La palabra más oída durante la Cumbre regional de dos días, en Atenas, ha sido: tragedia... la que vive desde hace seis años el pueblo griego, que ha visto disminuidos sus ingresos en un 30% a lo largo de esta larga crisis, provocada por unos pocos, gestionada por otros tantos y sufrida por muchos. El presidente de la región de Ática, la más grande de Grecia y coorganizadora de la cumbre, Ioannis Sgouros, ha hablado de infierno. «Desde hace seis años este país está viviendo un infierno», ya no aguantamos más, los ciudadanos están al borde del aguante». También ha advertido que «los jóvenes griegos, que viven una situación terrible y el sector público, son las peores víctimas de la austeridad. El político socialista griego (PASOK), ha pedido que se pase a una «nueva fase de políticas europeas funcionales y no solo de declaraciones» y ha criticado que «se estigmatice a un pueblo y a una cultura que ha convertido a los griegos en la oveja negra de Europa».
En la clausura de Atenas también ha participado, Yves Leterme, ex primer ministro belga, y actual secretario general de la OCDE. Leterme ha hablado de que el paro juvenil es una «bomba de relojería», y ha reconocido que durante estos años «se ha subestimado la difícil situación de muchas personas, familias y empresas». El alcalde de Lisboa, Antonio Costa, se ha referido al «drama terrible del paro», como una de las peores lacras de la crisis. «No podemos tener regiones y ciudades sin capital humano», ha dicho el político portugués, ante la salida de muchos jóvenes a otros países para encontrar trabajo.
Otro adiós que ha servido para sincerarse, y también para preparar la campaña electoral, han sido las palabras del presidente del Consejo de las regiones, Ramón Luis Valcárcel. El político español, que deja la presidencia del órgano regional para presentarse al Parlamento Europeo, ha reconocido que «ahora hay más vulnerabilidad que nunca en los ciudadanos» y ha recordado que la política regional de la Unión Europea no siempre ha estado a la altura de las circunstancias. Muchas regiones, que recibían fondos estructurales, han cambiado de estatus pero «no eran pobres el día de ayer y ricas hoy». Por eso defiende que se creen regiones en transición y ha reconocido que la crisis ha creado «brechas entre regiones», las que más lo han sufrido, las de los países del sur de Europa y del Este. Entonando el mea culpa ha explicado que «en esta crisis no hemos descendido al detalle», aunque ha añadido de forma optimista que «no podemos tirar la toalla ni llorar por las esquina, hemos de actuar».
Barroso, que ha cerrado el acto de clausura, ha criticado que se «hayan infravalorado los esfuerzos de los griegos para superar esta situación». «Los griegos han demostrado que no querían pertenecer a otra categoría de Europa» y ha reconocido que tanto España como Italia, estaban en una situación desesperada y podría haber sido peor. «Estuvieron muy cerca de la catástrofe... Se han exigido muchos sacrificios, pero no había otra vía», ha dicho el presidente de la Comisión.
El responsable del ejecutivo europeo ha señalado que «hemos llegado a una encrucijada, hemos de abrir el cambio y tomar decisiones para dar forma al proceso europeo». A pesar de las dificultades ha señalado que «hemos reforzado los cimientos de la casa europea» y «tengo que confesar que en estos últimos 5 años, he dirigido la comisión como una sala de máquinas, porque no solo hay diferencias entre Finlandia y Grecia, sino también entre Alemania y Francia». «Forjar la UE es una tarea de titanes, porque además las decisiones políticas no se pueden tomar tan rápido como las económicas».
Fuera del guión que tenía preparado, hemos escuchado como Barroso pedía más Europa y «respeto al valor y la dignidad de nuestros ciudadanos». «Los ciudadanos, -ha dicho-, son razonables y hay que explicarles cuales son las alternativas, y entonces entenderán las decisiones políticas». «Europa no es perfecta. Si no están de acuerdo con las políticas, cambiénlas, pero no vuelvan la espalda a Europa». Es el legado que quiere dejar Barroso tras su paso por Bruselas. Una despedida en toda regla.
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