A las 12:30 hora de Colombia de este martes habló en la sede presidencial en Bogotá el presidente Juan Manuel Santos, y una hora después lo hizo, por vídeo emitido en La Habana, el comandante actual del Estado Mayor Central de las FARC, Timoleón Jiménez.
Fue el anuncio formal del «Acuerdo general para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera». Las palabras del jefe guerrillero fueron escuchadas atentamente por los miembros de las FARC, Marco León Calarcá, Mauricio Jaramillo, Ricardo Téllez, Sandra Ramírez y Hermes Aguilar, en la comparecencia ante la prensa cubana y extranjera, en la que no se permitieron preguntas.
Las conversaciones de paz comenzarán en la primera quincena de octubre, con el tema agrario como primer punto de la agenda dada a conocer este martes en La Habana. Los términos de lo acordado se han entregado por escrito a la prensa acreditada luego de la exhibición del vídeo con la intervención de Jiménez, que alertó de que el gobierno colombiano ha reiterado que no permitirá «concesiones en el terreno de la guerra».
«En su extraño parecer, cualquier posibilidad de cese al fuego, tregua, armisticio, despeje, únicamente contribuye a la creación de incentivos perversos», recalcó Jiménez. «Los alzados llegamos a este nuevo intento de reconciliación asediados no solo por el mismo embate militar desatado una década atrás, sino compelidos abiertamente, mediante su acrecentamiento, por recoger nuestras aspiraciones políticas y sociales a cambio de una miserable rendición y entrega», añadió. Pese a ello, agregó,»guardamos la esperanza de que el régimen no intenterepetir la misma trama del pasado».
Este es el tercer intento de paz entre el gobierno y las FARC, guerrilla estructurada a la manera de un ejército. El más avanzado tuvo lugar entre 1984 y 1990 y fue iniciado por el presidente Belisario Betancur (1982-1986) y terminado violentamente por César Gaviria (1990-1994) en diciembre de 1990. De dichas negociaciones surgió la Unión Patriótica, un partido pactado para que los guerrilleros se desmovilizaran y se integraran paulatinamente a la vida política civil, y que fue exterminado a tiros.
El siguiente proceso de paz fue iniciado y terminado por Andrés Pastrana (1998-2002) en la región desmilitarizada del Caguán, en el sur del país, tras cuyo fracaso sobrevino la participación de Estados Unidos en la guerra contrainsurgente colombiana.
Sin reformas no hay paz, consideran las FARC, y dichas reformas serán resultado de la negociación.
Los delegados de esa insurgencia en la «mesa de conversaciones» con el gobierno «obedecen a decisiones concertadas democráticamente en el secretariado» del Estado Mayor Central, según sostiene una alta fuente de las FARC en una carta privada a la que hemos tenido acceso.
Así, añade el texto, ese grupo insurgente surgido en 1964 acudirá a estas conversaciones -que según las partes serán directas e ininterrumpidas- como al «más importante de los combates». El guerrillero agrega que «de esta orilla todo está dispuesto» para la negociación, voluntad política en la que incluye al Ejército de Liberación Nacional (ELN), otro grupo insurgente nacido en 1964 como las FARC.
El ELN viene planteando diálogos de paz desde hace años, pero no ha habido entendimiento. La carta dice que la raíz de los desencuentros, según muestran los acercamientos exploratorios previos, sigue siendo que las FARC consideran que «la paz es con cambios o no es», «no es simple» abandono de las armas y sinónimo de desmovilización, reflexiona la fuente, un jefe combatiente de una amplia región colombiana cuya identidad se guarda.
Al contrario, para las elites la paz es sinónimo de desmovilización, agrega. Así, a la contraparte le falta «grandeza», indica. «A la hora de la hora todo es inamovible», señala el dirigente, rememorando el fracaso en el Caguán.
La carta anuncia que la guerrilla reclamará a Santos porque mantuvo la promoción de la «locomotora minera» del anterior gobierno, en la que, asegura el insurgente, confluyen capitales del narcotráfico e intereses personales del expresidente Álvaro Uribe (2002-2010), quien se opone radicalmente a esta negociación.
Las FARC pondrán sobre la mesa los conflictos locales que generan las grandes obras de infraestructura, en general precedidas de cruentas operaciones de desplazamiento forzado y que hoy generan rechazo de las comunidades que continúan en los territorios afectados, continúa la carta.
Según el acuerdo para la terminación del conflicto, logrado tras el encuentro exploratorio desarrollado en Cuba entre el 23 de febrero y el 26 de agosto de este año, la mesa de pláticas se instalará públicamente en Oslo, tendrá como sede principal la capital cubana y podrá sostener reuniones en otros países.
Previamente, las partes sostuvieron conversaciones durante año y medio, período en el cual era abatido, en noviembre, el comandante de las FARC de nombre de combate Alfonso Cano.
Cano había sido el principal negociador de las FARC en el pacto que formó la UP. «Estamos ante una posibilidad real» de terminar el conflicto, un camino «difícil», reconoció por su parte el mandatario Santos. Colombia y el mundo «han cambiado», añade Santos, pero también este es «un acuerdo diferente».
Ahora Colombia es la segunda economía de América del Sur, afirma, «millones de colombianos están saliendo de la pobreza» y «el uso de la violencia para alcanzar objetivos políticos es cosa del pasado». Ningún gobierno del continente la tolera, subraya. En estos acercamientos tuvieron un papel cardinal los gobiernos de Cuba y Venezuela, que públicamente han rechazado la lucha armada. Además, dice Santos, «podemos hablar de paz gracias a los éxitos de nuestras Fuerzas Armadas y de Policía».
No habrá cese de operaciones militares, recalca el presidente, algo que expertos y FARC consideran el talón de Aquiles del esfuerzo actual. Este «es un acuerdo para terminar el conflicto», insiste, aunque advierte de que el triunfo de los diálogos «no se puede dar por descontado».
Las conversaciones «se medirán en meses, no en años», dice Santos, y periódicamente se medirán avances. Si no los hay, «no seguimos».