División en la UE ante la represión en Libia por temor a una oleada masiva de inmigrantes
El objetivo de la UE de hablar con una sola voz en política exterior se pierde en cada ocasión. Italia no sólo ha bloqueado la imposición de sanciones a Libia por la represión de la revuelta popular, sino que Berlusconi no oculta sus buenas relaciones con el régimen amigo de Gadafi, a quien llama il Colonnello.
Mientras la Alta Representante de la Política Exterior, Catherine Ashton, manifestaba en nombre de los 27 su «gran preocupación por los acontecimientos de Libia y las informaciones que hablan de un alto número de muertos entre los manifestantes», se hacían públicas unas declaraciones del primer ministro italiano, Silvio Berlusconi: «estamos preocupados por todo lo que está ocurriendo allí, en todo el área. Todavía no he podido escuchar a Gadafi. La situación está evolucionando y creo que yo no debería molestar».
Más allá de las relaciones personales entre il Cavaliere e il Colonello, la preocupación de Italia, antigua potencia colonial del país, ante las consecuencias de la revuelta libia están en la inmigración. El ministro italiano de Exteriores, Franco Frattini, reconocía que su país tenía dos grandes aliados en la orilla sur del Mediterráneo, Túnez y Libia, que han estado frenando una inmigración masiva hacia Europa. Ahora la situación es imprevisible y peligrosa. «Italia es el principal destinatario de los flujos migratorios, decenas de miles de personas que, en caso de caos, catástrofe o violencia, podrían llegar a las costas italianas», ha dicho Frattini.
Dicen que en la mesa del Consejo de Exteriores se habló de chantaje libio: no habrá oleada de inmigrantes irregulares si no hay sanciones europeas a Gadafi. Al parecer la presidencia rotatoria húngara ya ha recibido un aviso de Trípoli en ese sentido. De hecho, la postura italiana fue respaldada por otros dos países que también corren riesgo de sufrir las mismas consecuencias: Malta y Chipre. Aún más y no en la misma situación. El primer ministro checo, Karel Schwarzenberg, dijo que la UE no debería involucrarse mucho en el caso libio. «Si Gadafi cae, habrá mayores catástrofes en el mundo».
En el otro lado de la mesa europea, el primer ministro del Reino Unido, David Cameron, describe como «inaceptable, contraproducente y equivocada» la actuación del régimen libio. El ministro alemán de Exteriores, Werner Hoyer, habla de «indignación» o el ministro luxemburgués, Jean Asselborn dice que no teme a un «dictador que dispara a su propio pueblo». El ministro finlandés de Exteriores, Alexánder Stubb, parecía asombrado de que no hubiera unanimidad en la UE:«¿Cómo podemos contemplar lo que está pasando en Libia, con casi trescientos muertos y no hablar de sanciones?».