Una conferencia sin grandes resultados pero al menos no ha sido tan decepcionante como lo fue la conferencia de Copenhague. Los ánimos estaban tan bajos que hasta los grupos ecologistas han salido conformes. Todos menos Bolivia. El director de políticas climáticas de Greenpeace, Wendel Trio, lo ha resumido «Cancún pudo salvar el proceso pero todavía no salvó el clima».
Cuando no hay muchas expectativas, cualquier resultado vale. Eso es lo que ha sucedido con la Cumbre del Clima de Cancún -la COP 16-. Después de lo que sucedió, el pasado año por estas mismas fechas, en Copenhague los ministros de medio ambiente, incluidos los de la UE, de medio mundo se han ocupado en ir explicando de la mejor manera posible que la cumbre sería un trámite para llegar a la siguiente a celebrar en Durbán (Sudáfrica) y así pasa el tiempo y el cambio climático avanza.
A las cinco de la madrugada ha estallado la alegría en el plenario de Cancún, se había llegado a un acuerdo de mínimos y podían regresar a casa.
Acuerdos
Por mayoría, que no por consenso los gobiernos participantes en la cumbre adoptaron los Acuerdos de Cancún. Bolivia expresó su rechazo porque consideró «que no se han escuchado las diferentes posiciones de las partes», dijo el jefe de la delegación boliviana, Pablo Solón, quien añadió que «Es básicamente el texto que se promovió en Copenhague, que hoy se nos presnta de una manera mucho más elaborada» y amenaza con denunciarlo ante el Tribunal Internacional de La Haya.
El texto insta a los países a reducir sus emisiones contaminantes siguiendo las indicaciones del panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) entre el 25% y el 40% para 2020, a partir de los niveles de 1990.
Entre los principales acuerdos a los que se ha llegado está el de recomendar la puesta en marcha de nuevas negociaciones para ampliar el Protocolo de Kioto que obliga a 40 países ricos a recortar sus emisiones de gases de efecto invernadero hasta 2012.
Los países firmantes se comprometen a contribuir al desarrollo de tecnologías limpias en países en vías de desarrollo y la protección de los bosques tropicales. Unos compromisos que también se deben perfeccionar en la conferencia de Durbán. Se trata de desarrollar un fondo conjunto de 75.000 millones de euros al año, desde 2020, administrados por el Banco Mundial. La aprobación de este "Fondo Climático Verde" supone, según la presidenta mexicana de la COP16, Patricia Espinosa, «una nueva era de cooperación internacional en la lucha contra el cambio climático».
Uno de los hitos más importante de la COP16 es el reconocimiento por primera vez, en un acuerdo de la ONU, de la necesidad limitar a un máximo de 2º centígrados la subida de la temperatura del planeta y la creación de un Comité de adaptación formado por 24 países. La mitad de ellos desarrollados y la otra mitad en vías de desarrollo. En todas las conferencias se habla de este fondo, la realidad es que los fondos no acaban de llegar nunca.
Otras iniciativas
Se ha aprobado, así mismo, un mecanismo de protección de los bosques tropicales cuya masiva destrucción está contribuyendo en un 20% a las emisiones a la atmósfera.
Una iniciativa en la que están de acuerdo todas las delegaciones, aunque los ecologistas la critican, es REED+ - Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación del Suelo- cuya actuación fundamental se basa en la reforestación. Ban Ki-moon, secretario General de la ONU, ha dicho de ese programa que es el «atajo más corto» para afrontar el cambio climático.
En una conferencia celebrada durante la COP16 se han puesto de relieve los logros y los fallos del programa.
Hasta ahora ha recolectado unos 4.500 millones de dólares en fondos a través de acuerdos bilaterales. La mayoría de los recursos proceden de Noruega que financia proyectos de reforestación y lucha contra la deforestación en Guyana e Indonesia. La implicación personal de los jefes de gobierno los está impulsando. Kuntoro Mangkusubroto, jefe de la Unidad REDD+ en Indonesia ha dicho algo que es como una declaración de principios «Para dejar de ser una economía que se basaba en cortar árboles, ahora estamos introduciendo una nueva forma de administrar las cosas sin tener que talar. Se necesita todo un nuevo paradigma de gobierno».
Pero no es tan fácil soslayar los obstáculos. El presidente de Guyana, Bharrat Jagdeo, se refirió a las dificultades para lograr que instituciones financieras internacionales se interesen por el programa. «El problema es que he reducido varias toneladas de carbono y Noruega está pagando, pero no puedo recibir el dinero», ha dicho. La dura realidad es que el Banco Mundial tiene una burocracia tan enorme que impide que el dinero llegue. Si el capital no fluye la voluntad política se diluye.
¿Porqué algunos consideran que la Cumbre ha sido un éxito?
Las economías emergentes comienzan a considerar que deben poner algo de su parte. El ministro Indio de medio Ambiente, Jairam Ramesh, ha llegado a afirmar que su país podría asumir un tratado jurídicamente vinculante en un futuro.
Kioto no está perdido del todo, podría retomarse en la próxima conferencia de Durbán, la COP17.
México ha conseguido que se firmen acuerdos y que la COP16 no termine como el rosario de la aurora. Al menos no ha dejado el regusto amargo que dejó Copenhague.