«El momento es trágico, riamos», titula otro clásico de la prensa satírica y peculiar: Le Canard Enchaîné. También acaban de recibir amenazas del mismo género; aunque -variante- les dicen que no utilizarán fusiles de asalto kalashnikov, sino «hachas». Prometen hacerlos trocitos. La respuesta del Canard es «vamos a reír hasta las lágrimas» (que rima con «armas»). Aux armes, aux larmes.
«¿Podemos reír de todo? ¿Podremos hacerlo mañana?», se interrogaba el difunto Cabu, una de las víctimas de Charlie Hebdo. Ahora, el día en el que Charlie Hebdo se agota en los quioscos de Francia, el diario Libération, que ha acogido a los supervivientes, se interroga sobre el debate en la prensa internacional. Constata ausencia de reproducciones de los dibujos o de las páginas de Charlie en los países árabes. Imposible, incluso en Túnez. En Turquía, país muy mayoritariamente musulmán, y con un presidente calificado de «islamista», el diario Cumhuriyet publica un suplemento reproduciendo 4 páginas de Charlie. En la prensa estadounidense, predomina esa idea tan anglosajona del ciudadano como miembro de una comunidad, no como simple individuo; esa tentación, cuasi religiosa, de censarlo por su origen, un sentido del respeto como algo que debe atenerse siempre a lo políticamente correcto. Olivier Roy, historiador, politólogo y francés, respondió por anticipado: «En Francia, no hay una comunidad musulmana, sino una población musulmana. Admitir esta sencilla verdad ya sería un buen antídoto contra la histeria actual y la venidera».
Pero el debate planetario continuará. «Habitualmente, no publicamos imágenes de Mahoma para evitar ofender a los lectores musulmanes; pero el valor informativo de la portada de esa revista justifica su publicación», dice USA Today. Otros lo hacen, en papel o en sus sitios digitales respectivos, lo hacen más o menos discretamente: Wall Street Journal, Los Angeles Times. Por el contrario, The New York Times, que tiene una edición parisina (anteriormente International Herald Tribune), se limita a sugerir en su sitio digital un enlace con... Libération.
Según este último, entre los 534 diarios que existen en Estados Unidos sólo el sensacionalista New York Post reproduce la portada de Charlie en su primera página. Sucede algo similar con los diarios británicos. Un presentador de la BBC mostró la portada de Charlie, como si fuera un breve plano publicitario. The Guardian advierte a sus lectores musulmanes. «Warning: this article contains the image of the magazine cover, which some may find offensive» (Atención, este artículo contiene la portada de la revista que algunas personas podrían considerar ofensiva). Como si fuera la cabeza de un decapitado por Daesh.
Quizá ese debate en los países de lengua inglesa puede contribuir a conmover lo que han considerado políticamente correcto durante años. Una idea de la corrección que -a veces- equivale al respeto de los demás, sí; en otras ocasiones eso se convierte en simple autocensura.
El autor, actor y dramaturgo francés Jean-Michel Ribes, declara: «Seguro que algunos van a vociferar, pero al menos veremos quien permanece tras ellos (los supervivientes de Charlie). El domingo se convirtieron en el primer partido de Francia. A pesar de cualquier formateo moral, Charlie es, y sigue siendo un pasillo para salir a respirar, indispensable, y que nos oxigena para que la democracia pueda seguir existiendo». Ribes recuerda que la blasfemia no es delito en Francia y añade: «Debemos explicar a quienes se sienten ofendidos que este tipo de dibujos humorísticos debe percibirse como una escuela de tolerancia. Protege incluso a los creyentes con mayor fervor al regalarles perspectiva y distancia respecto al reclutamiento (de los fanáticos) y a la religión. ¿Qué dios puede llegar a ser tan débil que se llega a sentir ridiculizado por un simple dibujo?»
París se despertó temprano. En toda Francia, se ha agotado Charlie Hebdo. Se reimprimen rápidamente nuevas ediciones del «Tratado sobre la tolerancia» de Voltaire. Quizá tenemos que aprenderla todos de nuevo. Determinados clérigos y voluntarios al fanatismo y al sectarismo más, mucho más. La depresión madrugadora de los obreros, que cantaba Dutronc, ha dado paso a un debate planetario del que dependen las libertades y la democracia.