Tras las últimas elecciones en el Directorio Ejecutivo del Fondo Monetario Internacional (FMI), Brasil y otros países se quejan de que los procesos de reforma destinados a incrementar la representación de los países del Sur están siendo obstaculizados por Europa.
El director ejecutivo del FMI para Brasil y otros países latinoamericanos y caribeños, Paulo Nogueira Batista se queja de que «hubo cierto movimiento, pero en mi opinión esta supuesta reducción en el número de asientos europeos ha derivado en una reorganización que, en su naturaleza, es básicamente cosmética» «Los europeos claramente han mejorado la representación de mercados emergentes de la UE, como Turquía (en proceso de adhesión plena al bloque) y Polonia».
El Directorio Ejecutivo del FMI, que funciona en la sede central de Washington, consta de 24 miembros. Los mayores accionistas del organismo multilateral (Alemania, Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña), más Arabia Saudí, China y Rusia, tienen un lugar propio en el Directorio. Los otros 16 directores ejecutivos son elegidos por períodos de dos años en representación de grupos de países, a los que se denominan jurisdicciones, que abarcan a los 188 miembros del organismo. En 2010, fue aprobado un paquete de reformas destinado a atender la histórica preocupación sobre el desequilibrio en la gobernanza del FMI.
Se esperaba que esas reformas fueran concretadas durante las últimas reuniones anuales conjuntas del FMI y del Banco Mundial, celebradas entre el 8 y el 13 de este mes en Tokio, e implementadas a partir de enero próximo, pero ambos plazos quedarán sin cumplir. Estados Unidos está concentrado en sus próximas elecciones presidenciales, y los miembros del FMI se encuentran estancados en varios asuntos clave.
Parte de este paquete de reformas incluye cambios en la distribución de escaños en el Directorio Ejecutivo. Los europeos aceptaron ceder dos puestos para aumentar la representación de naciones en desarrollo. Ese proceso ha generado un importante movimiento de países entre las distintas jurisdicciones, en lo que constituye el cambio más significativo a ese respecto desde comienzos de los años 90.
La segunda parte del proceso de reformas tiene que ver con los derechos de voto en el Directorio, basados en «cuotas» administradas a través de una polémica y compleja fórmula que ha favorecido a los países industrializados. Cada vez son más los llamamientos a cambiar ese sistema, sobre todo para que se tenga en cuenta la nueva situación económica mundial, en la que los llamados países de ingresos medios (particularmente Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, que conforman el bloque BRICS) adquieran un mayor protagonismo.
Batista explica que las reformas a la fórmula de cuotas constituyó el tema más controvertido en Tokio. Estados Unidos y la mayoría de los países BRICS quieren que la fórmula se base en el producto interno bruto de cada nación, mientras que los europeos quieren que se use como criterio el grado de «apertura» económica, lo cual favorecería a los miembros de la UE. «Los europeos usan una muy inusual definición de 'apertura', dice Batista, «cuyo principal rol parece ser inflar artificialmente las cuotas para los países de su bloque».
Las críticas de Batista ha aumentado en los últimos meses atacando abiertamente al bloque europeo dentro del Fondo. «Lo que hemos visto en Tokio es que, lamentablemente, algunos europeos están retractándose de sus promesas de revisar las cuotas», dijo, poco después de regresar a Washington tras las reuniones en la capital japonesa. «Esta es una gran preocupación, pues la credibilidad del Fondo, del G-20 (Grupo de los 20 países industrializados y emergentes) y de los gobiernos en particular se basa en la fiel implementación de lo que firmaron en los comunicados, y no vamos a tomar esto a la ligera».
Modelo post-crisis
En el último año, Brasil ha adquirido un papel cada vez más protagonista en las demandas de los países en desarrollo, presión que ha quedado particularmente plasmada en el proceso de reformas del FMI. «Ha sido maravilloso cómo Brasil ha amenazado abiertamente con no cumplir con ciertos compromisos financieros con el FMI hasta que se avance en el tema de reformas», apunta la directora ejecutiva de la Coalición por Nuevas Reglas para las Finanzas Globales, Jo Marie Griesgraber. «Los brasileños han sido directos en este proceso, haciendo notar ridículas anomalías y presentándolas ante el Directorio para después hacerlas públicas».
Siendo la sexta economía mundial, Brasil ha realizado en los últimos años un esfuerzo concertado para fortalecer sus relaciones con todo el Sur, particularmente con África. Durante el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011), el gigante sudamericano abrió más de una docena de nuevas embajadas en África, y se anuncia que pronto se inaugurará la sede diplomática número 37, en Malawi. Además, Brasilia se concentra cada vez más en proporcionar ayuda financiera internacional, que en 2010 ya alcanzaba los 4.000 millones de dólares al año y crecía rápidamente.
Se trata de un cambio significativo para un país que durante décadas fue un neto receptor de ayuda externa. Y más importante todavía, la ayuda brasileña se ha vuelto característica por su énfasis en la colaboración técnica Sur-Sur, particularmente centrada en temas agrícolas y sociales. Hoy, Brasil lidera una campaña mundial para definir un nuevo paradigma de desarrollo, que recibió un mayor impulso y atención tras la crisis económico-financiera mundial.
Para Gregory Chin, investigador del Centro para la Innovación Internacional en Gobernanza, con sede en Waterloo (Canadá( «lo que está en juego aquí no es solo la proporción de votos en el FMI. Desde la crisis, el modelo antes preferido, el llamado Consenso de Washington, está cuestionado». «Los BRICS promueven un entendimiento diferente de las mejores prácticas sobre desarrollo nacional, y los brasileños han sido la fuerza diplomática líder que presiona para que se realicen esos cambios». Esos modelos, incluyendo lo que es conocido como el financiamiento contracíclico, directamente contradicen los enfoques históricamente defendidos por instituciones como el FMI y el Departamento del Tesoro de Estados Unidos. Pero Chin explica que, después de que varias economías emergentes sortearan la crisis global mejor de lo previsto, esos modelos están ganando más atención en las oficinas centrales del FMI y del Banco Mundial.
Más allá del BRICS
Chin también destaca que, mientras se presiona para que se lleven a cabo esas reformas, dentro del Fondo Monetario Internacional existe un esfuerzo paralelo para crear un banco de desarrollo financiado por parte del BRICS. «Esto es que tienen un pie fuera del sistema y otro dentro», dice Chin. «Se han asegurado para ellos mismos un sendero alternativo, porque han visto que las cosas suceden muy lento dentro del FMI».
Algunos analistas ahora aguardan la próxima cumbre del BRICS, que se realizará en marzo en la ciudad sudafricana de Durban, en la que se espera que el país anfitrión agilice los pasos para la creación del banco de desarrollo. Muchos se preguntan si una institución así será capaz de actuar más allá del BRICS para funcionar en todo el mundo en desarrollo, en consonancia con el enfoque brasileño de cooperación Sur-Sur. «Brasil está tratando de aumentar su papel en el FMI, en otras organizaciones internacionales y en el G-20, y creo que esto está sucediendo. Todos los miembros del BRICS están involucrándose más en esas instituciones con la esperanza de que estas cambien», explica el director ejecutivo del FMI para Brasil y otros países latinoamericanos y caribeños, Paulo Nogueira Batista .
«Esperamos que el FMI deje de ser un 'fondo monetario del Atlántico norte'», apunta «Aunque estamos luchando contra una gran inercia institucional, el FMI y otros foros internacionales deben ser realmente internacionales si quieren ser relevantes en la economía del mundo actual».