Los investigadores que publican los resultados de su estudio en el último número de la revista PLOS ONE, «Late Neogene and early Quaternary paleoenvironmental and paleoclimatic conditions in southwestern Europe: isotopic analyses on mammalian taxa» han analizado los isótopos de oxígeno y carbono en los dientes fosilizados de los animales.
Los isótopos de oxígeno están relacionados con el tipo de agua que bebieron estos mamíferos y la temperatura ambiental, los isótopos de carbono indican la clase de alimentación que siguieron.
La autora principal del estudio, Laura Domingo, que trabaja en la Universidad de California Santa Cruz explica, «hemos analizado una buena representación de la fauna más abundante en la Península Ibérica entre el Mioceno final y el Pleistoceno medio. La proporción de los isótopos de oxígeno nos ha permitido ver cuáles fueron los cambios en la temperatura en aquel periodo. Por otro lado, los isótopos de carbono nos indican qué plantas formaban parte de su dieta y, por tanto, el tipo de vegetación que dominaba el paisaje».
En ese periodo la península estaba poblada por herbívoros como el mastodonte (Tetralophodon longirostris) o bóvidos como un antílope de talla media (Tragoportax) . Los cambios ecológicos y climáticos quedaron marcados en su esmalte dental, muy resistente a la alteración química y física sufrida durante el tiempo que han permanecido enterrados.
La investigadora detalla que «el esmalte se caracteriza por presentar cristales de apatito más grandes, un menor contenido en materia orgánica y una baja porosidad en comparación con otros apatitos como la dentina o el hueso. El esmalte queda sellado frente a procesos químicos y físicos sufridos durante el proceso de fosilización y, por tanto, la señal isotópica original quedó preservada».
Grandes eventos paleoclimáticos
El enfriamiento progresivo que se produjo en la Tierra hace entre 6,3 y 0,8 millones de años ha quedado registrada en la curva de carbono y esta «nos dice que se produjo un incremento de la aridez vinculado con el comienzo de este enfriamiento, que culminó con la glaciación en el hemisferio norte hace alrededor de 2,6 millones de años», precisa Domingo.
Entre 9 y 2 millones de años, no se registró en la península en proporción el aumento de un tipo de plantas, abundantes en zonas tropicales y subtropicales, que se expandieron de forma global en la Tierra.
La investigadora del CSIC María Teresa Alberdi, que trabaja en el Museo Nacional de Ciencias Naturales, explica: «Esta conclusión nos indica que el bioma mediterráneo actual podría haber surgido de forma intermitente antes de establecerse del todo hace entre 3,4 y 2,5 millones de años.
Otras hipótesis que barajamos son que las especies habrían evitado alimentarse de estas plantas por su escaso valor nutritivo y que el tipo de bioma que existió entre el Mioceno y el Plioceno no habría favorecido la expansión de estas plantas».
Los datos también han permitido detectar otros eventos climáticos registrados a nivel global, como la crisis del Vallesiense medio, que se produjo hace unos 9,5 millones de años y que dio lugar a un cambio de vegetación desde condiciones más húmedas hacia condiciones más secas y estacionales, o el periodo cálido del Plioceno hace entre 4,2 y 3,7 millones de años, que trajo condiciones más húmedas a Europa Occidental.
Por otro lado, no han hallado huellas significativas de la crisis salina del Mesiniense, que se produjo hace entre 6 y 5,3 millones de años y que desembocó en la desecación del Mediterráneo. «Nuestros datos no muestran cambios importantes en las condiciones paleoambientales y paleoclimáticas relacionadas con este evento. Futuros trabajos nos servirán para inferir de manera más detallada si tuvo consecuencias para la Península Ibérica», asegura Manuel Hernández Fernández, investigador en el Instituto de Geociencias, un centro mixto del CSIC y la Universidad Complutense de Madrid.