Según el censo general de población de 2010, los musulmanes constituyen el 24 por ciento de los 21 millones de habitantes de este país de África central y en su mayoría viven en tres de las 10 regiones en las que se divide el territorio camerunés: Extremo Norte, Norte y Adamawa, todas ellas en la frontera con Nigeria. El límite noroccidental de Camerún se extiende a lo largo de la frontera oriental del territorio nigeriano, hasta el norte predominantemente musulmán de Nigeria, que es un bastión del grupo islamista radical Boko Haram, cuyo nombre significa «la educación occidental es pecado» en hausa y que busca establecer un estado islámico en Nigeria mediante la violencia armada.
El grupo armado, vinculado a la red extremista Al Qaeda en el Magreb islámico y a su aliado en Somalia, Al Shabaab, llamó la atención mundial cuando el 14 de abril secuestró a más de 200 adolescentes en una escuela pública de orientación católica en Borno, uno de los 36 estados de Nigeria, a las que aún mantiene cautivas, con excepción de unas pocas que lograron escapar.
Más de 12.000 personas murieron a raíz de los enfrentamientos desde que Boko Haram tomó las armas en 2009 para luchar por un estado musulmán en Nigeria, según cifras del presidente nigeriano, Goodluck Jonathan. En los últimos tiempos han aumentado los ataques de la organización radical nigeriana en el vecino Camerún. Su incursión más reciente fue el 27 de julio, con el secuestro de la esposa del viceprimer ministro camerunés Amadou Ali, en la ciudad de Kolofata. Los ataques y secuestros que Boko Haram perpetra periódicamente en la región del Noroeste de Camerún acabaron con la paz y la concordia que el maestro Hamissou disfrutaba con sus alumnos y vecinos. Los propios alumnos de Hamissou lo llaman «Boko Haram». «Ven las barbas que llevamos o los velos de nuestras esposas y en seguida nos vinculan a la secta», explica Hamissou. «Soy un maestro. Enseño educación occidental. ¿Cómo puedo enseñar educación occidental y al mismo tiempo decir que está prohibida? Eso es incomprensible», afirma.
Arlette Dainadi, una alumna de 12 años que asiste a la escuela primaria donde Hamissou da clases, relata que algunos de sus compañeros llegaron a quitarle el velo mientras gritaban «¡Boko Haram! ¡Boko Haram!». También los adultos les insultan, según Aisha Hamissou. «No puedo desplazarme ni interactuar libremente con otros sin que me digan cosas. La gente me llama Boko Haram», explica la esposa del maestro, al borde de las lágrimas.
En un esfuerzo concertado por distanciarse de Boko Haram, organizaciones y dirigentes musulmanes de este país, como la Asociación de Estudiantes Musulmanes y el Consejo de Imanes de Camerún, organizan talleres, conferencias y manifestaciones públicas para sensibilizar a la población acerca de su postura contraria a la secta extremista. El jeque Oumarou Malam Djibring, miembro del Consejo de Imanes de Camerún, asegura que la campaña de Boko Haram contra la educación occidental, así como las atrocidades que comete contra personas inocentes, no tienen nada que ver con el islamismo. «El islam es una religión de paz y tolerancia. Alejarse de esos preceptos va en contra del islamismo», sostiene.
Los integrantes del Consejo de Imanes de Camerún y dirigentes musulmanes han adoptado la expresión idiomática «Halal Boko», que en hausa significa que la educación se permite según como lo establece el Corán. El profesor y líder religioso islámico jeque Abu Oumar Bin Ali expica que los eruditos musulmanes han sido, históricamente, destacados impulsores de la enseñanza.
El matemático, astrónomo y geógrafo persa del siglo VIII «Muhammad ibn Musa al-Jwarizmi», conocido como Al Juarismi, «fue un destacado estudioso musulmán que fundó la rama matemática del álgebra... Así que es una estupidez que alguien vincule a los musulmanes con el odio por la educación occidental», subraya. Pero Ahmadou Moustapha, un gobernante musulmán tradicional de la región del Extremo Norte, comenta que Boko Haram recluta a jóvenes musulmanes de la zona. «Vienen y se llevan a nuestros jóvenes por la fuerza. Y creo que los intoxican con sus creencias de odio».
Para el profesor Souaibou Issa, de la Universidad de Ngaoundéré en la región de Adamawa, el grupo es peligroso porque «nunca se sabe cuáles son sus vínculos, ni qué buscan exactamente, y uno no sabe quiénes son sus protagonistas. Lo que hay es una sospecha generalizada, y los estados luchan contra enemigos invisibles». El jeque Mallam Djibring ha pedido a los musulmanes del país que estén alerta y que denuncien a todas las personas de aspecto sospechoso.