Nunca llueve a gusto de todos y menos cuando se trata de una decisión empresarial que beneficia a unos y perjudica a otros. Es el caso de la compañía Ford. Su decisión de cerrar la planta de Genk, al norte de Bélgica para trasladar la producción a Almussafes, ha dejado «consternados» a los belgas, en palabras de su primer ministro.
El cierre de Genk dejará en el paro a 4.400 trabajadores y otros 5.000 empleos indirectos. El alcalde de esa población belga, Wim Dries, ha dicho que «esto es una pesadilla. Es una catástrofe para Genk y la región. Para los responsables del sindicato ACV-CSC Metea, «es un trago amargo».
El comisario de trabajo, Laszlo Andor, achaca esta situación a que hay una deficiente demanda por parte de los consumidores europeos y a la necesarias adaptaciones estructurales en la industria automovilística. En su cuenta de twitter Andor, ha dicho que «está es la punta del iceberg». De todas formas, escribe el comisario es necesario que la reestructuración se realice minimizando el impacto social de los afectados, y que es necesario mantener el diálogo social y la recalificación de los trabajadores.
Precisamente en agosto,el presidente de Ford viajó a Valencia, donde anunció que pensaba reorganizar su producción en Europa debido a la fuerte caída de la demanda en el continente. La planta belga era la más vulnerable ante el ajuste porque tenía las inversiones paralizadas y este año sólo había funcionado cuatro días a la semana.
Los sindicatos valencianos llegaron a un acuerdo con la empresa para moderar el salario a cambio de que la compañía estadounidense invirtiera en el centro. Esta tarde se han reunido los responsables de Ford Europa y el gobierno belga, para intentar minimizar el impacto de la decisión empresarial en la región de Limburgo. «El Gobierno federal está consternado por el anuncio del cierre de Ford Genk», ha explicado el ejecutivo belga mediante un comunicado de prensa, en el que también indica que la decisión del constructor automovilístico estadounidense era un "drama" para los trabajadores y las economías regional y general de Bélgica. La fábrica de Genk, inaugurada en 1964, en 2003 ya despidió a 3.000 trabajadores. Ahora continuará funcionando durante 2013.
El plan de Ford contempla la producción de la próxima generación del Mondeo, del S-MAX y del Galaxy en su planta en Valencia y tiene pendiente la decisión sobre la producción del C-MAX y del Grand C-MAX, vehículos compactos multiuso, que puede ser trasladada de esa planta española a la de Saarlouis (Alemania) en 2014.
En noviembre está previsto que se reúna el comité de empresa de Ford Europa para tratar las consecuencias de este tipo de medidas. Los sindicatos españoles han rechazado realizar valoraciones, por el momento.
Según datos de la Asociación de Constructores Europeos de Automóviles, hace dos años en Europa había 297 fábricas de automóviles, ahora quedan 210 plantas. En España hay quince empresas, dos menos que en 2010. La gran potencia automovilística sigue siendo Alemania con 46 fábricas (una menos que en 2010). Francia es segunda, aunque ha perdido nueve fábricas y ahora tiene 29 instalaciones. En 2014 Peugot-Citroën cerrará la planta de Aulnay-sous-Bois, lo que supondrá la pérdida de 8.000 puestos de trabajo. La fabricación se traslada al norte de África.