Uno de los más euroescépticos de los dirigentes europeos, al frente de la Unión como presidente estable. Es como poner a la zorra a cuidar de las gallinas, o a Laporta a presidir el Madrid. Pero lo más sorprendente de todo es que él no se ha descartado, no ha dicho que no; vamos, que le gustaría. O sea que no ha pensando –ni él ni los que han lanzado su candidatura-en el interés de Europa y en el de los europeos. Y ha tenido su coro de aduladores y algunos apoyos mediáticos.
Hay quien piensa que con un presidente estable de la Unión, resolvemos aquel viejo problema que planteaba Henry Kissinger -«cuando quiero hablar con Europa, nunca sé a quién llamar»-. Y Blair podría ser ese interlocutor. Entre otras razones porque ha presidido una gran potencia que tiene representación permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU y porque, además, es un hombre conocido, tiene un nombre pronunciable –no ese Jan Peter Balkenende de Holanda- y sabe hablar inglés –no Felipe González-. No cabe duda: es nuestro hombre... en La Habana, en Las Azores, o en la isla de Wight, pero no es Bruselas.
El problema es que como la construcción europea partió de los propios estados, que la Unión Europea es una unión de estados y no de ciudadanos, y que son los estados –o sea los gobiernos de turno- quienes marcan la pauta en ese proceso, no quieren candidatos con iniciativa. Quieren un perfil bajo, un hombre atento a las propuestas de los estados, dispuesto a consensuar con ellos o simplemente a renunciar a su capacidad de propuesta para no herir sensibilidades. Es lo que hay. Que nadie se llame a engaño. No es el mejor momento para los europeístas.
La lista de candidatos empieza en el holandés Balkenende y acaba en van Rompuy. Empieza en Holanda y acaba en Bélgica. A lo sumo pasamos por Luxemburgo (Junkers). Así lo han decidido ya Merkel y Sarkozy. Así que ya tenemos resuelto el problema del interlocutor cuando el presidente de Estados Unidos quiera llamar a Europa. Ya sabe a dónde llamar. Sólo que será una centralita para pasarle a otro número o, a lo sumo, un contestador para dejar el recado. «Di a Sarkozy que me llame».
Claro que ahí no acaba todo. Esa presidencia estable de la Unión, con su organigrama correspondiente, deberá coordinarse con la troika formada por las tres presidencias rotatorias consecutivas. Durante el próximo semestre, con España, Bélgica y Hungría, que, a su vez y previamente se habrán coordinado entre sí. ¿Alguien puede predecir con qué agenda se trabajará? Y aún no hemos metido en el laberinto al próximo Alto Representante para la Política Exterior y de Seguridad y Común que será vicepresidente de la Comisión. ¿Alguien da más? ¿Quién se colocará en la foto al lado de Obama? Juan Cuesta, presidente de Europa en Suma, para euroXpress