En una carta abierta a los gobiernos del BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), las organizaciones no gubernamentales (ONG) también reclaman que el NBD, cuyo objetivo es financiar la infraestructura y el desarrollo sostenible de los países del Sur, fije estándares sólidos y asegure su cumplimiento.
Con un capital inicial de 100.000 millones de dólares, el NBD nació a raíz de una combinación de circunstancias, incluida la frustración de las cinco potencias emergentes con el Grupo del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), dominados en gran parte por las potencias occidentales.
Según un informe difundido en 2014 por la organización humanitaria Oxfam, otro factor que explica la fundación del banco del BRICS fue el gran déficit existente en la cantidad de fondos destinados a los proyectos de infraestructura de los países del Sur en desarrollo. En ese sentido, la asistencia oficial al desarrollo y la financiación de las instituciones multilaterales solo atendía entre el dos y el tres por ciento de las necesidades de los países del Sur.
Afectada por las sanciones económicas en respuesta a la crisis de Ucrania, Moscú tiene particular interés en poner en marcha al NBD y presiona a las agencias internacionales de calificación para que evalúen la deuda del banco, como un primer paso necesario para que comience sus operaciones.
Incluso sin contar la parte de Sudáfrica, el último miembro en sumarse al BRICS, los cuatro países restantes acumulan el 25 por ciento del producto interior bruto y el 41,4 por ciento de la población del planeta, o aproximadamente 3.000 millones de personas. Además, las fronteras de esos países abarcan una cuarta parte de la superficie terrestre en tres continentes.
Pero aun cuando los cinco jefes de Estado se preparan para ocupar el escenario en la ciudad rusa de Ufa este jueves 9, ciudadanos de sus propios países manifiestan sus dudas de que el organismo financiero que acaba de nacer sea en verdad una alternativa a los modelos de desarrollo tradicionales liderados por las potencias occidentales.
«El modelo de desarrollo existente en diversos países emergentes y en vías de desarrollo favorece estrategias centradas en la exportación de materias primas y políticas que son socialmente dañinas y ambientalmente insostenibles provocando mayor inequidad entre (los) países y dentro de ellos», señala la carta abierta de las ONG, difundida el martes 7.
«Si el Nuevo Banco de Desarrollo va a romper con esta historia, debe comprometerse con los siguientes cuatro principios: 1) promover el desarrollo para todos, 2) ser transparente y democrático, 3) establecer estándares fuertes y asegurar su cumplimiento, (y) 4) promover el desarrollo sostenible», añaden los signatarios.
Aunque el «Convenio Constitutivo del NBD tiene un artículo sobre transparencia y rendición de cuentas... hasta el momento no hemos visto ningún indicio de políticas operativas en materia de transparencia o relacionadas con mecanismos de rendición de cuentas», afirma Gretchen Gordon, coordinadora de Bank on Human Rights, una red mundial de movimientos sociales, con quien hablamos.
«Y, lamentablemente, no hay un diálogo abierto con la sociedad civil al respecto»,añade. «En cuanto al tipo de desarrollo que ofrece el banco, aún no tenemos indicios de que el NBD vaya a tomar una dirección cualitativamente diferente a la de las instituciones del Consenso de Washington», expresa Gordon en un correo electrónico.
«Por eso los grupos de la sociedad civil en los países del BRICS exigen un proceso participativo y transparente que identifique estrategias y políticas para el NDB que puedan ponerlo en un rumbo diferente y proporcionar un desarrollo en serio», destaca.
Una de las principales preocupaciones de las ONG es que el banco del BRICS copie el viejo modelo de desarrollo basado en los «megaproyectos», que ha fracasado en la erradicación de la pobreza y en facilitar un mayor acceso a los servicios básicos.
Una reciente investigación internacional reveló que en el transcurso de una década aproximadamente 3,4 millones de personas pobres, principalmente de África, América Latina y Asia, fueron desplazadas por megaproyectos financiados por el Banco Mundial y su organismo de préstamos al sector privado, la Corporación Financiera Internacional.
Aunque estos proyectos pretendían fortalecer las redes de transporte, la expansión de las redes eléctricas y la mejora de los sistemas de abastecimiento de agua, terminaron por agravar la pobreza y la desigualdad que padecen millones de personas.
Un informe de la organización Human Rights Watch (HRW) concluyó que la debilidad de las salvaguardias y protocolos del Banco Mundial habilitó la violación de los derechos humanos de quienes se pronunciaron en contra de las consecuencias económicas, sociales y ambientales de los proyectos financiados por la institución financiera.
Con estos antecedentes, las ONG temen que un nuevo banco de desarrollo que opere dentro de este marco fallido contribuya con el ciclo sin fin de violencia y pobreza que caracteriza a la era de los megaproyectos.
Mientras que más de 1.000 millones de personas no tienen acceso a caminos transitables durante todo el año, 783 millones viven sin suministro de agua potable y 1.300 millones no están conectadas a una red eléctrica, no hay duda de que el mundo en desarrollo se beneficiaría enormemente de una institución financiera liderada desde el Sur.
Lo que queda por ver es si el NBD dejará atrás el viejo modelo de financiación y establecerá un estándar de desarrollo que sea inclusivo y favorezca a los pobres.