Fracaso estrepitoso. Sin paliativos. Lo de Copenhague es un error de proporciones planetarias. Y no valen paños calientes, o sea, la letanía habitual de que es sólo un primer paso. Ya son demasiados primeros pasos. Hace dos años en Bali se reunieron 11.000 personas rodeados de grandes expectativas y acabaron acordando sólo una agenda de trabajo para preparar la cumbre del Clima de Copenhague. Y ha llegado Copenhague y la única cifra respetada son los 2º C de aumento máximo de la temperatura media de aquí a 2050 que se puede permitir el planeta sin sufrir transformaciones devastadoras. Los objetivos de reducción de emisiones a largo plazo para las próximas cuatro décadas se esfuman. Y de cara al año 2020, sólo el compromiso de cada país o bloque de países de los industrializados de comunicar antes de febrero de 2010 cuáles son sus objetivos individuales. Y las naciones en desarrollo podrán o no fijarse reducciones o límites de CO2 de modo voluntario.
Y fuese y no hubo nada
La Conferencia de Copenhague ha hecho la número 15 de los encuentros del Convenio Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC), suscrito en Río de Janeiro durante la Cumbre de la Tierra, en junio de 1992. .... y luego fue Kioto en 1997, y fue Bali en 2007, y Copenhague en 2009... Y fuese y no hubo nada. Y mucho menos, un acuerdo vinculante, por tanto, tampoco hay sanciones ni mecanismos de control. O sea, nada.
Y la primera reflexión que se nos ocurriría es que o el problema no es tan grave, o es que los líderes mundiales son unos inconscientes, o es que ven más costes electorales en la asunción de medidas de reducción de emisiones y de racionalización de los procesos productivos –por sus repercusiones económicas y sociales- que en el deterioro de la salud del planeta que, en el mejor de los casos, no será cuantificable o constatable a corto plazo. Descartada la primera opción –porque para ese viaje no habrían hecho falta alforjas-, sólo nos queda la inconsciencia o la mirada interesada cortoplacista. Porque sólo así se puede llegar a Copenhague el último día y firmar una declaración convocando una vez más a otra nueva cita.
Europa, ¿actor global?
A pesar del caos organizativo, Europa ha sido un excelente anfitrión. Ese ha sido nuestro papel. Tanto teorizar sobre Europa como actor global, sobre nuestra capacidad de influencia, nuestra posición centrada con margen negociador a un lado y a otro y el primer test serio para ponerla a prueba se salda con el fracaso. Obama ha decidido con la connivencia y el aplauso de China, Brasil y la India. Europa ni está ni se le espera. He ahí otro elemento para la reflexión: nuestra capacidad de liderazgo. Si no tenemos capacidad alguna de mover voluntades, si no tenemos iniciativa para modificar un ápice la falta de compromisos de los Estados Unidos y los países emergentes, la Unión Europea ha fracasado estrepitosamente. Y bien que lo lamentamos porque esta vez sí que ha hablado con una sola voz. Pero nadie la ha escuchado. O, a lo mejor, es que los planteamientos de la Unión estaban muy alejados de la realidad, si se entiende por realidad lo que dicen y no hacen el resto de las grandes potencias del planeta. ¿Tendremos que seguir ejerciendo de conciencia crítica del mundo?
La montaña parió un ratón. Dícese de cuando se crean grandes expectativas sobre un acontecimiento y se obtienen magros resultados. Juan Cuesta para euroXpress