Hay una presunción en la posición del Gobierno del PP: que la economía europea mejore a final de año y ello facilite que las cuentas cuadren en el 2013. Por entonces y si las encuestan no mienten, algunos países en Europa, con Francia a la cabeza, serán socialdemócratas, países que desean centrarse más en el crecimiento que en la austeridad. ¿Qué posibilidades abre en la relación de Rajoy con Hollande? Rajoy nunca ha sido un productor de oportunidades, pero sabe bien como aprovechar las que le aparecen.
Aunque Der Spiegel filtrara un pacto entre los conservadores para no recibir al candidato francés durante la campaña, no deja de ser una estrategia electoral de una misma familia política, y no habría que darle mayor importancia. En la realidad Hollande no tiene dudas, quiere dar un giro a las políticas europeas, pero tampoco es una amenaza para el resto de gobernantes conservadores.
Hollande es europeísta, pero no federalista. Como afirma Thomas Klau, Director de la Oficina de París del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR), lo más seguro es que Hollande no acabe renegociando el Tratado Fiscal entero, sino que le enmendará propuestas de crecimiento. El candidato también cree en la importancia del eje franco-alemán, y eso hará que abandone algunas de sus propuestas más polémicas como los cambios en el BCE o los eurobonos, al menos a corto plazo.
Pero existe una posibilidad real de que alguna de sus propuestas acabe dividiendo a los líderes conservadores y que se apunten al carro de Hollande, como España o Polonia. La carta que enviaron al Presidente de la Comisión los 12 jefes de gobiernos europeos el mes pasado -entre los que se encontraban Rajoy o Cameron- exigiendo más políticas de crecimiento fue una gran demostración de deseo de cambio. Y como el mismo Hollande afirmaba «muchos países han firmado obligados, y si hablamos con ellos escucharán de buen grado nuestras propuestas».
Incluso puede que Merkel esté más ansiosa de lo que parece por dejar de gobernar Europa y así centrarse de nuevo en Alemania y en las elecciones del año que viene. Será su política nacional, y no la europea, la que le garantiza su reelección.
Por otro lado, el enfrentamiento abierto del ejecutivo español en Bruselas sobre las cifras de déficit abre una nueva brecha en la «sólida» visión conservadora de cómo responder a la crisis, escenificado en el desafío con el Primer Ministro finlandés, Jirky Katainen, también Vicepresidente del Partido Popular Europeo. Recordemos que fue Rubalcaba en campaña electoral el que ya pedía lo que Rajoy está haciendo ahora, en definitiva, enfrentarse a Merkozy de forma educada y discreta por el interés nacional.
Seguramente el ministro de Exteriores, García-Margallo, tenga mucho que ver en estas últimas actuaciones. El antiguo eurodiputado nunca fue un fan acérrimo de las políticas made in Germany; y como demócrata-cristiano, en cuestiones económicas en ocasiones se acercó más a los socialdemócratas que a sus compañeros de partido.
Resulta irónico pensar que mientras Zapatero aceptó las exigencias de disciplina fiscal y austeridad de la mayoría conservadora europea -con lo que eso implicó para la economía y para la sociedad española- Rajoy podría salir beneficiado de que en Europa empiece a correr un nuevo aire socialdemócrata. En España, como siempre, vamos a otro ritmo.
Y el hecho de que países como Bélgica, Italia o España estén mostrando públicamente su desacuerdo en cómo responder a sus crisis nacionales en tanto a las directrices alemanas abre una nueva posibilidad de acción. Y con una Comisión Europea tan politizada, falta un candidato que sea capaz de aunar esas discrepancias y pensar a nivel europeo y no sólo en la perspectiva nacional. Hollande pour l'Europe?