Chipre, el quinto país de la eurozona en solicitar ayuda financiera a sus socios, dividido, contagiado por la crisis económica griega y cerca del volcán sirio, ocupa desde hoy la presidencia semestral rotatoria de la Unión Europea. A pesar de esas dificultades, las autoridades chipriotas confían en desempeñar con éxito la tarea. La presidencia chipriota tiene como prioridades fomentar políticas de crecimiento para responder a la crisis.
El otro reto es cerrar el presupuesto comunitario para los próximos siete años (2014-2020). La dotación de las nuevas políticas agraria y de pesca comunes (PAC y PPC) depende directamente de esas cuentas. También se debe discutir en los próximos meses los pasos hacia la unión bancaria europea, que obliga a los accionistas y acreedores a pagar la factura de los rescates y la creación de una tasa a las transacciones financieras.
Fuera de la agenda quedan las negociaciones con Turquía, porque el gobierno chipriota ha querido mantenerse neutral y no marcar la postura de la UE. Un asunto extremadamente delicado desde la invasión turca al norte de isla en 1974.
Nicosia es una ciudad fortificada y dividida, como todo el país. Cruzado de este a oeste por la denominada línea verde. Al norte los turco chipriotas, en su mayoría musulmanes; al sur, los helenistas y ortodoxos. 300.000 habitantes que habitualmente viven de espaldas unos a otros. Siempre con el pasaporte en la mano para poder cruzar alguno de los siete puntos de paso que comunican ambas zonas, para ir a trabajar, a la escuela, a comprar, aunque los intercambios comerciales son muy reducidos... Incluso las redes de telefonía móvil no son compatibles.
Geoestratégicamente, Chipre es la frontera más oriental de la UE, aislada del centro, como le ocurre a Grecia, está cerca de una zona políticamente inestable que tiene como vecinos a Turquía, Siria, Líbano, Israel y Egipto. Una de las áreas de especial preocupación para la política exterior comunitaria.