Para algunos, es importante para la estabilidad de Afganistán que el presidente Hamid Karzai firme el acuerdo, pero otras voces advierten que podría generar más problemas con los insurgentes. Y hay quienes opinan que provocaría la ira de vecinos como Pakistán e Irán. «Somos un país débil militar, económica y políticamente. Por eso necesitamos el acuerdo. Tenemos que tomar una decisión muy pragmática: aceptar a los estadounidenses aquí o enfrentar un futuro muy incierto sin ningún país dispuesto a ayudarnos», explica Hedayatullah Amam, un empresario de Jalalabad.
Estados Unidos quiere firmar el tratado lo antes posible, pero Karzai prefiere esperar hasta las próximas elecciones presidenciales de abril de 2014. Sin embargo, muchos creen que no se trata más que de una pose demagógica. «Karzai firmará el convenio», sostiene Amam, mientras viaja en un taxi compartido desde Kabul a Jalalabad, a unos 150 kilómetros al este de la capital. «Es un juego político para presentarse como el hombre que protege la soberanía nacional, pero eso acabará pronto. Mi predicción es que aprobará el acuerdo en un mes, máximo dos».
Después de que el movimiento extremista Talibán fuera desalojado de Kabul en 2001, la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad de la OTAN (ISAF) recibió el mandato del Consejo de Seguridad de la ONU de intervenir en territorio afgano, combatir la insurgencia y respaldar el desarrollo de nuevas fuerzas de seguridad nacionales.
El acuerdo con Estados Unidos, que tiene el respaldo de la Loya Jirga, asamblea consultiva de ancianos y representantes de 34 provincias, prevé que las tropas estadounidenses permanezcan en Afganistán después de que concluya la misión de la ISAF a fines de 2014, y que utilicen al menos nueve instalaciones militares, entre ellas la estratégica base aérea de Bagram, en las afueras de Kabul.
Asadullah Larawi cree que «Estados Unidos es el país más fuerte del mundo». Este empleado del Centro de Desarrollo de la Sociedad Civil, una organización afgana que promueve la paz y los derechos humanos piensa que «la asociación (con Washington) evitaría la interferencia de nuestros vecinos. Nuestro gobierno debe hacerles entender que las bases no son un peligro para ellos».
Según la OTAN, hay 84.000 soldados extranjeros en Afganistán, 60.000 de Estados Unidos. De aprobarse el acuerdo, entre 8.000 y 15.000 de esos efectivos podrían quedarse después de 2014. Las fuerzas de seguridad de Afganistán son relativamente nuevas, creadas en 2002. El ejército tiene 200.000 efectivos y la fuerza aérea, alrededor de 6.800. La policía nacional afgana cuenta con 50.500 uniformados, mientras los distritos están a cargo de 24.200 agentes locales. Karzai está bajo una presión creciente desde que, de forma inesperada, decidió aplazar la aprobación del acuerdo. El 3 de diciembre, al inicio de una reunión de ministros de exteriores de la OTAN en Bruselas, el secretario general, Anders Fogh Rasmussen, dejó claro que el compromiso de esa alianza militar cesará si no se aprueba el acuerdo entre Estados Unidos y Afganistán.
Tras la visita de la consejera de Seguridad Nacional, Susan Rice, el 25 de noviembre a Kabul, la Casa Blanca dijo que «sin la firma del acuerdo se pondrán en peligro las promesas de asistencia de la OTAN y de otras naciones, formuladas en 2012 en las conferencias de Chicago y Tokio». En julio de 2012, los donantes internacionales se comprometieron en Tokio a otorgar a Afganistán 16.000 millones de dólares en ayuda civil durante cuatro años.
El mensaje de Estados Unidos fue inequívoco, cree Kate Clark, investigadora de la Red de Analistas de Afganistán, con sede en Kabul. «Firme pronto o arriésguese a la 'opción cero', lo que, según el comunicado, incluiría cero tropas estadounidenses, cero tropas de la OTAN, cero apoyo a las fuerzas de seguridad afganas y la desaparición de miles de millones de dólares de ayuda, no solo para los salarios de la policía y el ejército, sino también para la asistencia civil que se había prometido en Tokio», sostiene Clark.
Pero muchos afganos piensan que el acuerdo socavará la frágil soberanía de Afganistán. «Países como Irán y Pakistán pueden crear fácilmente problemas mayores que los actuales. Rusia también», comenta Naqibullah Saqib, director de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Nangarhar, situada en la zona fronteriza con Pakistán. Los temores no son infundados. El presidente de Irán, Hasán Ruhaní, dijo recientemente que su país se opone a la presencia de fuerzas extranjeras en Afganistán.
Para Baz Mohammad Abid, conocido periodista afgano que trabaja para Radio Mashaal, la filial local de Radio Free Europe, la presencia de bases militares estadounidenses tendrá un impacto adverso. «Nos guste o no, los estadounidenses mantendrán algunas bases. A pesar de la reticencia de Karzai a firmar, básicamente el gobierno afgano ya lo ha acordado». «Pero el acuerdo será perjudicial porque irritará sobremanera a nuestros vecinos, que tratarán de expulsar a los estadounidenses de la región, armando a grupos insurgentes. Yo creo que no deben quedarse».
Hay quienes señalan que la presencia de tropas extranjeras no impidió que los países vecinos interfirieran en los asuntos afganos. «¿Quién puede decir que las bases militares estadounidenses disuadirán a los vecinos? Hay muchos ejércitos extranjeros en Afganistán hoy en día, pero sigue existiendo mucha interferencia» de la región, sostiene Wahidullah Danish, del Centro de Desarrollo de la Sociedad Civil.
Danish advierte que «las bases militares estadounidenses son inaceptables para nuestros vecinos y para los insurgentes, que podrían incluso desatar otra yihad (guerra santa) contra los extranjeros». «En vez de albergar las bases estadounidenses, debemos fortalecer nuestro propio ejército con más armas y entrenamiento».