Se parte de una propuesta inicial de la Comisión Europea que contempla un gasto de 1,033 billones de euros, el 1,08% de la renta nacional bruta de la UE. Según la retórica de Bruselas, el objetivo es contribuir a un crecimiento inteligente, sostenible e integrador, los objetivos de la siempre olvidada estrategia Europa 2020. Conceptos tan ambiciosos como imposibles en la actual coyuntura, pero con buenas intenciones.
El ejecutivo comunitario se encontró pronto con un rechazo de los Estados que aportaron un argumento infalible: Bruselas no puede exigir austeridad en los presupuestos nacionales y, a la vez, pedir que aumente la contribución al presupuesto comunitario. La cifra asustó tanto a los gobiernos de los países europeos que son contribuyentes netos al presupuesto comunitario que el presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy, presenta ya en la cumbre una rebaja de 80.000 millones de euros, fundamentalmente en gastos de ayudas agrícolas, fondos de cohesión y programas de I+D.
Lógicamente, los países que se ven perjudicados por el recorte se han levantado en armas contra Van Rompuy. Francia, España, Italia o Polonia verían, si se aprueba esta fórmula, disminuir unas partidas que llegan de Europa para suplir los recortes que se hacen en sus propias cuentas. El gobierno español calcula las pérdidas en 20.000 millones de euros.
Para otros, las razones del rechazo son otras. El Reino Unido amenaza con vetar los presupuestos si no se mantienen los recortes y el llamado «cheque británico», por el que Londres ve compensada su contribución a la UE con unos 4.000 millones de euros anuales. Ni siquiera Alemania, que encabeza la rebelión de los ricos, acepta la propuesta de Van Rompuy porque entiende que no tiene las prioridades adecuadas.
Con este encendido debate previo, el presidente del Consejo Europeo recibirá este jueves individualmente a los jefes de Estado y de gobierno de los 27 para buscar fórmulas de consenso, ahora improbables. La cumbre empezará a continuación.
Parlamento y Comisión, contra el Consejo
En este laberinto de intereses, este miércoles el Parlamento Europeo, con poder de codecisión sobre las cuentas comunitarias, se ha plantado por encima de los Estados. Uno a uno, los portavoces de los principales grupos parlamentarios han defendido un presupuesto que esté a la altura para fortalecer la economía europea y su mercado laboral.
«Invertir en el futuro es la única forma de salir de la crisis», ha dicho el líder de los populares europeos, Joseph Daul. «Escuchamos a la gente hablar de 50.000 millones menos, 80.000 millones menos, 100.000 millones menos, incluso 200.000 millones menos. Se trata de una carrera vergonzosa hacia el fondo, como si el presupuesto de la UE fuera sólo un juego de números», ha dicho el representante socialista, Hannes Swoboda.
«El debate es ridículo Hablamos de un 1% de la RNB de la UE, que es menos que el presupuesto de Bélgica o Austria... Tenemos que estar preparados para bloquear un acuerdo que esté por debajo de la propuesta de la Comisión», pedía el liberal Guy Verhofstadt. Por el Grupo de los Verdes, Helga Trüpel dijo que «la canciller Merkel se equivocó cuando nos dijo hace dos semanas que 27 Estados miembros han decidido invertir el 3% del PIB en investigación y desarrollo. Ella lidera un grupo de contribuyentes netos que quieren recortar la I + D por 12% y se esconden detrás de la actual presidencia».
Solo los euroescépticos aprueban estos recortes e incluso piden más. El líder del grupo conservador Martin Callanan criticó a aquellos «que creen que todos los problemas se pueden resolver con más Europa». El jefe del Partido por la Independencia del Reino Unido, Nigel Farage, aún fue más lejos: «Es impresionante que la UE esté hablando de quedarse con otro billón de euros de los contribuyentes pese a que las cuentas no han sido certificadas 18 años seguidos. Si esto fuera una empresa, los directivos, o en este caso la Comisión, estarían todos en la cárcel».
En el debate, el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, se ha reafirmado en su propuesta inicial y ha hecho una dura crítica a la posición de los gobiernos: «No se discute sobre la calidad de la inversión, es sólo cortar, cortar, cortar».
Barroso, convertido últimamente en el gran defensor de las políticas de crecimiento, ha preguntado en la Cámara de Estrasburgo, «¿Cómo van a entender los europeos que, cuando hay cumbres a Bruselas para encontrar centenares de miles de millones de euros para salvar a los bancos, se llega a un acuerdo, pero cuando se trata de algunos millones para ayudar a los más pobres, se oigan muchas más voces negativas que positivas?»
Para ahorrarse críticas que ya conoce, el jefe del ejecutivo comunitario ha reconocido que «algunos gastos europeos no siempre han aportado un valor añadido en términos de competitividad», pero por eso la Comisión propone que las ayudas europeas a los Estados estén vinculadas al cumplimiento de los objetivos de la estrategia Europa2020 y se puedan suspender a los países que no sigan las recomendaciones de Bruselas en política económica.