Duro, pero con un punto conciliador, Cameron ha querido aclarar que su plan «no supone dar la espalda a la Unión Europea», sino que lo que persigue es una Europa más abierta y flexible. «El Reino Unido, ha recordado, es un importante actor europeo en todos los asuntos donde Europa ha de actuar: ser más competitiva, luchar contra el terrorismo, combatir el cambio climático, estamos ahí liderando los debates».
Pero hasta ahí. Porque Cameron cree que Europa cierra los ojos ante la globalización y se equivoca con sus políticas integradoras. Por eso dice proponer un cambio para que la UE no se quede rezagada y negociar un marco que es tan necesario para Europa como para el Reino Unido.
«Los países de Europa tienen su historia, sus tradiciones, sus instituciones, quieren su propia soberanía, la capacidad de tomar sus propias decisiones, e intentar meterles con calzador en una unión política centralizada sería un gran error para Europa, y el Reino Unido no va a ser parte de eso», ha confirmado el premier británico.
Lo que para la mayoría de los 27 es la ruta a seguir, avanzar hacia una unión bancaria y una unión fiscal, Cameron no lo comparte y afirma que su país no se siente cómodo en una UE en la que la mitad de los países que la integran comparten una moneda: «Esto tiene unas implicaciones enormes para países como el Reino Unido y otros que no están en el euro y que probablemente no se unirán nunca, e implica muchas dificultades».
Cameron se ratifica así en su propuesta de negociar un nuevo marco de relaciones de su país con la UE que fue casi unánimemente rechazado por los líderes europeos. La respuesta que recibió es que no se puede pedir ni ofrecer «una Europa a la carta».