Bélgica ha abierto este domingo un periodo de confusión política a dos semanas de que asuma la presidencia rotatoria de la UE. El resultado de las elecciones abre un panorama extraordinariamente complejo en el que, además de reforzar el fantasma del separatismo, va a ser necesario negociar duramente para formar gobierno.
Los independentistas de la Nueva Alianza Flamenca ( N-VA) se han convertido en la primera fuerza del país, 27 escaños en un Parlamento de 150 diputados, que queda muy fragmentado. Los socialistas se han impuesto en Valonia y en Bruselas y consiguen 26 escaños. El complicado sistema de votación entre las tres comunidades del país hace difícil sacar conclusiones de los resultados electorales, pero los analistas achacan el triunfo nacionalista más a la mala gestión del gobierno actual que a las aspiraciones del electorado flamenco por separarse de Bélgica.
Tampoco el partido ganador ha sacado la bandera de la independencia de Flandes. Al contrario, su líder, Bart de Wever, dijo «tender la mano a los francófonos» para negociar la profunda reforma del Estado que reclama. El Partido Socialista valón respondió dispuesto a negociar un acuerdo equilibrado que beneficie a flamencos, valones y bruselenses.
Los nacionalistas flamencos buscan más competencias para las regiones en materia fiscal, empleo y seguridad social y compartir la gestión de Bruselas. En la zona francófona se teme que la reforma se traduzca en mayor poder para Flandes, la región ya más rica y más poblada de Bélgica.
El rey Alberto II empezará este lunes las consultas para la formación de gobierno. Por el resultado de las urnas, serían los independentistas los primeros candidatos, pero De Weber ya ha dejado caer que no quiere la responsabilidad del gobierno federal y que podría apoyar a un primer ministro francófono, que sería el primero en las tres últimas décadas. El socialista Elio di Rupo es el nombre por el que todos apuestan.
En cualquier caso, si Di Rupo acepta el cargo, se prevén meses de negociación hasta formar una coalición de gobierno mínimamente estable, es decir, Bélgica va a asumir la presidencia rotatoria de la UE con el actual gobierno de Yves Leterme, que ha obtenido en los comicios sólo el 17,5 % de los sufragios.
En un momento en que la UE necesita una presidencia fuerte para hacer frente a una de sus peores crisis, Leterme no va a estar en condiciones de tomar iniciativas para reforzar la unidad económica europea que todos demandan. La crisis económica ni siquiera ha sido un punto destacado en la campaña electoral belga, centrada en la división lingüística del país. euroXpress