Las relaciones regionales de Chile, el «milagro» sudamericano, se han centrado en los últimos cuatro años en lo económico en detrimento de lo político. La socialista Michelle Bachelet, que ha asumido su segundo mandato presidencial, deberá afinar las cuerdas en un área que registra algunos logros, pero acumula tensiones y conflictos. En su campaña electoral, Bachelet aseguró que la política exterior del saliente mandatario, el derechista Sebastián Piñera, tuvo un «énfasis mercantil», y anticipa un enfoque más político.
Su programa de gobierno contiene un diagnóstico crudo. «Chile ha perdido presencia en la región, sus relaciones vecinales son problemáticas, se ha impuesto una visión mercantil de nuestros vínculos latinoamericanos y se han ideologizado las opciones de inserción externa», dice Bachelet.
Para la analista internacional Francisca Quiroga, de la Universidad Arcis, el país «debe recomponer sus relaciones porque ha tenido conflictos latentes, manifiestos, algunos críticos, y ha invalidado y excluido su relación con los países vecinos». Durante el gobierno de Piñera, «con menos talento político y la ausencia de un relato», se profundizó el discurso de Chile como país exitoso económica y comercialmente, que ya estaba presente en su política exterior desde hace 25 años, explica Quiroga, profesora de la Academia Diplomática.
Bachelet (2006-2010) posee un capital político en la región y en el mundo, que se ha profundizado con su paso por la dirección ejecutiva de ONU Mujeres. En su última intervención internacional como gobernante, en el marco de la XXI Cumbre del Grupo de Río realizada en México en 2010, Bachelet mostró su liderazgo con un discurso que fue ovacionado. «Cuenten ustedes con Chile, hoy y mañana, para trabajar por nuestro continente y por nuestra Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac). Sepan que contarán siempre con esta hoy presidenta de Chile, pero siempre una mujer chilena», señaló en aquella ocasión.
Bachelet mantiene una estrecha relación con su homóloga de Brasil, Dilma Rousseff, quien anticipó una profundización de las relaciones con Chile y aseguró que ambas tienen «una comprensión clara del papel de la integración en América del Sur». También es cercana a la mandataria de Argentina, Cristina Fernández, quien la llama «querida amiga», y posee una relación de confianza con el presidente de Ecuador, Rafael Correa.
Piñera, en cambio, se acercó a su par de Colombia, Juan Manuel Santos, e impulsó la Alianza del Pacífico, que también componen México y Perú y que busca crear un área de libre comercio, impulsar la competitividad económica y convertirse en plataforma de proyección sobre todo hacia el área de Asia Pacífico.
Aspectos fundamentales de la política exterior de Piñera «se subordinaron a ciertos intereses comerciales y económicos», señala el politólogo Fabián Pressacco, de la Universidad Alberto Hurtado. Con todo, Piñera negó que su gobierno haya descuidado los temas políticos, sociales y culturales con la región. «Eso no corresponde a la realidad», explicó durante un encuentro con la prensa extranjera.
La política exterior de Sebastián Piñera creó algunos desafíos urgentes, como reforzar las relaciones con Argentina, Bolivia y Perú, con los que Chile comparte fronteras. El énfasis en la Alianza del Pacífico, creada en 2011, «no significó que descuidáramos el continente», dijo. Su gobierno trabajó por el fortalecimiento de la integración con el mundo y promovió «estrategias más amplias que incorporaron aspectos políticos, sociales y culturales», agregó Piñera. A su vez, insistió, en que participó activamente en mecanismos como la Celac y la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), entre otras.
Pero, para Quiroga, su práctica en la política exterior dejó instalados algunos desafíos urgentes. El primero es reforzar las relaciones con Argentina, Bolivia y Perú, con los que Chile comparte fronteras. Luego se «deberá establecer una agenda de trabajo a largo plazo, que fortalezca la integración latinoamericana, donde la relación con Brasil, Ecuador y México debiera afianzarse en el manejo de una estrategia de políticas públicas y no solo de acciones desde el punto de vista comercial», añade Quiroga.
Para reforzar el frente exterior, Bachelet ha escogido a Heraldo Muñoz, exembajador de Chile ante la Organización de las Naciones Unidas y alto funcionario del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Muñoz deberá abordar los conflictos pendientes con Perú, terreno en el que Piñera implementó una política de «cuerdas separadas» que supeditó la relación casi exclusivamente al ámbito comercial, mientras se debatía en la Corte Internacional de Justicia la disputa marítima bilateral.
El nuevo canciller también deberá hacer frente a los problemas con Bolivia, con la que Chile rompió relaciones diplomáticas en 1978, y que demandó en 2013, también ante la Corte con sede en La Haya, una salida soberana al mar. Pese a las tensiones y declaraciones cruzadas con Piñera, el mandatario boliviano Evo Morales decidió asistir a la ceremonia de cambio de mando, y su vicepresidente, Álvaro García Linera, ha anunciado que visitará Chile a fines de este mes como un gesto de «acercamiento», señalan sus asesores.
Con Bachelet en la Presidencia, también serán mucho más fluidas las relaciones con Argentina, aseguran los analistas. El vínculo con ese país está resentido por el asilo político que Buenos Aires otorgó a Galvarino Apablaza, exguerrillero procesado en Chile por el asesinato en 1991 del senador derechista Jaime Guzmán, y por el conflicto entre la aerolínea chilena LAN y las autoridades aeroportuarias argentinas.
La «Unasur debe constituirse en un punto de confluencia de las iniciativas de integración de América del Sur, mientras Celac debe ser una instancia de coordinación política en la región», sostiene el programa de Bachelet. «Para el gobierno de Bachelet, América Latina va a ser más importante en un sentido amplio de la palabra y no solamente en esta dimensión comercial-ideológica que ha combinado el gobierno de Piñera», explica Pressacco.
El analista, experto en estudios latinoamericanos, proyectó que la mirada del nuevo equipo «será más integral, más amplia, más consciente de que las relaciones internacionales, como en general la política, no funcionan solamente en base a acuerdos económicos».
Guerra del Pacífico
Chile se enfrentó a sus dos vecinos, Bolivia y Perú, en la Guerra del Pacífico (1879-1883), que se estima dejó entre 14.000 y 23.000 muertos. Ese conflicto sigue muy vivo, especialmente para Bolivia y Perú, que perdieron importantes territorios a manos de Chile.
Perú perdió la actual región chilena de Tarapacá, y Bolivia se quedó sin la actual región de Antofagasta, que le daba acceso al océano Pacífico. Por esta razón, Chile y Bolivia interrumpieron sus relaciones diplomáticas en 1978 y mantienen la tensión, debido las reivindicaciones bolivianas de recuperar su salida al mar.