Nairobi, (IPS) - Para la comunidad samburu, en el norte de Kenia, ya fue terrible que Julius Lekupe no engendrara un varón, pero peor fue que su hija mayor se negara a ser «cortada». «Aquí las mujeres son como una propiedad. Las circuncidamos y las casamos hasta con 10 años», explica Lekupe. Él sabía que era cuestión de tiempo que su hija de 16 años tuviera que someterse a ese ritual contra su voluntad.
La mutilación genital femenina (MGF) implica la extirpación total o parcial de los órganos sexuales externos de la mujer sin justificación médica y por motivos culturales. «Me rogó que la apoyara y la protegiera. Fue una decisión difícil, pero accedí. La envié a Nairobi a vivir con un amigo», recuerda Lekupe. Él pertenece a un grupo cada vez mayor de hombres, de distintos grupos étnicos que practican esta mutilación, que han empezado a oponerse al ahora ilegalizado procedimiento en este país de África oriental.
El parlamento adoptó en 2010 la ley de Prohibición de la Mutilación Genital Femenina, que prevé siete años de prisión para los infractores y hasta una multa de 5.800 dólares, una suma enorme en este país donde el salario mensual es de unos 250 dólares. La combinación de esta ley y del cambio de actitud en la comunidad parece dar resultados. El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) han divulgado datos actuales que muestran que disminuye la prevalencia de la MGF en el continente y, en especial, en las generaciones más jóvenes de niñas.
Las agencias destacan a Kenia como un ejemplo de reducción drástica en la región, y señalan que «las mujeres de entre 45 y 49 años tienen tres veces más posibilidades de haber sido cortadas que las de 15 a 19», señala el comunicado. «Este avance muestra que es posible terminar con la MGF», subraya el director ejecutivo de Unicef, Anthony Lake. «Podemos y debemos ponerle fin para ayudar a millones de niñas y mujeres a llevar una vida más sana». Cada vez son más los hombres que asumen un papel activo en promover un cambio cultural, señala el informe de UNFPA de 2012 «Acelerando el cambio».
Además de padres como Lekupe que desean proteger a sus hijas, los jóvenes en Kenia expresan públicamente su deseo de casarse con mujeres que no hayan sido circuncidadas, según el informe. Un cambio significativo en un país donde hay comunidades en las que la ablación sigue siendo un requisito para el matrimonio. Además, una veintena de líderes musulmanes declararon públicamente la lucha contra este procedimiento en 2011, según el UNFPA.
Abdi Omar, padre una niña explica «nos engañaron para que creamos que la MGF es una práctica del profeta Mahoma y que sus seguidores deben respetarla». «Pero en todo el norte de Kenia hay líderes musulmanes que nos dicen que no es así. ¿Por qué voy a apoyarla si no es una práctica del profeta?», pregunta. Según Ibrahim Shabo, activista contra la MGF en esa región de Kenia, la postura de los líderes musulmanes es determinante para incidir en la población somalí asentada en el país, entre la cual la prevalencia de esta práctica es de 98 por ciento.
En Isiolo, 285 kilómetros al norte de Nairobi, reside una comunidad pastoril conocida por su consistente uso de la ablación. En Kapenguria, en el valle del Rift, el consejo local de ancianos se unió en 2011 contra la MGF mediante una declaración que convoca a abandonar esta práctica. «Esta es una comunidad conocida por practicar formas extremadamente brutales de la MGF», dice el líder comunitario Philipo Lotimari. Explicó que incluyen abrir la vagina de la niña con un cuerno de vaca la primera vez que tiene relaciones sexuales tras la ablación.
La posición del consejo, integrado solo por hombres, logró un cambio de actitud, al enviar el «mensaje colectivo de que aprueba el matrimonio con una niña que no esté circuncidada», indicaó Lotimari. Explica que sus hermanas más pequeñas no fueron mutiladas porque él quería que estudiaran y no que se casaran.
Pero no todos los hombres tienen motivos altruistas para oponerse a la ablación. Los jóvenes de la región están en contra porque sienten que ellos también son «víctimas» de esta práctica. «Si se la cose muy apretado no se puede penetrar ni disfrutar del sexo. Los matrimonios terminan por eso», explica Omar. El médico Salim Ali, especializado en salud reproductiva del norte de Kenia, dice que «las relaciones sexuales (con mujeres mutiladas) son incómodas y ellas lo hacen por deber. Rara vez tienen un orgasmo y el sexo se vuelve tedioso. Las que no fueron cortadas tienen sexo más seguido y es disfrutable».
Hay otros casos en que los hombres, cuyas esposas sufrieron complicaciones en el parto, se ven obligados a pagar operaciones de emergencia para salvarlas a ellas y a sus hijos, explica la activista Grace Gakii, que ha trabajado en comunidades que practican la ablación como la masái y la pokot. «Tienen que vender su ganado para juntar dinero para la cirugía. Es un problema pese al apego que sienten por la práctica», explica Gakii.
Si bien no todos los hombres que se oponen a la mutilación femenina son aliados de las mujeres, su apoyo es fundamental para acelerar la erradicación de esta práctica. «Si más consejos de ancianos y jóvenes siguen demostrando su apoyo a una sociedad sin MGF, Kenia avanzará hacia la tolerancia cero al respecto», sentencia Grace.
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