Según los últimos datos del INE, el 1 de enero de 2012 el número de búlgaros empadronados en España asciende a 176.411 personas. Pese a la profunda crisis y el alto índice de desempleo en el país de acogida, la gran mayoría de ellos siguen enviando religiosamente dinero a sus familias. Hace muy poco se ha hecho público que las arcas del Estado búlgaro se engrosan en gran medida gracias a las remesas de los emigrantes.
En ese sentido, los búlgaros afincados en España pagan la luz por partida doble, aquí donde viven y trabajan, y allí donde apoyan económicamente a sus seres queridos y han dejado sus viviendas en propiedad, algunas de ellas desocupadas, algo que no impide que les sigan llegando los recibos de la luz. Es el caso de uno de los búlgaros más internacionales, Hristo Stoichkov. En un popular canal de televisión búlgaro el exjugador del Barça anunció que iba a dejar de pagar las desorbitadas facturas de electricidad que se le cargaban en la cuenta por el suministro en su casa en Sofía, deshabitada desde hace años.
Si el abuso de las eléctricas fue el detonante de la ola de manifestaciones, dentro y fuera de Bulgaria, las protestas, sin precedentes desde la década de los 90, cuando provocaron la caída del régimen comunista, han sacado a la luz una realidad sociopolítica compleja y ambigua. Ante la movilización ciudadana, a finales de febrero el primer ministro Boiko Borisov presentó, sorprendentemente, su dimisión y acto seguido muchos de los manifestantes declararon, igualmente por sorpresa, su apoyo al mandatario. Entre ellos, destacaron los agricultores, que se concentraron al volante de sus tractores, incluso encaramados a un camión lleno de cerdos, delante de la Asamblea Nacional.
Los últimos acontecimientos han dado pie a los analistas políticos para barajar la posibilidad de un escenario premeditado para la vuelta al poder de Borisov en las elecciones generales anticipadas fijadas por el presidente, Rosen Plevneliev, para el 12 de mayo, si falla el tercer intento de formar un nuevo gobierno. Tras la negativa del partido conservador GERB de Borisov, así como de los socialistas, el 5 de marzo Plevneliev entregará el tercer encargo a DPS, el partido de la minoría turca, aunque ya ha anunciado que también lo rechazará. Los sondeos apuntan a que Borisov no conseguirá revalidar su mayoría absoluta en los sufragios, y con esto correría la misma suerte que otro de sus antecesores, el exrey y exprimer ministro de Bulgaria, Simeón de Sajonia-Coburgo Ghotta. Con la diferencia de que el líder de GERB ya ha afirmado que no está dispuesto a formar coalición con otro partido, tal y como hizo en su momento el exrey, gobernando en una coalición tripartita con el socialista Stanishev al frente como primer ministro.
El destino de Borisov podría ser el de un mesías más, despechado y repudiado por unos ciudadanos cansados de seguir viviendo sumidos en la miseria y la falta de perspectiva 6 años después de la incorporación de Bulgaria a la UE. Un pueblo al que le cuesta asumir que ningún político posee la varita mágica para hacer desaparecer de golpe los problemas endémicos del país ex comunista. Una frase muy popular entre los búlgaros reza «Queremos nuestra patria, pero no nuestro Estado». Ahora parece que han alzado su voz decididos a tomar cartas en el asunto y contribuir a la renovación de un Estado, al que también brindar su amor. Por eso muchos ven, en las últimas protestas, los «brotes verdes» de una sociedad civil todavía frágil y manipulable, pero portadora de una luz esperanzadora.
Las manifestaciones del colectivo búlgaro en España, igual que las de sus compatriotas, se gestaron en las redes sociales. El organizador de la protesta pacífica en Madrid, Filip Grigorov, desgrana a euroXpress las reivindicaciones de la iniciativa, en su práctica totalidad idénticas a las esgrimidas dentro de Bulgaria: el anhelo de poner fin al monopolio de las eléctricas y resto de compañías, la reivindicación de elegir una Asamblea Especial para reformar la Constitución, la petición de una mayor participación civil en el ejecutivo y en los órganos reguladores, la supresión de la inmunidad a los políticos y la rebaja salarial para los parlamentarios. Liderados por Grigorov, en Madrid también reclaman el uso de la firma electrónica para participar en referéndums como el celebrado el 27 de enero sobre la construcción de una nueva nuclear en el país. «Creo que si se extiende el uso de la firma electrónica habrá menos protestas porque la ciudadanía podrá manifestar su postura en Internet, en las páginas institucionales correspondientes, y si se detecta un incremento del descontento ciudadano, las autoridades podrán tomar medidas a tiempo y prevenir el desorden en la calle», afirma Grigorov. Otra idea suya es la puesta en marcha de páginas web oficiales donde los diputados puedan rendir cuentas, individualmente, a sus votantes.
Las protestas de la diáspora búlgara han tenido lugar no sólo en España, sino también en Austria, Alemania, Inglaterra, Irlanda o Grecia. En todas ellas se ha exigido, además, la creación de una circunscripción electoral para los búlgaros en el exterior, que es una vieja reivindicación de la Otra Bulgaria, el partido de los emigrantes búlgaros. «Es cierto que el impulsor de las manifestaciones en el extranjero ha sido la Otra Bulgaria a quien represento, pero organicé y participé en la protesta en Madrid a título individual, como un ciudadano más, porque no quería que el acto adquiriera cualquier tinte político», aclara Grigorov.
La ola de concentraciones dentro y fuera de las fronteras de Bulgaria coincide con la celebración de fechas emblemáticas para el país. El 19 de febrero se rindió homenaje a Vasil Levski, el líder de la independencia nacional, el 1 de marzo se ha celebrado el Baba Marta, una tradición ancestral que tiene como protagonistas los martenitsi, amuletos hechos de hilos blancos y rojos que anuncian la llegada de la primavera y se regalan del 1 al 8 de marzo para atraer la buena suerte, gozar de salud y tener prosperidad. El 3 de marzo, en su fiesta nacional, Bulgaria conmemora 135 años de la liberación del dominio otomano. En plenos festejos patrios se han convocado nuevas protestas que han sido secundadas por los inmigrantes tanto en España como en el resto de Europa, aunque con menos participantes, bajo el lema "Librémonos de la esclavitud de los monopolistas". Los manifestantes en Madrid continuarán con las protestas ante la embajada durante todos los domingos hasta las elecciones del 12 de mayo.
El grito la ciudadanía búlgara podría enmarcarse en las protestas ciudadanas que sacuden los países europeos más golpeados por la crisis, entre ellos España, Portugal, Italia, Grecia... pero no deja de ser un hecho que marca un antes y un después en la nueva historia de un pueblo acostumbrado a sobrevivir callando. Ojalá con el despertar de la primavera se haga la luz en el futuro de Bulgaria y sus gentes.
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