Mientras en octubre de 2001, el 47% de los norteamericanos entrevistados afirmaba tener una imagen favorable al Islam, según la cadena norteamericana ABC, trece años más tarde, sólo el 20% de los encuestados la mantenía. Más preocupante aún es el hecho de que el 42% de los preguntados afirmaran haber apoyado los perfiles contrarios a los musulmanes que habían sido creados en redes sociales, o incluso desde grupos políticos, según Southern Poverty Law Center (SPLS). Perfiles y grupos que han crecido hasta en un 56% desde 2001, y que han llegado a alcanzar la increíble cifra de 939 sólo en EEUU.
En Europa, el panorama no es más halagüeño. Según un estudio de la Universidad de Teeside (UK), en 2014, los ataques contra los musulmanes en el Reino Unido –donde la población musulmana ronda el 5% de la población total-, aumentaron un 20% con respecto a 2013. Con lo que, no es que estén muy bien vistos allí. Tampoco en Francia, donde, según un informe presentado por la Red Europea contra el Racismo, los actos de islamofobia aumentaron un 47% en 2013 con respecto al año anterior. Y en el resto de los países europeos estas cifras varían desde el 38% hasta el 52% para el mismo periodo.
¿Por qué ocurre esto? Desde 2001, muchas voces se han alzado afirmando que la integración del colectivo musulmán no se produce porque «ellos no asimilan la cultura del país en el que pretenden integrarse». Otros, más juiciosamente, plantean que la integración es un proceso bidireccional que consiste en la asimilación y el respeto por parte del colectivo receptor hacia el colectivo integrante, y viceversa. O sea, que tanto musulmanes como nacionales del país deben respetar al otro y a sus prácticas, tanto culturales como religiosas. Y apuntan además que uno de los puntos más difíciles de superar en este proceso es que la ciudadanía no deja de mirar a los islamistas (musulmanes creyentes y practicantes del Islam, no terroristas) como peligrosos. ¿Tienen algo que ver los medios de comunicación en este concepto que la población tiene del colectivo musulmán? Centrémonos en el caso europeo.
Desde 2005, las Instituciones internacionales, entre ellas la Comisión Europea que aprobó ese mismo año la Agenda Común para la Integración, Marco para la integración de los ciudadanos de un Tercer país en la Unión Europea -COM (2005) 398-, han encargado a los medios de comunicación la tarea de facilitar la integración de los inmigrantes a través de la difusión de discursos basados en el respeto y tolerancia a su cultura y sus prácticas religiosas. Sin embargo...
El humor, amparado en la libertad de expresión, se burla del islamismo e incluso llega a meter en el mismo saco a musulmanes, jihadistas y terroristas. Y no son lo mismo, no. No sólo eso. También llega a compararlos con los nazis. Como prueba de ello, así nos daba los buenos días USA Today Jokes el día 2 de febrero. Una imagen que relacionaba directamente (Muslims are Nazis: Los musulmanes son nazis), a los musulmanes –a todos ellos- con los nazis. O sea, los convertía en asesinos. Porque los nazis cometieron un delito de genocidio. Todos ellos, todos los nazis. Lo dice la ONU. En el caso de los musulmanes, no. Todos los que cometen atentados terroristas afirmando ampararse en la Jihad sí son musulmanes o convertidos. Pero, no todos los musulmanes son terroristas. Al igual que no todos los vascos eran de la ETA, ni todos los irlandeses del IRA.
Y he ahí el momento en el que se produce el cortocircuito en el imaginario colectivo que llega a la conclusión de «si todos los musulmanes que salen en los medios son terroristas, y si todos los musulmanes son considerados como nazis, entonces todos los musulmanes son asesinos». Y ése es el peligro de sesgar la realidad. Porque «lo que no aparece en televisión no es real».
De esta forma, los medios, al concentrarse en los colectivos terroristas que enarbolan la bandera de la Jihad para justificar las masacres que acomete, olvida representar mediáticamente al resto de una comunidad árabe que trabaja diariamente por mejorar el mundo, demonizando así a todo el colectivo. Un colectivo que emprende acciones solidarias y de ayuda a diario y en cualquier parte del mundo. Como Musulmanes por la Paz, que expone abiertamente en su página web su «voluntad de trabajar desde el Estado español por la paz en el mundo y por la defensa de todos los oprimidos y explotados». Pero, hasta estas organizaciones son mal vistas por los ojos de políticos y ciudadanos. Prueba de ello es que el Ministerio del interior español ordenó en julio de 2014 investigar las ONG siempre que fueran musulmanas, para descarta que estuvieran apoyando a organismos terroristas, algo que con las ONGs que profesan otras religiones no se hace. O sea, que hemos vuelto a la antigüedad de la superstición, las cabezas de ajo en las puertas y el miedo a los fantasmas.
La caza de brujas ha empezado. Pero, estas nigromantes no llevan gorro puntiagudo, como los del Ku Klux Klan, sino Hyjab o turbante, o a veces incluso nada. A los cazadores les basta con que lleven el código genético musulmán en su ADN.