Dan Mullaney, jefe de la misión estadounidense, y medio centenar de funcionarios han viajado hasta Bruselas para encontrarse con el jefe de la misión de la Unión, el español Ignacio García Bercero y los miembros de su oficina con los que van a discutir sobre servicios, inversión, energía y reglamentación.
Deben llegar a «un mutuo reconocimiento» de sus sistemas reglamentarios en sectores clave como el de la automoción, el sanitario y fitosanitario o los servicios financieros. Tratarán en primer lugar las áreas en las que hay «una convergencia reglamentaria», dejando a un lado sectores como los de los productos químicos o el farmacéutico en los que las legislaciones están muy separadas.
Otro sector en el que el acuerdo es muy problemático es el de los organismos genéticamente modificados, transgénico, plenamente aceptados en Estados Unidos pero que despiertan muchas reservas en Europa.
Los negociadores deberán ir con pies de plomo para no tocar el tema del espionaje estadounidense a, al menos, 35 mandatarios mundiales, entre ellos varios europeos y a millones de ciudadanos europeos. Europa no quiere que se cruce la 'línea roja' de la protección de los datos personales.
Según los estudios sobre el tratado una zona comercial trasatlántica representaría para la UE un incremento anual en su economía de 120.000 millones de euros, un 0,5 % del PIB. Para EE UU el aumento anual de su economía sería de unos 95.000 millones de euros, el 0,4 % de su PIB.