La cumbre Río+20 terminó este viernes con ganadores y perdedores, pero principalmente con perdedores. La ONU y Brasil, el país anfitrión, junto con las grandes empresas, han dado un giro positivo al resultado, otro documento histórico que cambiará el mundo, según ellos. Pero la mayoría de los representantes de la sociedad civil y las feministas han expresado su desilusión e indignación por ese texto final, titulado «El futuro que queremos».
Las catástrofes son las nuevas parteras de la historia. Pero tienen que repercutir de forma abrumadora, como los accidentes de Chernobyl, en 1986, y Fukushima, en 2011, que llevaron a gobiernos a interrumpir e incluso abolir sus programas de energía nuclear.
En las manifestaciones que expresan el desagrado general con el resultado de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible Río+20, participan una multitud hetereogénea con un abanico de reivindicaciones, formas de expresarse y culturas.
Comenzó la Cumbre de la ONU sobre medio ambiente que se celebra en Río de Janeiro 20 años después de la emblemática Cumbre de la Tierra. Durante meses se ha estado elaborando el documento final que está siendo criticado no solo por las organizaciones civiles y expertos en medio ambiente, hasta el mismo secretario general de la ONU ha dicho que carece de ambición.
Cuando concluya la conferencia Río+20 habrán quedado atrás restos de propuestas que no hallaron eco. Entre estas, la creación de un Fondo Global para el Desarrollo Sostenible de 30.000 millones de dólares, un Impuesto a las Transacciones Financieras, un Consejo de Desarrollo Sostenible, un Fondo Global para la Educación, una Organización Mundial de Medio Ambiente, y un Organismo Intergubernamental sobre Asuntos Impositivos.
Durante muchos años los países más desarrollados, han establecido una cooperación hacia los más pobres que, muchas veces, no era exactamente una ayuda desinteresada y solidaria. Ahora, algunos de esos países han salido de la pobreza, sus economía emergen y son ellos los que ayudan a otros más pobres. En la cumbre de los Pueblos paralela a Río+20 las organizaciones se plantean como romper ese círculo vicioso.
Los negociadores de unos 180 países entre los que está la Unión Europea trabajan en un documento en el que deben quedar sentadas las bases de la «economía verde» y cómo dotarla de recursos financieros. El viernes debió quedar listo para cuando lleguen los jefes de Estado y de Gobierno y no ha sido así. Las conversaciones están estancadas. La jefa de la delegación venezolana, Claudia Salerno, explica la posición de los países en desarrollo.