Las negociaciones de adhesión de Lituania a la UE tuvieron una espina durante años. Bruselas exigía, por motivos de seguridad, el cierre de la central nuclear de Ignalina, abierta hace 26 años y construida a imagen y semejanza de la de Chernobyl, en Ucrania, que explotó en 1986.
Han tenido que pasar casi seis años para cumplir la condición del ingreso lituano en Europa. El primer reactor se cerró en diciembre de 2004, el mismo año de la incorporación a la UE. El segundo reactor de la central ha dejado de funcionar con el año nuevo y la central ha parado su actividad.
La resistencia del gobierno Lituano a cerrar Ignalina tenía una causa justificada. El país funciona con redes de energía de la época soviética y parar la actividad de su única central nuclear supone la dependencia directa del gas ruso, cuando Moscú utiliza el suministro como medida de presión ante cualquier obstáculo.
Otra consecuencia será una fuerte subida de las tarifas eléctricas en Lituania, porque Ignalina suministraba el 70 % de la energía eléctrica. El país no está conectado aún a las redes eléctricas de la UE, aunque está previsto que lo haga con Suecia y Polonia.
Lituania vive un momento de grave crisis económica. Su PIB ha sufrido el descenso más acusado del mundo, según el FMI. La UE ayuda con 1.300 millones de euros a la transición energética. euroXpress