Los bandos del Norte industrializado y del Sur en desarrollo –liderados respectivamente por Todd Stern, de Estados Unidos, y Sai Navoti, de Fiji— han necesitado dos semanas y 36 horas de negociaciones para llegar a este punto el pasado sábado en Varsovia, en el marco de la 19 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 19).
Los países del Sur, con un 80 por ciento de la población mundial, han conseguido sellar la instauración del instrumento de daños y pérdidas como un tercer pilar del tratado que debe adoptarse en 2015, junto con la mitigación (reducción de la contaminación que recalienta la atmósfera) y adaptación a los impactos del cambio climático.
El efecto del tifón Haiyan, que pasó por Filipinas unos días antes de la inauguración de la COP 19 el lunes 11, ilustró con creces la realidad de los daños y las pérdidas provocadas por el cambio climático.
Aún queda mucho por definir. Los impactos climáticos generan tanto pérdidas económicas como extraeconómicas, incluyendo el cada vez menor fenómeno de los refugiados, las personas que se ven obligadas a mudarse porque las nuevas condiciones ya no les permiten sobrevivir en sus países de origen.
«Esta decisión de Varsovia sobre las pérdidas y daños es un gran avance», señala el investigador bangladesí Saleemul Huq, del Instituto Internacional para el Ambiente y el Desarrollo de Gran Bretaña. Pero «aún queda un largo camino para alcanzar un tratado climático efectivo», añade.
Los resultados de la COP 19 son mixtos, opina Alden Meyer, director de estrategia y política de la Unión de Científicos Preocupados, que ha asistido a casi todas las negociaciones sobre el clima en los últimos 19 años. El avance sobre «pérdidas y daños es grande, pero apenas tenemos lo mínimo en el resto para seguir adelante», nos dice.
Las negociaciones de la Organización de las Naciones Unidas conocidas como COP (Conferencia de las Partes) pertenecen a un proceso complejo y cargado de siglas para llegar a un nuevo tratado sobre el clima con el fin de que el calentamiento mundial no supere los dos grados en este siglo, y para ayudar a los países más pobres a sobrevivir a las consecuencias.
En 2009, en las poco exitosas negociaciones de Copenhague, los países ricos llegaron a un acuerdo que, en los hechos, equivalía a decir a los pobres: 'Les daremos miles de millones de dólares para la adaptación, con un aumento gradual de hasta 100.000 millones de dólares para el año 2020. A cambio, nuestra mitigación consistirá en pequeñas reducciones de dióxido de carbono (CO2) en lugar de los grandes recortes que deberíamos realizar».
Una parte de ese dinero para la adaptación de los países pobres fluyó durante los tres primeros años, pero en gran medida ya se acabó. Se suponía que en Varsovia la COP se dedicaría a las finanzas para buscar el dinero prometido, pero eso no sucedió.
Alemania, Suiza y otros países europeos solo prometieron aportar 110 millones de dólares al Fondo Verde para el Clima. Los países en desarrollo buscabanDelegados de la COP 19 una garantía de que recibirían 70.000 millones de dólares PARA 2016, pero se enfrentaron al bloqueo de Estados Unidos, Canadá, Australia y Japón, entre otros Estados.
«Los gobiernos ricos se negaron a reconocer la responsabilidad legal y moral que tienen de proporcionar el financiamiento climático internacional», manifestó Lidy Nacpil, directora de Jubilee South, una organización contraria al pago de la deuda externa de los países del Sur en desarrollo.
El pilar de la mitigación es aún más inestable. Japón dice que no puede cumplir con la reducción prometida de sus emisiones de gases de efecto invernadero y ha adoptado un objetivo sumamente débil. Canadá y Australia han hecho caso omiso de sus compromisos de reducción y están aumentando su contaminación.
Poco más de la mitad de las emisiones anuales de CO2 surge del Sur. En Varsovia, los grandes emisores, como China e India, se han negado a asumir objetivos de reducción específicos. En cambio, han acordado hacer «aportaciones».
La definición de las cantidades y de los plazos de reducción concretos se aplazó para una reunión convocada especialmente para el 23 de setiembre de 2014 en Nueva York. «Necesitamos que esas promesas se transformen en medidas reales para mantenernos por debajo del aumento de la temperatura de dos grados acordado internacionalmente», declaró el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon.
En el marco de la iniciativa Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación de los Bosques (REDD) se ha aciedado proporcionar una compensación a los países que pierdan ingresos por no explotar sus selvas.
La deforestación y la conversión de bosques en tierras de cultivo contribuyen con aproximadamente el 10 por ciento de las emisiones totales de CO2 de origen humano.
«Ahora tenemos un sistema para poner en práctica la REDD y reducir las emisiones», dijo Victoria Tauli Corpuz, una representante indígena de Filipinas.
La REDD es un paquete que incluye verificación, supervisión y garantías para las comunidades locales. Los países deberán implementar estos tres elementos para acceder a la financiación, ya sea a través del Fondo Verde para el Clima o por medio de los mercados de carbono, nos explicó Tauli Corpuz. «Con suerte, inyectará una gran cantidad de dinero a las comunidades locales y se reducirá la deforestación».
Respetar los derechos territoriales de las comunidades locales para favorecer el cuidado de los bosques es clave para que la REDD funcione y para que beneficie a los habitantes y no a las grandes empresas o a los gobiernos, dijo.
Las emisiones procedentes de la deforestación han disminuido lentamente. Sin embargo, la gran mayoría del CO2 proviene de la quema de combustibles fósiles, especialmente del carbón, y sigue creciendo.
Esas emisiones calentarán al planeta durante siglos y, sin embargo, los gobiernos gastan más de 500.000 millones de dólares para subvencionar a las industrias que las generan, asegura Kumi Naidoo, director ejecutivo de la organización ecologista Greenpeace International.
«Las corporaciones han secuestrado la democracia», afirma Naidoo. «Mientras se arresta a los activistas y a los manifestantes, los verdaderos vándalos son los presidentes de las empresas de combustibles fósiles».
El único camino que queda es la desobediencia civil, y 2014 será el año del activismo climático, opina. «Ahora es el momento de poner nuestras vidas en juego y afrontar penas de cárcel», señala.
Más de 800 representantes de la sociedad civil han dado el primer paso en Varsovia, cuando abandonaron las negociaciones en su penúltimo día, «en protesta contra los países industriales que ponen en peligro la acción climática internacional», declararon.
Mientras el proceso diplomático avanza a paso de tortuga, los científicos muestran una alarma creciente por la evidencia de que el cambio climático está ocurriendo más rápidamente y con mayores repercusiones de lo proyectado.
Para no perder las posibilidades de mantener el aumento de la temperatura por debajo de los dos grados, los países industriales deben reducir sus emisiones de CO2 un 10 por ciento anual a partir de 2014, asegura Kevin Anderson, del Centro Tyndall para la Investigación del Cambio Climático en la Universidad de Manchester, Gran Bretaña.
«Todavía podemos llegar a (frenar el aumento en) los dos grados, pero no de la forma en que vamos», dijo Anderson en el marco de la COP 19. Su pregunta fue por qué los negociadores no asumen la realidad de que es demasiado tarde para cambios graduales.
«Me asombra que no haya aquí una sensación de prisa», nos dijo.