PARÍS, (IPS)- Nierenberg se encuentra esta semana en París para presentar «Comment Nourrir 7 Milliards d'Hommes» (Cómo alimentar a siete millones de personas), la edición francesa del estudio de la institución con sede en Washington. El informe se concentra sobre todo en la agricultura de África, pero su presentación coincide con la de un estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) que detalla la creciente brecha entre ricos y pobres en los 34 países miembro de la OCDE, entre los que están todos los industrializados. Ambos estudios llaman a los gobiernos a tomar medidas para aliviar la pobreza y la desigualdad e invertir más en los sectores necesitados, ya sea en los países en desarrollo o en los industriales.
El informe de la OCDE expresa con cifras y gráficos lo que es una realidad para muchas personas que trabajan sobre el terreno en diferentes regiones del mundo. El estudio de la OCDE «Divididos estamos: porque aumenta la desigualdad» indica que «la media de los ingresos del 10 por ciento de las personas más ricas es nueve veces mayor que los ingresos del 10 por ciento de las más pobres», en los países que integran la organización.
Incluso en «países tradicionalmente equitativos», como Dinamarca, Suecia y Alemania, la brecha en materia de ingresos pasó de cinco a uno, en los años 80, a seis a uno, en la actualidad. Pero la distancia aumenta de 10 a uno en Gran Bretaña, Italia y Corea de Sur, y de 14 a uno en Estados Unidos, Israel y Turquía, señala el informe.
Los últimos datos de Estados Unidos muestran que «los ingresos por hogar, tras el pago de impuestos, del uno por ciento de la población más rica aumentó más del doble entre 1979 y 2007, mientras que la del 20 por ciento más pobre cayó del siete al cinco por ciento en igual periodo.
«Es una de nuestras evaluaciones más importantes», señaló el secretario general de la OCDE, Ángel Gurria, en la presentación del estudio en la sede parisina de la organización. «Decimos 'divididos estamos', porque crecimos en la iniquidad», explicó. «Unos pocos países lograron ir contra la corriente», puntualizó Gurria. En los últimos tiempos, la desigualdad cayó en Chile y México, pero los ingresos de las personas más ricas siguen siendo 25 veces más que los de las más pobres, apuntó.
Fuera de la OCDE, la desigualdad es mucho mayor en algunas economías emergentes. Por ejemplo, el gobierno de Brasil tomó medidas para redistribuir la riqueza y logró bajar la iniquidad en la década pasada, pero la brecha sigue siendo de 50 a uno, o cinco veces el promedio de esa organización. «En países que no son miembros de la OCDE, un periodo de crecimiento sostenido permitió sacar a millones de personas de la extrema pobreza», declaró Gurria.
«Pero los beneficios del fuerte crecimiento económico no se han distribuido de forma equitativa. La amplia brecha en materia de ingresos se ensanchó aun más. Entre las economías emergentes dinámicas, solo Brasil logró reducir la desigualdad en forma significativa», añadió.
La principal razón de la creciente desigualdad en los ingresos obedece a la amplia brecha en materia de salarios, la reducción de beneficios y los recortes de impuestos a las personas con más dinero, señala la OCDE.
Gurria y Nierenberg coincidieron, cada uno por su lado, en que la crisis económica y financiera global aumentó la urgencia de que los gobiernos tomen medidas sobre estos asuntos. «El contrato social comienza a deshacerse en mucho países», indicó Gurria. La sensación de «inseguridad y miedo al deterioro social alcanzaron a la clase media en muchas naciones. La gente siente que carga con el peso de una crisis que no causó, mientras que las personas de mayores ingresos parecen haberse salvado», explicó.
Las recomendaciones de la OCDE incluyen aumentar la tasa impositiva marginal a los ricos, puntualizó. «Cuando se habla de los más ricos entre los ricos, estamos diciendo que hay espacio para aumentar los impuestos», señaló respondiendo a una pregunta. «Recomendamos elevar los gravámenes al consumo, a la propiedad y al carbón», añadió.
Sin embargo, evitó referirse a la postura de la OCDE respecto del impuesto a las transacciones financieras (ITF), propuesto por numerosas organizaciones no gubernamentales así como por algunos conocidos economistas. Guillaume Grosso, director de la organización ONE en Francia, señaló que aumentar los impuestos a las personas más ricas es solo una parte de la solución a la desigualdad. «Algunas empresas pagan impuestos, lo que permitirá redistribuir el dinero a los más pobres, pero está claro que el sector financiero no paga su parte, y mucha gente sostiene que es responsable de los problemas actuales», nos dijo.
«La idea para el desarrollo del ITF es muy simple, pues se introduce un impuesto muy pequeño sobre las transacciones financieras. Es casi imperceptible, pero justo. Y es la primera vez que pedimos un esfuerzo a este sector y el dinero podría usarse para luchar contra la pobreza en los países más necesitados», añadió. El estudio de la OCDE tampoco se concentra en la cuestión de la transparencia, observó Grosso. «Básicamente necesitamos saber cómo usa el Estado el dinero que tiene», remarcó. «Una de las cuestiones clave es que a menudo, y en especial en los países más pobres, es muy difícil de saber», resaltó.
«Uno de los ejemplo más llamativos es Guinea Ecuatorial, en África, donde el producto interno bruto por habitante es similar al de Grecia o Portugal, pero dos tercios de la población vive con menos de un dólar al día», indicó. ONE propone crear un marco legal que sea adoptado por los países ricos para que «sepamos dónde ponen las empresas de gas y petróleo el dinero», indicó Grosso. «Queremos transparencia en la forma en que publican lo que pagan a los gobiernos. Estas son las cosas que la OCDE no puede decir», añadió.
Nierenberg, por su parte, también reclamó mayor transparencia, en especial en la forma en que las economías ricas y emergentes compran tierra para dedicarlas a la agricultura (concentración de la propiedad) en África, lo que aumenta la pobreza y la desigualdad en algunos países. «Cuando el precio de los alimentos aumenta tanto, pero no los ingresos de la gente, se ven las consecuencias de ello, niños y niñas con la panza hinchada, señales típicas de desnutrición y hambruna inminente que no se habían visto desde hace cinco o seis años», dijo.