Miami, (IPS)- A cualquier visitante en Boston se le recuerda que en 1770 se produjo delante de la Old State House (edificio gubernamental colonial), la llamada «Boston Massacre». Fue una muestra de la represión violenta de las tropas inglesas contra las protestas anticoloniales. Boston ocupa un lugar preferente en el altar de los mitos identitarios de Estados Unidos. La ciudad es Estados Unidos en esencia pura, con todas sus excelencias, carencias y contradicciones.
Cultura, historia, experiencia inmigratoria y política se palpan con pleno sabor estadounidense. Quizá por eso, los perpetradores de la nueva matanza de Boston decidieron segar las vidas de los maratonistas de decenas de países que se adherían al sueño.
Boston posee un impresionante elenco universitario, de todas clases y costos, cobijo de conservadurismo, liberalismo y radicalismo. Nada extraña que el puritano John Winthrop sermoneara en 1630 a sus conciudadanos acerca del destino de la urbe de convertirse en una «ciudad en la colina» (»city upon a hill»), calidad de reminiscencias bíblicas.
Como mérito y cumplimento de la misión recibida, Boston presume de haber fundado la primera escuela pública de Estados Unidos, la Latin School (1635). Conseguir el ingreso en Harvard (la primera universidad de Estados Unidos, fundada en 1636) o en el MIT es una proeza y garantía de éxito laboral.
Pero lo más identificable de Boston es su especial «parque temático» de hitos históricos, reales y magnificados, reverenciados y protegidos, como si de ellos dependiera la existencia de una nación que no ha sido desde su nacimiento más que una idea.
El credo nacional sigue estando basado en un trío fundamental: «la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad». La primera deriva del derecho natural, la segunda está jurídicamente garantizada, pero la búsqueda (que no la garantía) de la felicidad es lo que cabalmente define la genuina idea estadounidense, y de Boston.
La forma más lógica de rastrear este código es dejarse llevar por el meticulosamente señalado «sendero de la libertad», indicado en las aceras y pavimentos con losa rojiza.
Inaugurado en 1951, con un recorrido de unos cuatro kilómetros, cubre 16 iconos. Se puede comenzar en el parque Boston Common y desde allí visitar el cementerio donde están enterrados algunos de los líderes y fundadores de la nueva nación. Luego se puede visitar la Old South Meeting House, uno de los edificios fundacionales del sistema deliberativo.
Luego, el itinerario adecuado es encaminarse a la casa de Paul Revere (mitificado patriota de origen francés hugonote), donde se diseñó el sistema de alertar a la población acerca del lugar de penetración de las fuerzas británicas, con el uso de señales de linterna: dos por mar, una por tierra.
El periplo debe terminar en el monolito de Bunker Hill. Una ruta alternativa es tomar un transbordador en el puerto hasta el muelle donde está amarrado el navío USS Constitution, el más antiguo de la armada estadounidense, en servicio desde 1797.
De regreso al centro, la escala obligada debe ser el escenario del Boston Tea Party (1773), emblemática muestra de irritación de los bostonianos.
Sin tratar de cruzar la raya de exigir la independencia, protestaron por la imposición de tasas sobre la importación del té. «No taxation without representation» (no a impuestos sin representación) fue el grito de guerra civilizada. Pero las reticencias inglesas a responder a esta petición razonable terminaron con la paciencia de la población e inspiraron la «revolución» que acabó por extenderse a todas las colonias.
Por esos motivos, los fundadores del actual movimiento político de tendencia contestataria que ha considerado la oscilación centrista del Partido Republicano como una desviación, estiman conveniente apropiarse de la emblemática etiqueta. No es casualidad que la variedad ideológica de Boston fuera la cuna de la carrera del frustrado candidato republicano Mitt Romney.
Para equilibrar el ánimo, el día debe acabar obligadamente en Faneuil Hall, con una bien merecida cena de frescos productos marinos.
La paradoja de Estados Unidos consiste en disfrutar de un legado de rechazo del coloniaje británico y luego conservar sus tradiciones políticas y normas jurídicas, para cimentar la construcción de la nueva nación en la atracción de los extranjeros, cualquiera fuera su procedencia.
Boston es una muestra palpable. Aceptando la invitación de Emma Lazarus inscrita en la Estatua de la Libertad («dadme vuestras masas abigarradas, anhelando ser libres») las familias de los presuntos terroristas chechenos llegaron a Boston.
La moderna y masiva bienvenida al resto del mundo mostrada por la maratón fue castigada por la nueva masacre de Boston. El año próximo se celebrará otra carrera, de luto por la segunda moderna masacre, pero en busca de la felicidad.