a su pueblo de esas posibilidades le trata como a un rebaño rebajando a sus componentes a la categoría de seres inferiores.
Libertad para decidir, para equivocarse y para acertar. Para triunfar y fracasar. Para enriquecerse y arruinarse. Preservar esa libertad es la única razón de ser de la política y la grandeza de la democracia.
La Unión afirma en varias ocasiones en ese documento su disposición a apoyar el proceso de evolución del régimen cubano hacia un sistema democrático de libertades, pero ¿Ha dado la dictadura castrista alguna muestra de tener la intención de hacer esa transición?
En todo caso, la reacción internacional a esta última barbaridad del régimen castrista le ha colocado en una difícil situación, que le será difícil atribuir nuevamente al enemigo exterior. Es el momento de empujar un poco más para obligarle a caminar hacia esa inevitable transición democrática que, esperemos que más pronto que tarde, debe poner fin al encarcelamiento de todo un pueblo. Y los españoles debemos empujar más que nadie.