Desde hace días la policía ha cerrado todos los caminos que conducen a este pequeño pueblo ubicado a unos 20 kilómetros al suroeste de Carcassonne, al pie de los Pirineos. Esta zona cátara, ya fue objeto de una ofensiva del Papa Inocencio III hace ocho siglos para derrotar una herejía. 800 años después vuelve a ser punto de interés mundial.
Los alarmistas decidieron buscar un lugar en el que poder sobrevivir a la predicción maya que había puesto fecha al fin de la presencia de los humanos en la Tierra. El lugar que más suena es este pueblo de 200 habitantes, ubicado a los pies de una montaña con forma de pirámide, donde según ellos los extraterrestres les salvarán de un final agónico.
Las cuevas de Bugarach son parte de una leyenda. Julio Verne las mencionaba en sus libros y muchas personas creen que en ellas viven extraterrestes que llegaron en un platillo volante, oculto en sus entrañas y que zarpará al espacio exterior este viernes. La Nasa apuesta porque todo seguirá igual.
Mientras se producen todo tipo de conjeturas, la policía se despliega para evitar cualquier problema mayor, varios visitantes han estacionado sus autocaravanas en esa localidad de dos calles. Estos días decenas de extraños personajes se pasean por el pueblo, unos vestidos con trajes verdes, al más puro estilo «marciano». También hay mediums, uno de ellos asegura «estoy conectado a un avatar de energía con la Virgen María y Jesucristo, para cumplir la regeneración de la humanidad, ya sea en la Tierra o en el cosmos».
A las afueras del pueblo, cerca de la montaña, los guardabosques vigilan que nadie se acerque a la zona. «Es un lugar muy peligroso en esta época del año», dice Nicolas Martrenchard, «puede caer rocas y hemos de intentar que nadie resulte herido». Es necesario evitar que alguien suba a la montaña por cualquier parte», añade otro de sus acompañantes.
Así las cosas no es de extrañar que los vecinos de Bugarach estén hartos. «Es suficiente, dice un hombre, esto es demasiado». Otro apunta que «el pueblo es ahora famoso, pero un gran fraude», mientras una mujer señala «me hace reír. Vivimos aquí y no hemos notado nada extraño». Este pequeño pueblo del sur de Francia, vive estos días aislado como si estuviera en cuarentena. El día 22 todo habrá acabado.. y por fin serán libres.