Si bien se espera que el Congreso legislativo acepte, aunque no lo autorice formalmente, el plan que Obama esbozó en un discurso televisado este miércoles, legisladores del Partido Demócrata y del opositor Partido Republicano no han escatimado sus objeciones.
«El presidente ha presentado un caso convincente a favor de la acción, pero aún quedan muchas preguntas relativas a la manera en que pretende actuar», opina el presidente de la Cámara de Diputados, el republicano John Boehner.
En su discurso, Obama adoptó un tono decidido y confiado que le granjeó elogios, incluso de republicanos como Boehner. Pero no es ningún secreto que el presidente, que pretende que la salida de Washington de las guerras de Medio Oriente sea un legado de su administración, se resistió de manera constante a la presión para que Estados Unidos incremente su presencia militar en la región.
Obama anunció que reforzará el apoyo de Estados Unidos al ejército de Irak y a los combatientes kurdos llamados peshmergas con más entrenamiento, inteligencia y equipos y que enviará a 475 militares estadounidenses, que se sumarán a los más de 1.000 que están en el territorio desde que el EI, antes conocido como ISIS, avanzara por gran parte del norte y el centro de Irak en junio.
Al mismo tiempo, prometió que la campaña «no implicará que tropas de combate estadounidenses luchen en suelo extranjero». Estados Unidos llevará a cabo ataques aéreos contra objetivos del EI «dondequiera que estén», no solo en Irak, sino también en Siria, añadió Obama.
Indicó que Washington está reuniendo a «una amplia coalición de socios», que incluye a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), los Estados del Golfo gobernados por sunitas, Jordania y Líbano. Estos gobiernos han prometido su apoyo a la campaña contra el EI y al nuevo gobierno del primer ministro iraquí, Haider al Abadi, durante una reunión el jueves con el secretario de Estado John Kerry en la ciudad saudita de Yeda.
Obama también ha pedido al Congreso que apruebe rápidamente una solicitud pendiente por 500 millones de dólares para entrenar y equipar a la insurgencia siria que lucha contra el gobierno de Bashar al Assad y el EI.
Arabia Saudita, que apoya a diversas facciones insurgentes en su lucha contra el presidente sirio, aceptó albergar campos de entrenamiento para estos rebeldes «moderados», según funcionarios de Washington. Esta «estrategia antiterrorista integral y sostenida», que Obama comparó con las operaciones de Washington en Yemen y Somalia, «erradicará un cáncer como» es el EI, dijo Obama.
Aunque el plan presidencial ha obtenido la cautelosa aprobación de la mayoría de los legisladores, muchos sostienen que el mismo ha generado tantas interrogantes como respuestas, entre ellas si Obama tiene la autoridad legal para ordenar ataques contra el EI, especialmente en Siria, sin la autorización expresa del Congreso.
Al mismo tiempo, los partidarios de la intervención militar se preguntan si la estrategia, sobre todo la promesa de Obama de no enviar fuerzas de combate, será suficiente para alcanzar sus metas. «La 'estrategia' de Obama no tiene ninguna posibilidad de éxito», escribieron Frederick y Kimberly Kagan, respectivamente del neoconservador American Enterprise Institute (AEI) y del Instituto para el Estudio de la Guerra, en el sitio digital de la revista Weekly Standard.
Los dos académicos, que ayudaron a diseñar la operación del gobierno de George W. Bush (2001-2009) para frenar el conflicto entre sunitas y chiitas en Irak en 2007, argumentan que una estrategia antiterrorista no funcionaría contra una insurgencia consolidada, como lo es el EI.
«Es tremendamente difícil desarrollar una estrategia sólida cuando se comienza por un diagnóstico erróneo del problema», escribieron. Frederick Kagan argumenta que, solo en Irak, se necesita la presencia de 10.000 a 15.000 soldados estadounidenses.
Pero otros discrepan. «Más tropas estadounidenses en el terreno es, precisamente, lo que quiere» el líder del EI, Abu Bakr «Al Baghdadi», afirma el coronel retirado Lawrence Wilkerson, jefe del Estado mayor durante la gestión del exsecretario de Estado Colin Powell (2001-2005). «Un ambiente rico en blancos es lo que quieren, y en su área», añade.
«Si los iraquíes y otros no están dispuestos a derrotar las fuerzas» del EI, «entonces la potencia aérea de Estados Unidos y sus aliados, algún consejo sobre el terreno y la asistencia de la inteligencia deberían alcanzar para hacerlo», afirma.
El EI «no mide tres metros de altura, ni siquiera uno, aunque el bombo mediático diga lo contrario», asegura Wilkerson. Vencer al EI en Irak dependerá en gran medida de si Abadi cumple su promesa y comparte el poder con los árabes sunitas para integrarlos plenamente a una nueva estructura de seguridad, según expertos en la región.
«Cien años de guerra... han demostrado que la potencia aérea solo puede tener éxito si la fuerza terrestre está lista para aprovechar los ataques aéreos y tomar y ocupar físicamente el territorio», señala Wayne White, exfuncionario de inteligencia del Departamento de Estado y actual integrante del Instituto de Oriente Medio .
«El presidente no ignora esta máxima, de ahí su papel en el derrocamiento del detestable» exprimer ministro Nouri al «Maliki y la necesidad de un nuevo gobierno en Bagdad que sea inclusivo de forma creíble y que puede reavivar al ejército iraquí», ha escrito por correo electrónico.
«La pregunta del millón es si el gobierno aparentemente mediocre de Abadi puede alejar a suficientes» tribus árabes y cuadros sunitas del movimiento Despertar «del apoyo activo y pasivo que brindan al EI», agrega White. «Solo una fuerza árabe sunita de magnitud y desde dentro podría lograr un avance considerable, junto con los ataques aéreos, para despegar al EI de sus baluartes clave», dice.
Aunque la estrategia en Irak prospere, atacar al EI en Siria será mucho más difícil porque las facciones rebeldes que los países occidentales respaldan son «mucho más débiles que hace dos años», según el exdirector de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), Michael Morrell.
Su opinión la comparten la mayoría de los expertos de la región, algunos de los cuales, como el exembajador en Irak, Ryan Crocker, sostienen que hay que cooperar con Assad como el mal menor, algo que Washington parece rechazar.
El discurso de Obama «deja importantes preguntas sin responder sobre Siria», dice Paul Pillar, antiguo analista de la CIA.
«Si se va a expulsar al EI, ¿quién llenará ese vacío? Si es el régimen de Assad, ¿cómo encaja eso con la continua oposición de Estados Unidos a ese régimen? Si ha de ser alguien más, ¿cómo encaja eso con la persistente falta de unidad, fuerza y credibilidad de la llamada oposición moderada?», continua.