Su amistad con Pissarro y con Emile Zola (el escritor le dedicaría su novela «La confesión de Claude», aunque en 1886 romperían su amistad al verse Cézanne reflejado en el protagonista de su novela «La obra», un artista fracasado) le habían abierto las puertas de este movimiento, al que llegó desde una concepción romántica de la pintura.
Aunque no colgó ningún cuadro en la segunda de las exposiciones de los impresionistas, la de 1876, sí lo hizo en la del año siguiente con 16 obras de naturalezas muertas y paisajes. Fue la última en la que participó, ya que en 1878 se separó del grupo para buscar un camino propio.
Desde entonces, las figuras de su pintura sufren una estilización a la que aplica una pincelada más fina y un colorido de mayor pureza. Pero su aportación más innovadora fue la de una ordenación del espacio pictórico según varios puntos de vista, una anticipación al cubismo (las primeras expresiones cubistas de Braque y de Picasso se realizaron teniendo como motivo el paisaje y las naturalezas muertas, dos de los temas recurrentes de Cézanne) que le alejó definitivamente del academicismo. Por ello se le considera uno de los padres del arte moderno.Su serie sobre la montaña de Sainte-Victoire es un claro ejemplo de este posicionamiento. Sus bañistas y sus naturalezas muertas están abordadas asimismo desde una osada modernidad. Este particular punto de vista, incomprendido en su época, hizo que el éxito le llegase tardíamente. Así, los cuadros de Cézanne de la colección de Père Tanguy fueron vendidos por la viuda del coleccionista en 1894 a precios irrisorios, mientras que el Estado francés rechazó los de la colección que el pintor Caillebotte le había legado.
Una exposición de 1895 organizada por Ambroise Vollard en su galería de la calle Laffitte, con más de cien obras de Cézanne, fue un completo fracaso comercial aunque sirvió para dar a conocer la obra de Cézanne a algunos de sus contemporáneos. La subasta en 1899 de sus cuadros propiedad del coleccionista Victor Chocquet interesaron por primera vez a importantes compradores. En 1900 algunos museos de Berlín compraron cuadros de Cézanne expuestos en la Exposición Universal de la capital francesa. Rechazado una y otra vez por los académicos del salón de París, finalmente, en 1904 el Salon d'Automne reconocería su genio con una retrospectiva que fascinó al mundo del arte francés, sobre todo a los jóvenes, mientras el Estado continuaba negándole el reconocimiento (aún en 1907, dos años después de su muerte, rechazaría la donación de las obras del pintor, propiedad de Granel, que se encontraban en la finca de Jas de Bouffan en la que Cézanne vivió sus últimos años). Una ceguera que ha costado cara, ya que en 2012 su cuadro «Los jugadores de cartas» fue el mejor pagado de la historia de las subastas hasta entonces: 250 millones de dólares.
Una exposición esperada
Desde 1984 no se celebraba en España una exposición retrospectiva de la obra de Cézanne. El museo Thyssen-Bornemisza de Madrid acoge ahora una de las más completas, con 58 pinturas procedentes de museos y galerías de todo el mundo, y también de colecciones privadas. El contenido de la exposición gira sobre la hipótesis de que el trabajo al aire libre de Cézanne y sus pinturas de estudio están interrelacionadas. El título, «Cézanne site/non-site» se refiere, según la denominación del artista Robert Smithson, a los dos macrogéneros que el pintor realizó durante su vida: el de la pintura al aire libre y el de la realizada en su estudio; paisajes unos y naturalezas muertas los otros, que se influencian recíprocamente, ya que en los paisajes hay algo de puesta en escena, de organización del espacio según las estructuras de las naturalezas muertas, y en los bodegones Cézanne introduce elementos paisajísticos, como los pliegues de los manteles sobre los que sitúa los componentes, tan parecidos a las siluetas de algunas montañas de sus paisajes. «Si sus paisajes son como naturalezas muertas, así también sus naturalezas muertas son como paisajes», afirma la historiadora Svetlana Alpers. Los Nabis, el movimiento de los últimos impresionistas, han llegado a decir que Cézanne pintaba de igual manera los paisajes, los retratos y las naturalezas muertas.
La exposición se inicia con «Retrato de un campesino», el último cuadro pintado por Cézanne, según el testimonio de Vollard (el artista sufrió un síncope mientras lo pintaba, sorprendido por una tormenta, de ahí que esté incompleto). El modelo (¿un autorretrato?) está situado en la terraza de su casa, que marca el límite entre el exterior (site) y la entrada a su estudio (non-site). A partir de este pórtico, Retrato de un desconocido, la muestra se divide en cuatro apartados más que pretenden resumir los diversos géneros abordados por el artista: La curva del camino, Desnudos y árboles, El fantasma de la Sainte-Victoire y Juego de construcciones.
La obsesión de Cézanne por los paisajes en los que había transcurrido casi toda su vida (la Sancte-Victoire, L'Estaque, Bibémus, Auvers-sur-Oise, el Jas de Bouffan, la colina de Les Lauves...) tenía un motivo añadido de su preservación para la posteridad, pues estaba observando cómo la mano del hombre y la industrialización iban poco a poco destruyendo los paraísos virginales de la naturaleza que tantas veces, incluso siendo ya anciano, recorría en largas caminatas y ascensiones a la montaña, bajo el frío del invierno y el inclemente sol de los veranos. Las modernas carreteras habían venido a sustituir a los senderos y a las viejas calzadas romanas, por eso los caminos en curva son uno de sus temas preferidos, curvas que clausuran el espacio y ocultan lo que hay más allá, introduciendo misterio en el paisaje.
Otro de sus temas obsesivos fue el de los bañistas, unos bañistas sin rostro, impersonales y universales, mujeres y hombres sin connotaciones eróticas por mucho que algunas interpretaciones sicoanalíticas pretendan identificaciones en este sentido. Están en escenarios naturales pero parecen objetos de una naturaleza muerta: son site, pero parecen non-site. Asimismo, los árboles que arropan siempre a los bañistas forman parte del paisaje pero son al mismo tiempo elementos simbólicos de la escenografía.Algunas de las pinturas expuestas aquí están sin terminar, sin saberse a ciencia cierta si esta característica fue voluntad del artista como una original expresión de modernidad, una incapacidad o desinterés por la obra iniciada o no pudo al fin completarlas por falta de tiempo. Hay interpretaciones en ambos sentidos y el visitante a la exposición puede adherirse a cualquiera de ellas o añadir la suya propia.