8 de julio de 2014. Recuerden bien esta fecha, porque quedará grabada con letras de oro y diamantes en la historia del fútbol y en la del mundo del deporte. Ese día, la selección de Brasil, la más laureada del planeta, recibió una humillación que nada tiene que envidiar a la del 'Maracanazo' de 1950. Uno de esos partidos que marcan un antes y un después en la vivencia de un jugador, de un aficionado. ¿Los verdugos? Un puñado de chavales con hambre, oficio y humildad: los integrantes de la selección alemana.
Joaquim Low volvió a sentar a Götze en el banquillo para, llegado el caso, poder revolucionar el choque y dotar de una marcha más a la maquinaria teutona. Klose, por tanto, repitió titularidad y, en el centro del campo, Schweinsteiger y Khedira acompañarían a Toni Kroos pasando Lahm a su sitio natural, el lateral derecho. Scolari dio entrada a Dante y Bernard por Thiago Silva y Neymar. Dani Alves, por su parte, se quedó fuera del once, siendo Maicon nuevamente el elegido por el técnico para desempeñar las funciones de carrilero diestro.
A las 22 horas dio comienzo el festival. Alemania, fiel a su estilo, manejaba los hilos del partido pero los sudamericanos, de manera esporádica, eran los que se asomaban al marco de Neuer gracias a un disparo de Marcelo desde la frontal, desviado. En el minuto 10, cualquier plan, moral o esperanza brasileña se desplomó. Saque de esquina botado por Toni Kroos, enésimo error defensivo de la pareja de centrales local durante el campeonato, y remate con la caña de Thomas Müller, completamente solo en el corazón del área. 0-1. Sin embargo, 80 minutos eran los que le quedaban a la anfitriona para arreglar el desaguisado. Un mundo.
Del 0-1 en el minuto 23...al 0-5 a la media hora
Los siete minutos transcurridos desde el 23 hasta el 30 estarán en todas las videotecas futbolísticas. Se puede tratar del mayor espectáculo jamás contado sobre un terreno de juego. Un espectáculo que muchos todavía recordarán dentro de varias décadas. Todo empieza con un pase interior de Kroos hacia Müller, que ya encaraba la meta de Julio César. Con un sutil toque, el del Bayern de Munich habilitaba a Klose para el 0-2. No lo materializó a la primera, sí a la segunda. De nuevo, pasividad defensiva la de Brasil, permitiendo así a Miroslav convertirse en el máximo artillero de la historia de la Copa del Mundo, superando a un Ronaldo Nazario que así lo narró para la televisión de su país.
Sin tiempo para respirar, nuevo envío de Lahm a la zona de peligro. Esta vez erró Müller, quien no llegó a rematar. Sí que lo hizo Toni Kroos, y muy bien. Su disparo colocado junto al poste derecho significaba el tercero de la cuenta alemana. El runrún de la grada del Mineirão se hacía insoportable para cualquier jugador vestido de amarillo. Pero el castigo sería mucho mayor porque, nada más sacar de centro, el propio Kroos presiona brutalmente a Fernandinho, le arrebata el esférico y pone la directa acompañado de Khedira, con quien tira una pared antes de hacer el cuarto, el segundo de su cuenta particular. Corría el minuto 26 y, tres después, más leña al fuego. Arrancada de un zaguero germano, éste sirve a Khedira y el madridista, previa devolución de Özil, ponía el quinto con que se llegaba al tiempo de descanso.
La máquina no se desengrasó en la segunda parte
Los de Scolari, conscientes de su eliminación, trataron de caer con la cabeza alta. Buscaron insistentemente el gol durante los primeros instantes del segundo tiempo, pero apareció Neuer hasta en cuatro ocasiones para evitarlo.
El que sí encontró la llave del gol fue otro invitado de excepción, André Schürrle. El delantero remachó al interior de la red un pase de la muerte de su capitán, Phillip Lahm, cerrando el set y finiquitó el capítulo goleador de los de Löw con un soberbio chut desde dentro del área que tocó en el travesaño y terminó por introducirse en el dominio de Julio César.
El 1-7, obra de Óscar, no es sino una mera anécdota de la semifinal que pasará a la historia como la sustituta del 'Maracanazo'. Un enfrentamiento que catapulta a Alemania a la final de un Mundial doce años después de que Brasil, precisamente, le impidiera alzarse con su cuarta corona en Yokohama. A miles de kilómetros de distancia, en Río de Janeiro, los europeos se han ganado una segunda oportunidad. Así lo ven los futboleros de todo el mundo, incluidos los locales, quienes despidieron a los vencedores con una ovación más que merecida.
Van Gaal y Sabella, entrenadores de Holanda y Argentina, ya saben a qué se pueden enfrentar el próximo domingo.