«La adaptación al cambio climático es urgente y debe ser parte del desarrollo», explica Bárbara Pesce–Monteiro, coordinadora residente del Sistema de las Naciones Unidas en Cuba, tras evaluar los perjuicios causados a la región oriental de ese país por el huracán Sandy. En su opinión, «los daños han sido muy serios», sobre todo en Santiago de Cuba, una ciudad de casi medio millón de habitantes y que presta servicios a otras urbes. Para «acompañar» al país en tan complicado momento, el Sistema de las Naciones Unidas en Cuba preparó un plan de acción que servirá de marco al apoyo de la comunidad internacional.
El programa, concebido se pondrá en práctica a lo largo del próximo año, beneficiará a tres millones de personas de las tres provincias más afectadas que son Santiago de Cuba, Holguín y Guantánamo. Las principales áreas de atención incluyen vivienda y recuperación temprana, agua y saneamiento, salud y educación. Sandy, considerado el huracán más devastador que azotó esa porción oriental del país en los últimos 50 años, dejó 11 personas muertas, pérdidas considerables en viviendas, colegios y centros de salud, perjuicios de importancia en el sector agroalimentario y graves interrupciones, en gran parte ya superadas, en el suministro de electricidad y agua.
Las agencias de la Organización de las Naciones Unidas movilizaron inicialmente 1,5 millones de dólares en fondos de emergencia, complementados con una asignación de 1,6 millones de dólares del Fondo Central para la Acción en Casos de Emergencia, de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas. En tanto, el Plan de Acción intenta buscar 30,6 millones de dólares para enfrentar las necesidades urgentes de la población impactada por el huracán, en una estrategia encaminada, a la vez, a respaldar la mejora de las condiciones de vida de los afectados.
Las autoridades asumieron de inmediato las labores de recuperación, «pero la comunidad internacional quiere acompañar al país en este trabajo», ha comentado Pesce-Monteiro. Según explica esta asistencia humanitaria no requirió una solicitud específica de Cuba, pues forma parte de los mecanismos regulares de la ONU con la nación caribeña.
Los estragos causados por Sandy en la madrugada del 25 de octubre hicieron recordar los peligros ante movimientos sísmicos a que está expuesta la región oriental, especialmente Santiago de Cuba. «Es un tema que estamos conversando con el gobierno desde hace varios meses», ha dicho la coordinadora residente del Sistema de las Naciones Unidas en la isla.
En su opinión, la preocupación es compartida en toda el área caribeña. «Después del terremoto en Haití, en enero de 2010, nos dimos cuenta de que todos estábamos en una situación de vulnerabilidad. De hecho, la ONU ha apoyado y apoyará en el futuro los centros de detección de sismos que hay en el país. Es una vulnerabilidad a tener en cuenta en la reconstrucción», indica.
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) contribuyó al fortalecimiento de las capacidades de los gobiernos locales para reducir los peligros frente a desastres en varias provincias. Así fueron creados 63 centros de gestión para la reducción de riesgos a nivel municipal y provincial y 209 puntos de alerta temprana en comunidades más vulnerables. A juicio de Pesce-Monteiro, esas instalaciones «han dado excelentes resultados». La ONU trabaja con los demás países caribeños para socializar la experiencia, ver si son útiles y como adaptarlos al contexto de las demás naciones del área.
Por otra parte, «también existe cooperación a través de la Agencia del Medio Ambiente cubana en sus estudios de vulnerabilidades» y otros temas, ha señalado.
Adaptación y cambio climático
La coordinadora de la ONU en Cuba es concluyente cuando afirma que la adaptación a las transformaciones climáticas es urgente.
«Las Naciones Unidas llevan varios años diciendo que no tenemos tiempo para perder en este caso. La adaptación tiene que ser parte del desarrollo», asevera. En ese sentido, considera que ese tema debe estar perfectamente insertado en el modelo de desarrollo de cada país, sea rico o pobre. «Todas las planificaciones de desarrollo tienen que tomar en cuenta las vulnerabilidades, para así asegurar la adaptación. Ojalá también condicione las emisiones», explica.
Al abundar en el crucial asunto, Pesce-Monteiro advierte que una cosa es poder responder y afrontar un desastre y otra construir una sociedad que sea sostenible, capaz de prever con antelación los fenómenos y asegurar una adaptación apropiada. «Cuba tiene también en este caso experiencias que pueden ser valiosas para otras naciones».
Pesce-Monteiro tampoco duda de que el devastador paso de Sandy por la región del Caribe, en un periplo que llegó hasta Estados Unidos y Canadá, dejó experiencias por asimilar. «Pero aquí estamos aún en la fase de respuestas, ese proceso de lecciones aprendidas lo queremos hacer en enero próximo y sé que el Estado también lo hará», señala. Añade al respecto que se trata de una reflexión que va más allá de Cuba. «El cambio climático nos está afectando a todos, por lo tanto esperamos que esta sea una nueva oportunidad para la sensibilización de todos los sectores respecto a un tema que se tiene que abordar seriamente a nivel global», apunta. «Ya existe una sucesión de eventos extremos, muy severos y cercanos, que nos obligan a una reflexión amplia, a un análisis del tipo de desarrollo que queremos hacia el futuro», recalcó Pesce-Monteiro. «Me parece que la sociedad está pidiendo que tomemos los compromisos pertinentes y podamos avanzar».
En ese sentido, considera importante el foro social celebrado durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible (Río+20), en junio de este año en Río de Janeiro. «Fue un foro amplio, participativo, con incidencia y compromiso de los ciudadanos. Los gobiernos van a tener que sentir la presión de cada uno de nosotros, de que realmente queremos un planeta sostenible», insiste Barbara Pesce-Monteiro.